Asiento con la cabeza, porque tengo un nudo en la garganta que me impide hablar. Siento que Annie tiembla un poquito a mi lado y, al bajar la mirada, veo que parpadea para disimular las lágrimas. Cuando la acerco un poco más a mí, me rodea con los brazos y me estrecha. Observamos a Alain, que se acerca a la cama y se arrodilla, hasta que su rostro queda a la misma altura que el de Mamie. Le susurra algo y después extiende la mano y le acaricia el rostro. En sus ojos brillan las lágrimas.
—Pensé que no volvería a verla nunca más —murmura—. Han pasado casi setenta a?os.
—?Se pondrá bien? —pregunta Annie a Alain.
Lo mira fijamente, como si todo dependiera de su respuesta.
Alain vacila y mueve la cabeza.
—No lo sé, Annie, pero no puedo creer que Dios haga que nos reencontremos para llevársela sin que podamos despedirnos. Tengo que creer que todo esto tiene algún motivo.
Annie asiente con brío y dice:
—Yo también.
Antes de que podamos a?adir nada más, la enfermera alegre reaparece en la puerta.
—Se ha acabado el tiempo —dice—. Mi supervisora viene hacia aquí.
Gavin y yo nos miramos.
—De acuerdo —dice Gavin—. Gracias, Krista. Ya nos vamos.
Me hace un gesto con la cabeza y poco a poco alejo a Annie de Mamie. Miro por encima del hombro cuando estoy cerca de la puerta y veo a Alain otra vez con la cabeza agachada junto a la de Mamie. Le besa la frente y, cuando se vuelve, las lágrimas le corren por las mejillas.
—Lo siento —dice—. Me cuesta mucho.
—Lo sé —le digo.
Le cojo la mano y, juntos, Annie, Alain y yo salimos de la habitación, dejando atrás a Mamie en la penumbra.
Gavin y yo nos despedimos a la entrada del hospital. él tiene que trabajar ma?ana a las siete y yo tengo que abrir la panadería. La vida ha de continuar. Annie coge mis llaves y va con Alain a esperarme en el coche.
—No sé cómo agradecértelo —digo a Gavin, mirándome los pies.
—No he hecho nada —dice. Alzo la mirada justo a tiempo para verlo encogerse de hombros. Me sonríe—: Me alegro mucho de que encontrases a Alain.
—Lo he encontrado gracias a ti —digo con suavidad—. Y Annie ha estado bien durante mi ausencia gracias a ti.
Vuelve a encogerse de hombros.
—?Bah! Solo hice lo que hubiera hecho cualquiera. —Hace una pausa y a?ade—: Tal vez esté fuera de lugar, pero tu ex es bastante impresentable.
Trago saliva.
—?Por qué lo dices?
Mueve la cabeza de un lado a otro.
—No parecía preocuparse mucho por Annie, la verdad. Ella estaba muy alterada por lo de tu abuela y en realidad necesitaba estar acompa?ada.
—Y tú le hiciste compa?ía —le digo—. Ni siquiera sé qué decir.
—Ah, ?no? Pues dime que ma?ana me pondrás una taza de café cuando vaya a la casa de Joe Sullivan para hacerle el trabajo de reparación en el porche y quedamos en paz.
Me echo a reír.
—Claro, por supuesto, una taza de café equivale, sin duda, a ocuparse de mi hija y contribuir a reunir a mi familia.
Gavin se me queda mirando un buen rato con tanta intensidad que el corazón me empieza a latir con fuerza.
—Lo he hecho porque quería ayudar —dice.
—?Por qué? —pregunto y, antes de poder contenerme, me doy cuenta de que parezco grosera e ingrata.
Me vuelve a mirar fijamente y se encoge de hombros.
—A ver si aprendes a valorarte, Hope —dice.
Y se marcha sin decir nada más. Lo observo subirse a su viejo Wrangler y saludar a Annie con la mano cuando sale del aparcamiento.
—Mamá, tenemos que encontrar a Jacob Levy —anuncia Annie a la ma?ana siguiente, cuando ella y Alain se presentan juntos en la panadería, cogidos del brazo.
Preocupada por que no hiciera demasiado esfuerzo, le había sugerido a Alain que se quedara durmiendo hasta más tarde, pero él y Annie se han vuelto inseparables desde que se conocieron en el hospital, la noche anterior, y debí suponer que ella lo traería a la panadería.
?Alain me lo ha contado todo acerca de él —a?ade, orgullosa.
—Annie, mi vida —le digo, mirando a Alain, que se está arremangando la camisa y pasea la mirada por la cocina—, ni siquiera sabemos si Jacob sigue vivo.
—Pero ?y si lo estuviera, mamá? —pregunta Annie y su voz adopta un tono desesperado—. ?Y si estuviera por ahí, en alguna parte, y hubiese estado buscando a Mamie todos estos a?os? ?Y si viniera y eso la hiciera despertar?
—Eso es muy poco probable, cielo.
Annie me fulmina con la mirada.
—?Vamos, mamá! ?No crees en el amor?
Suspiro.
—Creo en el chocolate —digo, se?alando los pains au chocolat que esperan para entrar en el horno— y creo que, si no apretamos el paso, no vamos a poder abrir a las seis.
—Es igual —refunfu?a. Coge un par de agarradores y mete en el horno los cruasanes de chocolate. Pone en marcha el reloj y se vuelve hacia Alain, poniendo los ojos en blanco—. ?Lo ves? Ya te había dicho yo que por la ma?ana es un mal bicho.
Alain ríe entre dientes.
—No creo que tu madre sea mala, querida —dice—. Me parece, más bien, que trata de ser realista y también, tal vez, de cambiar de tema.
—?Y por qué cambias de tema, mamá? —me interpela Annie, con las manos apoyadas en las caderas.