Alain asiente y, esta vez, encuentra las palabras.
—?Cómo se nota que eres de la familia, querida! —dice.
Annie me mira a mí y otra vez a Alain.
—?Es que, o sea, me parezco a Mamie cuando tenía mi edad?
Alain mueve la cabeza lentamente de un lado a otro.
—Tal vez un poco, pero no es a ella a quien te pareces.
—?Y a una tal Leona? —pregunta Annie, ansiosa—. Es que Mamie me sigue llamando así.
Alain arruga la frente y lo niega con la cabeza.
—Me parece que no conozco a ninguna Leona.
Annie frunce el ce?o y, cuando alzo la mirada, veo que Gavin ha cruzado la sala y está de pie unos pasos detrás de mi hija. Durante una fracción de segundo, me muero de ganas de abrazarlo, pero, en cambio, parpadeo y doy un paso atrás.
—Gavin —digo—, te presento a Alain, el hermano de mi abuela. Alain, te presento a Gavin —hago una pausa y al final a?ado—, un amigo mío.
Gavin abre mucho los ojos. Se acerca y estrecha la mano de Alain.
—No puedo creer que usted y Hope se hayan encontrado.
Alain me mira a mí y después otra vez a él.
—Tengo entendido que usted la ha ayudado y apoyado mucho, joven.
Gavin se encoge de hombros.
—No, se?or. Lo ha hecho todo ella sola. Yo solo le he contado lo poco que sabía sobre la investigación del Holocausto.
—No reste importancia a su intervención —dice Alain—. Ha contribuido a reunir a nuestra familia. —Parpadea unas cuantas veces y pregunta a Gavin—. ?Podemos verla ahora? ?A mi hermana?
Gavin vacila.
—En teoría, el horario de visitas ha finalizado, pero conozco a varias enfermeras. A ver si puedo hacer algo.
Observo que se acerca a una enfermera guapa y rubia que parece tener poco más de veinte a?os. Ella ríe y juguetea con su pelo mientras habla con él. Me sorprendo al notar que observarlos juntos me pone un poco celosa. Parpadeo unas cuantas veces, me doy la vuelta y apoyo una mano en el brazo de Alain.
—?Estás bien? —le pregunto—. Debes de estar agotado.
Asiente.
—Simplemente necesito ver a Rose.
Annie se dedica a descargar un fuego graneado de preguntas. —?Cuándo fue la última vez que vio a Mamie? ?Cómo es que pensó que estaba muerta? ?Cómo huyó de aquellos nazis? ?Qué sucedió con sus padres?— que Alain responde con paciencia. Sonrío al ver que Annie acerca la cabeza a la de él y sigue parloteando con entusiasmo.
Al cabo de un momento regresa Gavin y, cuando me apoya una mano en el brazo, siento una extra?a sensación que me recorre todo el cuerpo. Me aparto enseguida, como si me hubiese quemado.
Gavin frunce el ce?o y carraspea.
—He hablado con Krista, la enfermera. Dice que puede hacernos volver a entrar a hurtadillas, aunque solo por unos minutos, porque aquí son bastante estrictos con los horarios de visita.
Asiento.
—Gracias —le digo.
Curiosamente, no me decido a agradecérselo a Krista, que nos conduce a los cuatro por un pasillo estrecho, moviendo con desparpajo la coleta rubia mientras sus caderas estrechas se balancean de un lado a otro. Juraría que lo hace por Gavin, pero él no le presta atención: tiene una mano apoyada en el hombro de Alain y conduce al anciano con suavidad hacia una puerta situada al fondo del pasillo.
—Cinco minutos —susurra Krista cuando nos detenemos delante de la última puerta a la derecha— o tendré problemas.
—Muchísimas gracias —dice Gavin—. Te debo una.
—Puedes invitarme a cenar alguna vez —dice Krista.
Eleva el final de la oración como si fuese una pregunta y, cuando le hace unas caídas de ojos, me recuerda a un personaje de dibujos animados. No espero a escuchar la respuesta de él: me digo para mis adentros que no tiene ninguna importancia. Sigo a Annie y a Alain cuando entran en la habitación y doy un respingo al ver la figura que yace inmóvil en la cama de hospital, casi oculta entre el montón de sábanas.
Mamie parece diminuta, pálida y consumida y noto que Alain se estremece a mi lado. Quiero decirle que la última vez que la vi no estaba así —en realidad, apenas la reconozco sin su característico pintalabios color burdeos y el delineador de ojos de kohl—, pero me he quedado tan estupefacta como él. Los dos nos acercamos, con Annie a la zaga.
—Tiene muy mal aspecto, ?verdad? —murmura Annie.
Me vuelvo y la rodeo con un brazo y ella no se aparta. Apoyo la mano derecha sobre la izquierda de Mamie, que está fría. No se mueve.
—Parece que, como no bajó a cenar, la encontraron desplomada sobre su escritorio —dice Gavin en voz baja. Me vuelvo y lo veo de pie en la entrada—. Llamaron enseguida al teléfono de emergencias.