El hombre mueve la cabeza de un lado a otro.
—Pero eso no significa nada. Esta repostería es muy común y hay muchos judíos procedentes del norte de áfrica. Los pasteles no son solo musulmanes, ?sabe? Su abuela podría haber aprendido a hacerlos en cualquier parte. Es probable que se los ense?ara otro judío.
Me desaliento. Es absurdo que toda nuestra hipótesis sobre el pasado dependa de una colección de pastelillos.
—Desde luego —murmuro—. Perdone.
Asiento despacio y me doy la vuelta.
Alain me pone una mano en el brazo y me pregunta:
—?Estás bien, Hope?
Vuelvo a asentir, aunque no es cierto. No encuentro las palabras, porque siento que estoy a punto de echarme a llorar y no acabo de entender el motivo. No sé por qué es tan importante para mí poder explicar lo que le ocurrió a Mamie, pero así es. Ahora estoy segura de que me ha hecho venir para que me entere de su pasado, aunque tal vez nunca lleguemos a saber cómo logró sobrevivir durante la guerra.
—Vámonos —logro decir por fin.
El hombre de negro nos saluda con una rápida inclinación de cabeza y se aleja, mientras Henri y Simon emprenden el regreso por donde hemos venido. Alain y yo nos disponemos a regresar, cuando, de pronto, percibo un olor familiar y me detengo en seco. Me doy la vuelta poco a poco y miro al joven que, detrás del mostrador de la pastelería, está introduciendo en el exhibidor una bandeja rectangular de pasteles espolvoreados con azúcar. Regreso al mostrador.
—Perdone —digo—, pero ?tienen, por casualidad, esto… —me esfuerzo por recordar el nombre del dulce que vi en la pastelería del Marais—, Ronde des Pavés?
El joven me mira.
—?Ronde des Pavés? —repite—. Yo no hablar bien el inglés. Mais, non. No sé qué es, Ronde des Pavés.
—Esto…
Busco con la mirada a Alain, que se coloca a mi lado, delante del mostrador.
—?Puedes decirle que la Ronde des Pavés es un pastel hecho de semillas de adormidera, almendras, uvas, higos, ciruelas y azúcar con canela? ?Le puedes preguntar si le resulta familiar?
Sé que podría estar perdiendo el juicio, pero juraría que me llega en el aire el olor de los Star Pies. Antes de traducirlo, Alain me mira con extra?eza.
—Era una receta de mi madre —me dice.
Asiento con la cabeza.
—Es la especialidad de nuestra panadería —le digo— y el dulce preferido de mi abuela.
Alain me mira y parpadea unas cuantas veces, se vuelve hacia el joven y se lo traduce rápidamente. Observo que el joven asiente y le responde. Alain se vuelve hacia mí.
—Dice que sí. Dice que aquí, sin embargo, hacen pastelillos individuales y que la masa tiene forma de estrella.
Me quedo boquiabierta.
—Así es como me ense?ó a hacerlos Mamie —digo con voz queda—. Los llama Star Pies.
Alain se rasca la cabeza. A mi lado, Simon y Henri guardan silencio. Todos miramos fijamente al joven, mientras Alain le cuenta lo de los Star Pies en francés. El joven abre mucho los ojos, me mira rápidamente y después otra vez a Alain. Dice algo muy deprisa en francés y entonces Alain se vuelve hacia mí y me traduce: —Dice que hay un hombre que vive en el sexto distrito, no muy lejos de aquí. Su familia tiene una panadería musulmana. La receta vino por él. Tal vez nos pueda explicar su origen.
Asiento con la cabeza y miro al joven.
—Gracias —le digo—, merci beaucoup.
—De rien. —El joven me saluda con una inclinación de cabeza y sonríe—. Bonne chance.
Me late con fuerza el corazón mientras sigo a Alain y a sus dos amigos a través del patio y hacia la calle.
—?Te parece que los pasteles tendrán algo que ver con mi abuela? —le pregunto.
—No hay forma de saberlo —dice Alain, pero, por el brillo de sus ojos y la manera en que acelera el paso, deduzco que es optimista y eso me llena de ánimo a mí también.
Hacemos se?as a un taxi y viajamos en silencio durante quince minutos, hasta que el taxista se detiene delante de la dirección que nos ha dado el joven. Es una panadería peque?a que parece típicamente francesa, salvo por el cartel, escrito en árabe y en francés. Dentro huele mucho a levadura y las paredes están llenas de baguettes dispuestas en filas verticales. El exhibidor que hay delante es un despliegue interminable de pastas salpicadas de fruta y azúcar cristalizado. Reconozco de inmediato los grandes Star Pies con la tapa de masa característica en forma de retícula que llevo a?os haciendo y se me vuelve a acelerar el corazón. Seguro que aquello es una se?al de que vamos bien encaminados.