La lista de los nombres olvidados

INGREDIENTES

 

3 manzanas verdes (Granny Smith), peladas, sin el corazón y cortadas en rodajas finas 1 manzana verde (Granny Smith), pelada, sin el corazón y rallada 1 taza de pasas de uva

 

? taza de cáscara de naranja confitada picada (véase la receta a continuación) 1 taza de azúcar moreno

 

2 cucharaditas de canela

 

? taza de almendras fileteadas

 

1 lámina de hojaldre congelado, descongelada 1 huevo batido

 

azúcar con canela para espolvorear (3 partes de azúcar mezcladas con 1 parte de canela) PREPARACIóN

 

En un bol grande, mezclar las manzanas, las pasas, la cáscara de naranja confitada, el azúcar moreno y la canela. Dejar reposar treinta minutos.

 

Precalentar el horno a 200 grados.

 

Esparcir una capa fina de almendras fileteadas sobre una fuente e introducirla en el horno entre siete y nueve minutos, hasta que se tuesten ligeramente. Retirar y reservar cinco minutos, hasta que se hayan enfriado y se puedan tocar. Incorporar a la mezcla de manzanas.

 

Con una cuchara, echar la mezcla de manzanas en un escurridor forrado con una gasa y presionar con otro trozo de gasa para eliminar el exceso de humedad. Dejarla en el escurridor y extender el hojaldre sobre una fuente de horno untada con mantequilla. Estirarla suavemente para agrandar la superficie de la masa, procurando no romperla.

 

Extender la mezcla de las manzanas en el medio del hojaldre, en sentido longitudinal, y doblar la pasta alrededor de la mezcla; para sellar bien los bordes, hay que humedecerse los dedos con un poco de agua y apretar bien.

 

Pintar con el huevo batido, hacer cinco o seis cortes estrechos por encima y espolvorear con azúcar con canela en abundancia.

 

Hornear 35 o 40 minutos, hasta que se dore.

 

 

 

CáSCARA DE NARANJA CONFITADA

 

INGREDIENTES

 

4 naranjas

 

14 tazas de agua, por separado

 

2 tazas de azúcar granulado

 

PREPARACIóN

 

Pelar las cuatro naranjas con cuidado, para retirar las cáscaras enteras o en dos trozos, si es posible.

 

Cortar las cáscaras en tiras finas.

 

Poner a hervir seis tazas de agua y echar las cáscaras en el agua hirviendo. Mantener el hervor 3 minutos, escurrir y enjuagar. Repetir otra vez todo el proceso. (De este modo se elimina parte del amargor de la cáscara de la naranja.)

 

Mezclar las dos tazas de agua que quedan con dos tazas de azúcar y llevar a hervor. A?adir las cáscaras, bajar el fuego y tapar. Hervir 45 minutos a fuego lento.

 

Con una espumadera, retirar las cáscaras del agua azucarada y ponerlas a secar en una rejilla. Esperar por lo menos dos horas antes de usarlas en la receta anterior. Mojar lo que quede en chocolate amargo y disfrutarlo como tentempié.

 

 

 

Rose

 

Aquella ma?ana, al despertar, Rose se dio cuenta: estaba igual que en los viejos tiempos, cuando sentía las cosas en la médula de los huesos, antes de que ocurrieran. Aquella época quedaba en un pasado lejano, pero últimamente, a medida que el alzheimer le había ido robando más de lo intermedio, daba la impresión de que la línea del tiempo de su vida se había convertido en un acordeón que se plegaba sobre sí mismo, acercando cada vez más el pasado al presente, concentrando y contrayendo los a?os transcurridos.

 

Sin embargo, aquel día Rose lo recordaba todo: su familia, sus amigos, la vida que había tenido. Por un momento, había cerrado los ojos y había deseado regresar al olvido anterior. Algunos días, el alzheimer la aterrorizaba, pero otras veces era un consuelo. No estaba preparada para aquella ventana despejada al pasado. Abrió los ojos y miró el calendario que tenía en la mesilla junto a su cama. Todas las noches, antes de cerrar los ojos, tachaba el día que acababa de vivir. Estaba perdiendo todo lo demás, pero saber el día de la semana era algo que aún podía controlar y, según la equis roja que había en el calendario, hoy, veintinueve de septiembre, era un día especial. Rose supo de inmediato que el hecho de recuperar la lucidez precisamente aquel día era una se?al de lo alto.

 

Por eso se había pasado la ma?ana escribiéndolo todo, lo mejor que había podido, en una carta dirigida a su nieta. Algún día, Hope la leería y comprendería, pero todavía no. Aún faltaban algunas piezas. Cuando Rose cerró el sobre, poco antes de la hora de comer, se sintió vacía y triste, como si acabara de sellar una parte de su vida. Suponía que, en cierto modo, así era.

 

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