Gavin
Tras respirar hondo un momento, para prepararme, hago clic en el primer enlace, que me conduce a una base de datos con nombres de víctimas del Holocausto. Debajo de la casilla de búsqueda se explica que allí figura información sobre la mitad de los seis millones de judíos asesinados durante la Segunda Guerra Mundial. De pronto se me revuelve el estómago. No es la primera vez que veo aquella cifra, pero ahora la siento más cercana. ?Seis millones! ?Por Dios! Me tengo que recordar que, probablemente, Gavin esté equivocado con respecto a Mamie, de todos modos. Tiene que estar equivocado.
El texto de la página principal explica también que todavía quedan millones de víctimas sin identificar y me pregunto cómo puede ser, después de siete décadas. ?Cómo es posible que tanta gente se haya perdido para siempre?
Respiro hondo, escribo ?Picard? y ?París? y hago clic en ?Buscar?.
Obtengo dieciocho resultados y me late el corazón mientras estudio la lista. Ninguno de los nombres de pila coincide con los que me ha dado Mamie y no sé si sentir alivio o desilusión. Sin embargo, hay una Annie en la lista —de pronto siento náuseas— y, cuando hago clic en su nombre, me doy cuenta de que me tiembla la mano. Leo el breve texto: nació en diciembre de 1934, vivió en París y en Marsella y murió el 20 de julio de 1943 en Auschwitz. Hago el cálculo rápidamente: no llegó a cumplir nueve a?os.
Pienso en mi Annie. Cuando cumplió nueve a?os, Rob y yo la llevamos a Boston, a ella y a tres amigas suyas, a tomar el té en el Park Plaza. Se vistieron como princesas y se reían como tontas de los peque?os sándwiches de té, hechos con pan sin corteza. La fotografía que le tomé —Annie con su vestido rosa claro y el cabello largo y suelto soplando la vela que pusimos encima de un cupcake de color rosa— sigue siendo una de mis preferidas.
En cambio, a la peque?a Annie Picard parisina nunca le hicieron una fiesta para festejar su noveno cumplea?os. No llegó a la adolescencia, no se enfrentó a su madre por culpa del maquillaje, no se preocupó por sus deberes de la escuela, no se enamoró ni vivió lo suficiente para descubrir qué querría ser de mayor.
De pronto advierto que estoy llorando. No sé muy bien cuándo he empezado. Enseguida cierro la página con un clic, me seco los ojos y me alejo. Solo al cabo de quince minutos de dar vueltas por el obrador dejo de derramar lágrimas.
Dedico otros treinta minutos a hacer clics en la primera página que me envió Gavin y casi todo lo que encuentro me horroriza. Recuerdo que en la escuela leímos El diario de Ana Frank y que estudiamos el Holocausto en las clases de historia, pero leer al respecto siendo adulta me ha producido una impresión totalmente diferente.
Me bailan delante de los ojos unas cifras y unos hechos pasmosos. En 1939, cuando estalló la guerra, vivían en París doscientos mil judíos, de los cuales fallecieron cincuenta mil. Los nazis comenzaron a arrestar judíos parisinos en mayo de 1941, cuando reunieron a tres mil setecientos hombres y los enviaron a campos de internamiento. En junio de 1942, todos los judíos que vivían en París estaban obligados a llevar una estrella de David amarilla con la palabra ?juif?, que es como se dice ?judío? en francés. Un mes después, el 16 de julio de 1942, hubo una redada inmensa de doce mil judíos, en su mayoría de origen extranjero: los llevaron a un estadio llamado ?el Vélodrome d’hiver? y después los deportaron a Auschwitz. En 1943, los nazis entraban en orfanatos, residencias de ancianos y hospitales y arrestaban a los más indefensos. Se me revuelve el estómago de solo pensarlo.
Escribo ?Picard? en la segunda base de datos que me envió Gavin. Encuentro tres supervivientes de apellido Picard en la lista de un periódico de Múnich y tres más —entre los que figura otra Annie Picard— en una lista de supervivientes de Italia. Constan tres Picard en el registro de fallecidos del campo de concentración de Mauthausen, en Austria, y once más en el de Dachau, en Alemania. Hay treinta y siete Picard en una lista de 7346 deportadas francesas que murieron. Vuelvo a encontrar en esta lista a la Annie Picard de ocho a?os y me saltan las lágrimas. Se me ha nublado tanto la vista que casi no me doy cuenta cuando aparecen en la pantalla otros dos nombres conocidos: Cecile Picard, el segundo nombre de la lista de Mamie, y Danielle Picard, el último.
Me late el corazón cuando leo los detalles correspondientes al primer nombre: Cecile Picard, nacida como Cecile Pachcinski el 30 de mayo de 1901 en Cracovia, Polonia. Procedente de París, Francia. Deportada a Auschwitz en 1942. Murió en el oto?o de 1942.