La lista de los nombres olvidados

Aunque Jacob no se había vuelto a casar y no tenía ningún familiar, que nosotros supiéramos, me pareció que había que avisar a alguien de su muerte, sobre todo si pensábamos enterrarlo aquí, en el cabo Cod. Gavin me había ayudado a localizar a un abogado que figuraba en algunos de sus viejos documentos.

 

—Bueno, pues resulta que, en su testamento, Jacob Levy lo deja todo a tu abuela o a sus descendientes directos —prosigue Thom—. Parece que él siempre creyó que ella estaba viva y que la encontraría. Eso es lo que me dijo su abogado.

 

—Espera, entonces…

 

No acabo la frase, mientras trato de entender lo que me está diciendo.

 

—Como tú eres la descendiente directa más próxima de Rose Durand McKenna, de la cual sabemos, claro está, que antes se llamaba Rose Picard —prosigue Thom—, los bienes de Jacob te pertenecen.

 

—Espera —vuelvo a decir, mientras me esfuerzo por comprender—, ?me estás diciendo que Jacob tenía tres millones y medio de dólares?

 

Thom asiente con la cabeza.

 

—Y ahora te digo que la que tiene tres millones y medio de dólares eres tú, aunque antes habrá que hacer un montón de trámites, desde luego. —Vuelve a consultar los papeles—. Parece que, cuando llegó a Estados Unidos, se fue abriendo camino y pasó de ser ayudante de camarero en la cocina de un hotel a dirigir un hotel y al final fue uno de los inversores en un hotel. Así me lo explicó su abogado. Parece que ya era millonario en 1975 y entonces fundó una institución benéfica a favor de los supervivientes del Holocausto. Convirtió aquel primer hotel en siete propiedades con las que ganó mucho dinero. Vendió sus acciones hace tres a?os. Parte de su fortuna irá a una anualidad que financiará la institución benéfica y el resto, tres millones y medio, te corresponde a ti.

 

—Pero él nunca dijo nada —digo.

 

Thom se encoge de hombros.

 

—Dice su abogado que era muy modesto y siempre vivió por debajo de sus posibilidades. Utilizó el dinero para contratar a detectives privados para tratar de localizar a tu abuela, pero, como no sabía el nombre que ella había adoptado, nunca pudo encontrarla.

 

—?Dios mío! —murmuro.

 

Todavía no he acabado de hacerme a la idea.

 

Thom mueve la cabeza.

 

—Eso no es todo —dice—. Tu abuela también deja un peque?o patrimonio. Ya sabes que la institución de vida asistida ha consumido la mayor parte de sus fondos, pero queda un poco, que vienen a ser unos setenta y cinco mil dólares, después de todo. Alcanza para liquidar el préstamo de la casa de tu madre.

 

Muevo la cabeza.

 

—Es increíble —murmuro.

 

—Además —a?ade Thom—, hay una carta. Me la envió tu abuela en septiembre y está sellada. En la nota que la acompa?aba, me pedía que te la entregara el último día del a?o de su muerte.

 

Tengo un nudo en la garganta que me impide responder. Parpadeo para contener las lágrimas, mientras Thom desliza sobre el escritorio un sobre estrecho hacia mí.

 

—?Sabes lo que dice? —le pregunto, cuando recupero el habla.

 

Thom lo niega con la cabeza.

 

—?Por qué no te vas a casa a leerla? Ahora solo me hace falta tu firma en un par de cosas y haré que transfieran a tu cuenta el dinero de tu abuela. El abogado de Jacob Levy ya se está ocupando de hacerte llegar también el suyo. No creo que tardes en recibirlo. Mientras tanto, si quieres, puedo hablar con Matt en el banco.

 

Asiento con la cabeza.

 

—Dile que compraré la panadería enseguida —le digo—. Se acabaron los pagos al banco. Quiero que pertenezca a mi familia para siempre.

 

—Recibido —dice Thom y, después de una pausa, a?ade, tanteando el terreno—. ?Hope?

 

—?Sí?

 

Suspira y mira por la ventana.

 

—Tu madre estaría orgullosa de ti, ?sabes?

 

Muevo la cabeza.

 

—Lo dudo —digo—. Siempre la decepcioné. Creo que deseaba no haberme tenido.

 

Nunca se lo había dicho a nadie y no sé por qué se lo estoy diciendo a Thom Evans.

 

—No es cierto, Hope —dice Thom con suavidad—. Tu madre, ya lo sabes, era una persona muy estricta, pero tú eras lo más importante del mundo para ella, aunque no te dieras cuenta.

 

—Pues no —digo—. Lo más importante eras tú. Y todos los hombres que entraron y salieron de su vida. Sin ánimo de ofender.

 

—Faltaría más —dice Thom.

 

—Daba la impresión de que siempre estaba buscando algo que no podía encontrar —digo.

 

—Al final de su vida, creo que lo encontró —dice—, aunque tal vez fuera demasiado tarde para comunicártelo como corresponde.

 

Alzo la mirada.

 

—?A qué te refieres?

 

Suspira.

 

—Se pasaba el tiempo diciendo lo fría que era para querer a nadie.

 

—?Te dijo eso a ti?

 

Nunca pensé que mi madre se conociera tan bien. Además, no tenía ni idea de que hubiera mantenido la relación con Thom. Pensaba que, cuando la gente desaparecía de su vida, desaparecía para siempre. Me sorprende enterarme de que lo había dejado acercarse otra vez. él se encoge de hombros.

 

—Hablábamos de montones de temas, sobre todo al final. Creo que, cuando se dio cuenta de que se estaba yendo, empezó a lamentar muchas cosas. Hasta el final de su vida no se dio cuenta de que tenía delante lo que había estado buscando.

 

Parpadeo.

 

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