Respiro hondo.
—Regresaré en el primer vuelo que tenga plazas.
No se me da bien lo de aceptar favores de los demás y sé que por este me sentiré culpable por bastante tiempo.
—?Y tú estás bien, Hope? —pregunta Gavin.
Parpadeo unas cuantas veces. A mí nunca me preguntan esas cosas.
—Sí —digo, aunque sea mentira—. ?Me pasas a Annie otra vez?
—Claro —dice Gavin—. Aguarda un momento. Hasta pronto.
Otra vez el crujido y Annie coge el teléfono.
—?Mamá? —pregunta.
—Oye, lamento lo de tu padre —le digo—. Ahora mismo lo llamo y le digo que…
—Estoy bien, mamá —interrumpe Annie—. El se?or Keyes está conmigo.
Suspiro y me pellizco el puente de la nariz.
—Estaré de vuelta lo más pronto que pueda, cielo —digo.
—Lo sé —dice Annie.
—Te quiero, mi vida.
Después de una pausa, Annie repite:
—Lo sé —y a continuación a?ade—: Yo también te quiero.
Solo entonces me echo a llorar.
Mientras me esfuerzo por controlarme, Alain llama por teléfono a todas las compa?ías aéreas. Doy vueltas por su apartamento, sintiéndome como un animal enjaulado. Por milésima vez, imagino a Annie llorando en la sala de espera sin nadie que la consuele, aparte de Gavin Keyes. Aunque él se ha portado de maravilla con nosotras estos últimos meses, ella no lo conoce tan bien y debe de estar muy asustada por Mamie. Su padre debería estar allí, acompa?ándola, en lugar de Gavin. En cuanto Alain acabe con el teléfono, pienso llamar a Rob para cantarle las cuarenta.
—Te he cambiado el billete —me dice Alain cuando finalmente cuelga— y he comprado otro para mí. El primer vuelo directo que he podido conseguir ha sido el de las 13.25, que llega a Boston poco después de las tres. Había vuelos que salían antes de París, pero, con las escalas, habríamos llegado a Boston más tarde.
Parpadeo y asiento, aunque me da la impresión de que falta una eternidad para las 13.25 de ma?ana.
—Gracias —le digo—. ?Qué te debo?
Sé que ahora no es momento para pensar en cuestiones monetarias, pero estoy segura de que el coste superará con creces el cheque de mil dólares que me ha dado Mamie y no sé cómo lo voy a pagar.
Alain me mira desconcertado.
—No seas insensata —dice—. No es momento para hablar de esas cosas. Tenemos que llegar a Boston lo antes posible para ver a Rose.
Asiento con la cabeza. Ya insistiré más tarde. Ahora no tengo suficiente energía.
—Gracias —digo con suavidad.
Pregunto a Alain si puedo volver a usar su teléfono y me observa con atención mientras hablo primero con la asistente de Rob y después, cuando la convenzo de que me pase la llamada, con él. Hablo con voz tensa.
—?Por Dios, Hope! Iré lo antes posible —dice Rob—. Estoy en medio de una audiencia importante. Y la vida de Annie no corre peligro ni nada por el estilo.
—Tu hija está en el hospital, sola y asustada —le digo, apretando los dientes—. ?Es que eso no te importa?
—Ya te he dicho que iré lo antes que pueda —repite.
—Pues sí, ya te he escuchado la primera vez —replico— y entonces me pareció igual de egoísta.
Cuando cuelgo el teléfono, me doy cuenta de que estoy temblando. Alain cruza la habitación y me abraza. Vacilo por un momento y lo abrazo a mi vez.
—?No estás casada con el padre de Annie? —pregunta Alain al cabo de un momento y me doy cuenta de que, con todo lo que hemos hablado de Mamie, casi no le he contado nada de mí misma.
—No —le digo—, ya no.
—Lo lamento —dice Alain.
Me encojo de hombros.
—No lo lamentes —digo—. Es mejor así.
Trato de que mi voz suene más alegre y despreocupada de lo que siento, pero, por el rostro de Alain, advierto que él ve más allá de mi aparente indiferencia. Agradezco que no me pregunte nada más.
—Te puedes quedar aquí esta noche, si quieres —dice Alain—, aunque creo que has dejado cosas en el hotel que has de recoger.
—Pues sí, tengo que hacer la maleta —digo, atontada— y pagar.
—Esta noche no dormiré —dice Alain—. Tengo demasiadas cosas en la cabeza, así que, ma?ana por la ma?ana, regresa a la hora que quieras, aunque sea temprano, y desayunaremos juntos antes de ir al aeropuerto.
Asiento con la cabeza.
—Gracias —murmuro.
—Gracias a ti —dice Alain. Me aprieta la mano y me da un beso en cada mejilla—. Me has devuelto a mi familia.
Yo tampoco puedo dormir aquella noche, por más que lo intente. Me avergüenza estar tendida bajo las mantas mientras mi hija está sola y asustada a miles de kilómetros. Trato de llamar a Annie dos veces más, pero no contesta: salta directamente el contestador y me pregunto si se habrá quedado sin batería. A eso de las cuatro de la ma?ana de París, consigo contactar a Gavin en su móvil y me dice que él se marchó del hospital cuando llegó Rob, a eso de las 19. Que él sepa, el estado de Mamie no ha variado desde entonces.