Stardust - Polvo de estrellas

 

—Podrías meterte dentro —le aconsejó el conductor—. No tiene sentido que nos mojemos los dos.

 

Se habían puesto unas capas impermeables que encontraron bajo el pescante.

 

—Me costaría mucho mojarme todavía más —dijo Tristran— sin saltar directamente a un río. Me quedaré aquí. Dos pares de ojos y dos pares de manos podrían muy bien salvarnos la vida.

 

Su compa?ero gru?ó. Se apartó la lluvia de los ojos y de la boca con una mano fría y húmeda, y después dijo:

 

—Eres un loco, chico. Pero te lo agradezco. —Se pasó las riendas a la mano izquierda y extendió la derecha—. Me conocen como Primus. Lord Primus.

 

—Tristran. Tristran Thorn —dijo él, sintiendo que el hombre, de alguna manera, se había ganado el derecho a saber su nombre.

 

Se dieron la mano. La lluvia cayó con más fuerza. Los caballos avanzaron aún más despacio, mientras el camino se convertía en un torrente y la lluvia impedía la visión con tanto ahínco como la niebla más espesa.

 

—Hay un hombre —dijo lord Primus, gritando para hacerse oír por encima de la lluvia y del viento, que le arrancaba las palabras de los labios—. Es alto y se parece un poco a mí, aunque su aspecto recuerda a un cuervo. Sus ojos parecen inocentes y apagados, pero lleva la muerte en ellos. Se llama Septimus, pues fue el séptimo hijo que engendró nuestro padre. Si alguna vez le ves, corre y escóndete. Me busca a mí, pero no dudará en matarte si te interpones, o quizá te convertirá en su instrumento, para así poder matarme.

 

Una ráfaga salvaje de viento derramó una jarra entera de agua de lluvia por el cuello de Tristran.

 

—Parece un hombre peligroso —dijo.

 

—Es el hombre más peligroso con el que jamás tropezarás.

 

Tristran se quedó callado bajo la lluvia y la creciente oscuridad. Cada vez era más difícil distinguir el camino. Primus habló de nuevo para decir:

 

—La verdad, me parece que hay algo contra natura en esta tormenta.

 

—?Contra natura?

 

—O por encima de lo natural; sobrenatural, si lo prefieres. Espero que encontremos una posada por el camino. Los caballos necesitan descansar, y a mí me gustaría disfrutar de una cama seca, un cálido fuego y una buena comida.

 

Tristran gritó para declarar su conformidad con el plan. Intentó encontrar una posada en su mente y no pudo. Sentados uno al lado del otro, cada vez estaban más empapados. Tristran pensó en la estrella y el unicornio. A estas alturas ella estaría también empapada y aterida. Le preocupaba su pierna rota, y pensó en lo mucho que debía de dolerle la espalda de tanto montar.

 

Todo era culpa suya. Se sentía abatido.

 

—Soy la persona más desdichada que ha vivido nunca —le confesó a Primus, cuando se detuvieron para dar de comer avena mojada a los caballos.

 

—Eres joven y estás enamorado —dijo Primus—. Todo joven en tu posición es el joven más desdichado que ha vivido nunca.

 

Tristran se preguntó cómo podía haber adivinado lord Primus la existencia de Victoria Forester. Se imaginó a sí mismo relatando a la bella sus aventuras ante un gran fuego, en Muro; pero, fuera como fuese, todos sus relatos sonaban a hueco.

 

Ese día, el anochecer parecía haber empezado al amanecer y ahora el cielo se oscurecía de nuevo. El camino continuaba subiendo. La lluvia amainaba un poco y luego redoblaba su fragor y caía más duramente que nunca.

 

—?Es una luz, eso de ahí? —preguntó Tristran.

 

—No veo nada. Quizás hayan sido los fuegos fatuos o un relámpago… —dijo Primus. Pero al doblar un recodo del camino, a?adió—: Me equivoqué. Es una luz. Tienes buenos ojos, jovencito. Pero en estas monta?as existen sorpresas desagradables. Esperemos que sea gente amistosa.

 

Los caballos aligeraron el paso ahora que podían distinguir su destino. Un relámpago iluminó las monta?as, que se levantaban a ambos lados del camino.

 

—?Tenemos suerte! —gritó Primus, con su voz profunda que parecía un trueno—. ?Es una posada!

 

 

 

 

 

Capítulo 7

 

 

 

Bajo el signo del carro

 

 

 

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