Stardust - Polvo de estrellas

Por las ma?anas, Primus hablaba con los capitanes de los barcos y les invitaba generosamente a grog, pero nunca bebía ni comía con ellos. Por la tarde, inspeccionaba los barcos en el muelle.

 

Pronto a los chismosos de Mareamalsana (y había muchos) les quedó clara la cosa: el caballero barbudo embarcaría hacia el este. Y a esta historia pronto le pisó los talones otra: que zarparía en el Corazón de un Sue?o, al mando del capitán Yann, un barco de maderas negras con las cubiertas pintadas de rojo carmesí y una reputación más o menos decente (lo que quiere decir que sólo pirateaba en aguas distantes), y que la partida tendría lugar en cuanto el se?or diese la orden.

 

—?Buen se?or! —dijo un golfillo a lord Primus—. Hay un hombre en el pueblo que ha venido por tierra. Se aloja con la se?ora Pettier. Es delgado y parece un cuervo, y le vi en el Rugido del Océano invitando a grog a todo el mundo. Dice que es un pobre marinero que busca donde poder embarcarse.

 

Primus acarició el pelo sucio del chico y le entregó una moneda. Entonces reanudó sus preparativos y aquella tarde se anunció que el Corazón de un Sue?o zarparía dentro de tres breves días. El día antes de que el Corazón de un Sue?o se hiciera a la mar, Primus fue visto vendiendo su carruaje y sus caballos al amo del establo de la calle del mundo, tras lo cual anduvo hasta el muelle, donde dio unas monedas a los chavales. Entró en su camarote del Corazón de un Sue?o y dio órdenes estrictas de que nadie le molestara, por ninguna razón, buena o mala, hasta al menos una semana después de haber zarpado.

 

Aquella noche aconteció un desgraciado accidente a un marino de la tripulación del Corazón de un Sue?o. Patinó, borracho, sobre el pavimento resbaladizo de Revenue Street y se rompió la cadera. Por suerte, había un sustituto a punto: el mismo marinero con el que estuvo bebiendo aquella noche el accidentado, a quien había convencido para que le demostrara un complicado paso de baile sobre el pavimento húmedo. Y este marinero, alto, de pelo oscuro y aspecto parecido a un cuervo, estampó un círculo como marca en los papeles del barco esa misma noche, y al amanecer estaba en cubierta cuando el barco zarpó entre la niebla matinal.

 

El Corazón de un Sue?o puso rumbo al este. Y lord Primus de Stormhold, con la barba recién afeitada, contempló cómo se alejaba desde un acantilado, hasta perderlo de vista. Entonces se dirigió hacia la calle Wardle, donde devolvió el dinero al amo del establo, a?adiendo una peque?a cantidad, y partió inmediatamente, por el camino de la costa, hacia el oeste, en un carruaje negro tirado por caballos negros.

 

 

 

Era una solución obvia. Después de todo, el unicornio los había estado siguiendo la mayor parte de la ma?ana, rozando ocasionalmente con la frente el hombro de la estrella. Las heridas de sus flancos, que florecieron como rosas rojas bajo las garras del león el día anterior, ahora estaban secas y cubiertas por una costra marrón.

 

La estrella cojeaba, vacilaba y tropezaba, y Tristran caminaba junto a ella; la fría cadena los ataba mu?eca con mu?eca. Por una parte, Tristran consideraba que era casi un sacrilegio montar un unicornio: no era un caballo, no tenía por qué aceptar ninguno de los antiguos pactos acordados entre el Hombre y el Caballo. Había en sus ojos negros algo muy salvaje, y un impulso eléctrico en sus movimientos que parecía peligroso e indómito.

 

Por otra parte, Tristran empezó a sentir que, de una manera que era incapaz de expresar, el unicornio apreciaba a la estrella y quería ayudarla. Así que dijo:

 

—Mira, ya sé que quieres frustrar mis planes todo cuanto te sea posible, pero si el unicornio quiere, quizá te podría llevar montada durante una parte del trayecto.

 

La estrella no dijo nada.

 

—?Y bien?

 

Ella se encogió de hombros. Tristran se dirigió al unicornio y contempló sus ojos como charcas negras.

 

—?Puedes entenderme? —preguntó. El animal no dijo nada. él esperaba que asintiera, o que golpeara el suelo con un casco, como un caballo adiestrado que vio una vez en el pueblo cuando era peque?o. Pero el animal sólo le miró—. ?Quieres llevar a la dama, por favor?

 

Neil Gaiman's books