Gavin y yo escuchamos embelesados mientras Jacob nos cuenta que regresó a París, que buscó a Rose por todas partes y que, en el fondo de su alma, estaba convencido de que ella había sobrevivido. Nos habla de la desesperación que sintió al no encontrarla y de las conversaciones que mantuvo con Alain, que estaba solo y desorientado —había perdido a toda su familia—, al cuidado de una organización internacional de refugiados.
—Finalmente vine a Estados Unidos —dice—, porque Rose y yo nos habíamos prometido que nos reuniríamos aquí. Trataba de cumplir mi parte de la promesa, ?entienden? Por eso, todos los días de los últimos cincuenta y nueve a?os, he esperado en el extremo de Battery Park, que es donde habíamos quedado en encontrarnos. Siempre convencido de que ella vendría.
—?Has ido allí todos los días? —pregunto.
Jacob sonríe.
—Casi todos los días. Trabajaba, desde luego, pero iba antes y después de trabajar. Los únicos días que no fui a esperar en el parque fueron el día que me rompí la cadera y los días posteriores, además de los días que siguieron al 11 de septiembre, en los que era imposible llegar. En realidad, yo estaba en el parque cuando el primer avión chocó contra el World Trade Center. —Guarda silencio un momento y a?ade en voz baja—: Fue la segunda vez en mi vida en la que vi al mundo desplomarse ante mis ojos.
Lo asimilo por un momento.
—?Y cómo estabas tan seguro de que mi abuela vendría a reunirse contigo? ?No habías llegado a pensar que tal vez hubiese muerto?
Reflexiona por un momento.
—No. Lo habría sentido. Me habría dado cuenta.
—?Cómo? —pregunto con suavidad.
No pretendo faltarle al respeto, pero no me puedo imaginar que alguien aguante setenta a?os por una sensación. Jacob mira un momento fijamente por la ventanilla y después se vuelve hacia mí con una sonrisa leve y triste.
—Lo habría sentido en mi alma, Hope —dice—. ?Comprendes? No ocurre a menudo en la vida, pero, cuando dos personas encuentran esa clase de conexión, la conexión que tenemos tu abuela y yo, están ligados el uno al otro para siempre. Si ella hubiese desaparecido, yo habría sentido que me faltaba una parte de mi alma. Cuando Dios nos unió, nos hizo dos mitades de un mismo todo.
De pronto, la mano de Gavin se tensa sobre la mía y me mira con los ojos bien abiertos.
—?Qué pasa? —le pregunto.
En lugar de responderme, lo mira por el espejo retrovisor.
—?Jacob? —pregunta—. ?Qué quiere decir con eso de que Dios los unió?
En aquel momento, antes de que Jacob responda, entiendo a dónde quiere llegar Gavin y sé lo que Jacob está a punto de decir.
—El día que Rose y yo nos casamos —dice Jacob— nos convertimos en uno a los ojos de Dios.
Trago saliva.
—?Estabais casados mi abuela y tú? —repito.
Jacob me mira sorprendido.
—Desde luego —dice—. Nos casamos en secreto, ?comprendéis? Ni su familia ni la mía se enteraron. Para ellos, éramos demasiado jóvenes. Ansiábamos que llegara el día en que pudiéramos celebrar la ceremonia en su presencia, con las personas que más queríamos, pero nunca tuvimos la oportunidad.
Me esfuerzo por comprender y de pronto me doy cuenta de lo que significa: si mi abuela estaba casada con Jacob, su matrimonio con mi abuelo nunca fue legítimo. Siento otra punzada de tristeza por él, por las pérdidas que no conoció.
?O lo sabría? En 1949, cuando fue a París, ?se habrá enterado mi abuelo de que Jacob Levy había sobrevivido y de que su mera existencia anulaba su matrimonio con mi abuela? ?Será posible que, por este motivo, le haya dicho a mi abuela que Jacob había muerto? Se me revuelva el estómago solo de pensarlo y caigo en la cuenta de que, posiblemente, nunca sepa la respuesta.
—?Te casaste con mi abuela porque estaba embarazada? —me atrevo a preguntar.
—No. —Jacob mueve la cabeza de un lado a otro con vehemencia—. Nos casamos porque nos queríamos. Nos casamos porque temíamos que la guerra nos separara violentamente. Nos casamos porque sabíamos que estábamos hechos el uno para el otro. Creo que el bebé fue concebido la noche de nuestra boda, la primera vez que estuvimos juntos de esa manera.
Cierro los ojos para asimilarlo. Mi madre no había sido el producto de una aventura entre adolescentes, sino que había sido concebida en el matrimonio. Había sido fruto de la consumación del amor entre Mamie y Jacob. Ella y, por lo tanto, yo y, por lo tanto, Annie éramos todo lo que quedaba de la malhadada unión de dos almas gemelas.
—?Te das cuenta? —pregunta Jacob después de un silencio prolongado—. Yo tenía razón todo el tiempo: Rose estaba viva. Me lo decía el corazón y ahora, por fin, volveré a verla.