?Esto es un sue?o —se?aló Gordo Charlie— y no quiero hablar de eso.?
?Qué chicos estos —dijo su padre, sacudiendo la cabeza—. Escucha. Tengo algo importante que decirte.?
??Qué??
Pero su padre no respondió. Estaba mirando algo que había en la orilla, y alargó una mano para cogerlo. Cinco puntiagudos brazos se doblaron lánguidamente.
?Una estrella de mar —musitó su padre—, si la cortas por la mitad, se reproduce inmediatamente.?
?Me había parecido entender que tenías algo importante que decirme.?
Su padre se llevó la mano al pecho y se desplomó en la arena, había dejado de moverse. Empezaron a salir gusanos del suelo y lo devoraron en cuestión de segundos, no dejaron más que los huesos.
?Papá?
Gordo Charlie se despertó, estaba en su dormitorio y las lágrimas rodaban por sus mejillas. Entonces, dejó de llorar. No tenía motivos para llorar, su padre no había muerto; sólo había sido una pesadilla.
Decidió que invitaría a Rosie a cenar en su casa la noche siguiente. Comerían bistec. él mismo prepararía la cena. Todo iría bien.
Se levantó de la cama y se vistió.
Estaba en la cocina, veinte minutos más tarde, comiéndose un bote de tallarines precocinados, cuando cayó en la cuenta de que, aunque lo de la playa había sido un sue?o, su padre seguía estando muerto.
Rosie se pasó un rato más tarde por casa de su madre, en Wimpole Street.
—Hoy he visto a tu novio —dijo la se?ora Noah. Su nombre de pila era Eutheria, pero en los últimos treinta a?os nadie más que su marido se había atrevido llamarla así y, tras su muerte, el nombre se le había ido atrofiando y ya no era probable que volviera a usarlo nunca más.
—Yo también —replicó Rosie—. ?Dios, cómo quiero a ese hombre!
—Lógico. Vas a casarte con él, ?no?
—Sí, bueno. Quería decir que, aunque siempre he sabido que le quería, hoy he descubierto hasta qué punto lo amo realmente. Me gusta todo de él.
—?Has logrado averiguar dónde estuvo anoche?
—Sí. Me lo ha explicado todo. Salió con su hermano por ahí.
—No sabía que tuviera un hermano.
—No lo había mencionado hasta ahora. No están muy unidos.
La madre de Rosie chasqueó la lengua.
—Pues deben de haberse puesto todos de acuerdo para celebrar una reunión de familia. ?No te dijo nada de su prima?
—?Prima?
—O a lo mejor es su hermana. No parecía que lo tuviera muy claro. Una chica muy mona, aunque sin mucha clase. Tenía cierto aire chino. Tampoco me sorprendió demasiado. Pero, bueno, ya sabes con qué clase de gente vas a emparentar.
—Mamá, no conoces a su familia.
—A ella sí la conozco. Estaba esta ma?ana en la cocina, paseándose por toda la casa medio desnuda. Una desvergonzada. Si es que de verdad era su prima, claro.
—Gordo Charlie no mentiría sobre una cosa así.
—Es un hombre.
—?Mamá!
—Y, a propósito, ?por qué no ha ido hoy a trabajar?
—Sí ha ido. Estaba en la oficina. Hemos comido juntos.
La madre de Rosie se miró en el espejo y se limpió el carmín de los dientes.
—?Qué más le dijiste? —preguntó Rosie.
—Nos limitamos a hablar de la boda, le advertí de que no quería que su padrino hiciera un discurso de esos soeces. Me dio la impresión de que había estado bebiendo. Ya te advertí de que no debías casarte con un hombre que se diera a la bebida.
—Bueno, pues cuando yo lo vi estaba perfectamente —dijo Rosie en tono repipi, y a?adió—. Oh, mamá, ha sido un día absolutamente maravilloso. Hemos estado paseando, charlando y... Oh, ?te he dicho ya lo increíblemente bien que huele? Y tiene unas manos tan suaves...
—Pues, si quieres que te diga la verdad, a mí me parece que huele a chamusquina. Te diré lo que deberías hacer: la próxima vez que le veas, pregúntale por esa prima. Yo no digo ni que sea de verdad su prima ni que no lo sea. Sólo digo que, en caso de que lo sea, es que en su familia hay prostitutas, strippers y chicas de vida alegre, y no te conviene.
Rosie se sentía mejor ahora que su madre volvía a tomarla con Gordo Charlie.
—Mamá, no pienso seguir escuchándote.
—Muy bien. Me morderé la lengua, si es lo que quieres. Al fin y al cabo, no soy yo quien se va a casar con él. Ni la que va a echar a perder su vida. No voy a ser yo la que acabe llorando sobre su almohada mientras él se pasa la noche entera de juerga, bebiendo con sus amiguitas. No voy a ser yo la que se pase los días y las noches esperando a que su marido salga de la cárcel.
—?Mamá! —Rosie quería mostrarse indignada, pero la imagen de Gordo Charlie cumpliendo condena en prisión era tan grotesca y tan descabellada que tuvo que reprimir la risa.
Sonó el móvil de Rosie.
—?Sí? —respondió y, tras una breve pausa, continuó—. Me encantaría. Es una idea estupenda.
Colgó el teléfono.