La lista de los nombres olvidados

Me quedo paralizada mientras mis ojos recorren la selección familiar. Veo la tarta de queso con limón y uvas que es una de las especialidades de la Estrella Polar. Hay un strudel de aspecto delicado que se parece mucho al que siempre vendemos en mi panadería; me acerco un paso más y advierto que es prácticamente idéntico: contiene manzanas, almendras, pasas de uva, cáscara de naranja confitada y canela, como el que hago yo. Hasta hay un pan de centeno hecho con masa fermentada como aquel con el que hace dos a?os gané la máxima distinción en la votación para elegir los mejores panes del a?o organizada por el Cape Cod Times.

 

Además, en el escaparate tienen trozos de algo que llaman ?Ronde des Pavés?. Estoy habituada a verlo hecho como un pastelillo individual en forma de estrella, con una tapa de masa de estructura de red, pero, cuando me agacho para mirarlo de cerca, el relleno resulta inconfundible: semillas de adormidera, almendras, uvas, higos, ciruelas y azúcar con canela. Es igual que los Star Pies que tanto le gustan a Mamie.

 

—Que puis-je pour vous?

 

Suena una voz aguda en francés a mis espaldas y me vuelvo poco a poco, como envuelta en una niebla.

 

—Ejem, no hablo francés —tartamudeo—. Perdón.

 

El corazón me sigue latiendo a mil por hora.

 

La mujer, que aparenta tener mi edad, sonríe.

 

—No importa —dice, cambiando sin esfuerzo al inglés, con acento—. Aquí vienen muchos turistas. ?Qué le pongo?

 

Indico con mano temblorosa uno de los trozos de Ronde des Pavés. Me lo empieza a envolver, pero hago un gesto para detenerla. Me doy cuenta de que me tiembla la mano cuando le toco el brazo. Alza la mirada, sorprendida.

 

—?De dónde vienen estas recetas? —le pregunto.

 

Frunce el ce?o y me mira con suspicacia.

 

—Son antiguas recetas de mi familia, madame —dice—, y no las damos a conocer.

 

—No, no, si no es eso lo que pretendo —digo rápidamente—; lo que pasa es que tengo una panadería en Estados Unidos, en Massachusetts, y preparo las mismas cosas. Todas estas recetas que yo pensaba que venían de la familia de mi abuela…

 

Desaparece la desconfianza de su expresión y sonríe.

 

—Ah, su abuela, ?es polaca?

 

—No, es de aquí: parisina.

 

La mujer inclina la cabeza a un lado.

 

—Pero los padres de ella serán polacos, ?no? —Se muerde el labio—. Esta panadería… la abrieron mis bisabuelos, poco después de la guerra. En 1947. Venían de Polonia. Estas recetas tienen mucha influencia del este de Europa.

 

Asiento con la cabeza lentamente.

 

—Todo lo que cocinamos ha evolucionado según la tradition ashkénaze del pasado de mi familia. En la actualidad nos ce?imos a esas tradiciones. Su abuela, ?es juive? Ejem, ?judía?

 

Asiento poco a poco.

 

—Sí, creo que sí, pero ?qué es la tradition ash…? Eso que ha dicho.

 

—Es el, ?cómo se dice?, le juda?sme traditionnel europeo —me explica—. Se originó en Alemania, pero, hace siglos, estos juifs se trasladaron a otros países del este de Europa. Antes de la guerra, la mayoría de las communautés juives, ummm, las comunidades judías de Europa eran ashkénaze, como mis bisabuelos. Antes de que Hitler las destruyera.

 

Asiento lentamente y vuelvo a echar una mirada a los pasteles.

 

—Mi abuela siempre decía que su familia tenía una panadería aquí, en París —digo en voz baja—. Antes de la guerra. —Al mirar, me doy cuenta de que faltan varios de los pasteles preferidos de Mamie—. ?Tienen pasteles de pistacho? —pregunto.

 

Mueve la cabeza de un lado a otro y me mira sin comprender, así que le describo los cuernos de gacela de Mamie y sus tartaletas rosadas de almendras. Vuelve a mover la cabeza de un lado a otro.

 

—No conozco esos dulces —me dice y, mirando alrededor, de pronto parece caer en la cuenta de lo atestada que está la tienda—. Perdone, pero me tengo que ir. A menos que quiera usted alguna pasta.

 

Asiento con la cabeza y se?alo uno de los Ronde des Pavés, que —ya lo sé— tendrán el mismo sabor que nuestros Star Pies.

 

—Quiero uno de esos, por favor —le digo.

 

Asiente con la cabeza, lo envuelve en papel parafinado y lo mete dentro de una bolsita blanca de panadería.

 

—Es un regalo —dice y me lo entrega con una sonrisa—. Tal vez me dé usted un pastel, si algún día voy a Massachusetts.

 

Le devuelvo la sonrisa.

 

—Muchas gracias y gracias también por toda su ayuda.

 

Asiente y se da la vuelta. Cuando me estoy acercando a la puerta, oigo que me llama:

 

—Madame?

 

Me vuelvo.

 

—Esas otras cosas dulces que ha mencionado —dice— creo que no corresponden a la tradition ashkénaze del este de Europa.

 

Me saluda con la mano y desaparece entre la multitud de clientes que aguardan. Frunzo el ce?o y me la quedo mirando, confundida.

 

Me como la Ronde des Pavés mientras regreso hasta la dirección que me ha dado monsieur Berr. No es exactamente igual a nuestro Star Pie, pero se le parece bastante. El que yo hago lleva más canela —a Mamie siempre le ha gustado mucho la canela— y la corteza del nuestro es un poco más compacta y más mantecosa. Las pasas de uva de la Ronde son doradas, mientras que yo uso las pasas oscuras tradicionales. Sin embargo, es evidente que las dos recetas tienen el mismo origen.

 

Cuando llego otra vez delante de la puerta de Alain, me he acabado el pastel, pero continúo con mis elucubraciones. Respiro hondo y cierro los ojos por un momento, haciéndome fuerte para resistir al desaliento que sé que me invadirá si no me contesta. Abro los ojos y llamo al timbre.

 

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