—Me tengo que ir —dice—, pero te equivocas.
—?Sobre qué? —pregunto, porque, si he de ser sincera conmigo misma, estoy segura de estar equivocada sobre montones de cosas.
—Sobre lo de no tener amigos —dice—. Me tienes a mí.
Como no sé qué decir, no digo nada.
De pronto se me desboca el corazón y siento que se me encienden las mejillas.
—Ya sé que para ti solo soy el tío que repara las ca?erías y cosas así —a?ade al cabo de un momento.
Se me acalora el rostro.
—Soy un desastre —digo por fin—. ?Por qué querrías ser amigo mío?
—Por el mismo motivo por el cual todos queremos ser amigos de otra persona —dice Gavin—: porque me gustas.
Me lo quedo mirando mientras desaparece por la puerta de entrada.
Milagrosamente, Annie se muestra simpática cuando llega por la tarde y parece estar de tan buen humor que no saco a relucir mi búsqueda en internet ni las ideas contradictorias que tengo sobre París, porque no puedo soportar que tengamos otra discusión. Esta noche le toca ir a la casa de su padre y, mientras lavamos los platos en la cocina, las dos juntas, después de cerrar, interrumpe nuestro silencio cordial con una pregunta: —Vamos a ver, ?estás, o sea, saliendo con Matt Hines o no?
Muevo la cabeza enérgicamente de un lado a otro.
—Claro que no.
Annie me mira con escepticismo.
—No me da la impresión de que él lo sepa.
—?Por qué lo dices?
—Por la forma como te mira y te habla. Como muy posesivo. Como si fueras su novia.
Pongo los ojos en blanco.
—Ya se dará cuenta de que no lo soy.
—?Y cómo es que, o sea, nunca sales con nadie? —pregunta Annie, después de una pausa.
Por la manera en que observa fijamente el fregadero, en lugar de mirarme a la cara, me da la sensación de que se siente incómoda con la conversación y me pregunto por qué la sacará.
—No hace tanto que tu padre y yo nos hemos divorciado —respondo al cabo de un momento.
Annie me dirige una mirada extra?a.
—?Y eso qué tiene que ver? ?Acaso quieres volver con papá?
—?No! —digo al instante, porque no se trata de eso en absoluto—. No, lo que pasa es que no esperaba volver a estar soltera. Además, ahora tú eres mi prioridad, Annie. —Hago una pausa y le pregunto—: ?Por qué?
—Por nada —responde Annie rápidamente. Guarda silencio por un momento y la conozco lo suficiente para saber que, si no insisto, acabará por soltar lo que tiene en la cabeza o como mínimo una versión aproximada—. Solo que es un poco raro.
—?Qué es lo raro?
—Que no tengas novio ni nada parecido.
—A mí no me parece raro, Annie —le digo—. No todo el mundo tiene que estar en pareja.
No quiero que Annie crezca como una de esas jóvenes que, si no tienen una relación, se sienten incompletas. Hasta entonces no se me había ocurrido que pudieran estar rondándole la cabeza ese tipo de pensamientos.
—Papá está en pareja —farfulla.
Otra vez se queda mirando fijamente el fregadero y al principio no sé qué es lo que me hace más da?o: si caer en la cuenta de que Rob me ha dejado atrás tan rápido o el hecho de que eso, sin duda, preocupe a Annie. En cualquier caso, me siento como si me hubieran pegado un pu?etazo en el estómago.
—?En serio? —pregunto, tratando de no alterar la voz—. ?Y a ti qué te parece?
—Bien.
No digo nada y espero que continúe.
Vuelve a romper el silencio.
—Ella está ahí todo el tiempo, ?no? Su novia o lo que sea.
—Nunca la habías mencionado.
Annie se encoge de hombros.
—Pensé que te haría sentir mal.
Parpadeo unas cuantas veces.
—No tienes que preocuparte por eso, Annie. Me puedes decir lo que quieras.
Asiente con la cabeza y me doy cuenta de que me mira de reojo. Finjo que estoy totalmente absorta en lavar los platos.
—?Y cómo se llama? —pregunto con indiferencia.
—Sunshine —farfulla.
—?Sunshine? —dejo lo que estoy haciendo y la miro fijamente—. ?Tu padre sale con una mujer llamada Sunshine?
Annie sonríe por primera vez.
—Es un nombre bastante absurdo —reconoce.
Resoplo y sigo lavando una bandeja para el horno.
—?Te cae bien? —pregunto con cautela, después de una pausa.
Annie se encoge de hombros. Cierra el grifo, coge un pa?o de cocina y se pone a secar un bol grande de acero inoxidable.
—Supongo —dice.
—?Te trata bien? —vuelvo a probar, porque me da la impresión de que me falta saber algo.
—Supongo —repite—. De todos modos, me alegro de que tú no salgas con nadie, mamá.
Asiento y trato de a?adir un toque de humor.
—Bueno, en realidad no puedo decir que los hombres disponibles estén echando la puerta abajo.
Annie pone cara de no entender, como si no se diera cuenta de que me estoy tomando el pelo a mí misma.