—Vaya —dijo, con voz amable—. Ahora caigo en que el interruptor de la luz está a la entrada de la bodega. Discúlpenme un segundo.
Y, entonces, cerró la puerta, dejando a las dos mujeres dentro de la cámara, y echó los cerrojos.
Cogió una botella polvorienta de un Chablis Premier Cru de 1995.
Subió la escalera con paso decidido e informó a sus tres empleados de que podían tomarse toda la semana libre.
Cuando subía por la escalera para ir a su estudio, le pareció oír un mudo ruido de pasos detrás de él, pero al darse la vuelta no vio a nadie. Por extra?o que pueda parecer, aquello le tranquilizó. Cogió un sacacorchos, abrió la botella y se sirvió una copa de vino blanco. Lo probó y, aunque nunca había sido muy aficionado al vino tinto, descubrió que, en ese preciso instante, le apetecía un vino más rico en aromas y más oscuro. ?Debería tener —pensó— el color de la sangre.?
Al terminar su segunda copa de Chablis, se dio cuenta de que había estado culpando de su incómoda situación a la persona equivocada. Maeve Livingstone, ahora lo comprendía, no era más que una pobre idiota. No, el verdadero culpable, obvia e indiscutiblemente, era Gordo Charlie. Si él no se hubiera entrometido, si no hubiera violado la privacidad de sus archivos informáticos, Grahame Coats no estaría allí, exiliado, como un rubio Napoleón en una paradisíaca y soleada Elba. No se vería en el brete de tener que encerrar a aquellas dos mujeres en la fresquera. ?Si Gordo Charlie estuviera aquí —pensó—, le arrancaría la garganta con mis propios dientes?, y aquel pensamiento, aun excitándole, le impresionó.
Anocheció, y Grahame Coats contempló desde su ventana el Squeak Attack, que pasaba frente á su casa rumbo a la puesta de sol. Se preguntó cuánto tiempo tardarían en descubrir que habían perdido a dos de sus pasajeras. Hasta le dijo adiós con la mano.
Capítulo Duodécimo
En el que Gordo Charlie hace varias cosas por primera vez
En el hotel Dolphin había un conserje. Era un hombre joven, con gafas, y estaba leyendo una novela de bolsillo con una pistola y una rosa en la cubierta.
—Estoy tratando de localizar a una persona —le dijo Gordo Charlie—, aquí, en la isla.
—?A quién?
—A una se?ora que se llama Callyanne Higgler. Viene de Florida. Es una vieja amiga de la familia.
El joven cerró su libro con aire pensativo y, a continuación, miró a Gordo Charle con los párpados entornados. En las novelas de bolsillo, cuando alguien hace ese gesto, es que algo malo está a punto de ocurrir; pero en el mundo real, simplemente parecía que estaba muerto de sue?o y luchaba por mantener los ojos abiertos.
—?Es usted el tipo que vino con una lima? —le preguntó.
—?Qué?
—?El de la lima?
—Sí, supongo que sí.
—?Puedo verla?
—?La lima?
El conserje asintió, muy serio.
—No, no puedes. Me la he dejado en la habitación.
—Pero usted dijo que era el tipo de la lima.
—?Puedes ayudarme a encontrar a la se?ora Higgler? ?Hay algún Higgler en la isla? ?Tienes por ahí un listín telefónico? Creí que habría uno en mi habitación.
—Ese apellido es bastante común aquí, ?sabe? —le dijo el conserje—. El listín no le va a servir de mucho.
—?Cómo de común?
—Pues —replicó el conserje—, vamos a ver. Yo me llamo Benjamin Higgler. ?Y ve usted a aquella chica de allí, la de recepción? Se llama Amerila Higgler.
—Oh. Genial. La isla está llena de Higglers. Pues qué bien.
—Y esa se?ora, ?ha venido por el festival de música?
—?Qué?
—Dura toda la semana. —Le dio un folleto a Gordo Charlie en el que se informaba de que Willie Nelson (cancelado) sería el encargado de abrir el Festival de Música de Saint Andrews.
—?Por qué ha cancelado su actuación?
—Por lo mismo que Garth Brooks. Básicamente, nadie les avisó.
—No creo que haya venido por el festival de música. Tengo que encontrarla, se trata de algo muy importante. Tiene algo que me hace mucha falta. Dime una cosa, si estuvieras en mi lugar, ?por dónde empezarías a buscar?
Benjamin Higgler sacó un mapa de la isla de un cajón.
—Estamos aquí, al sur de Williamstown... —comenzó, y se?aló el lugar con un rotulador. A partir de ahí, se puso a trazar todo un plan de campa?a para Gordo Charlie: dividió la isla en varios segmentos que podían ser fácilmente recorridos en bici en un solo día, y se?aló con cruces todos los cafés y los bares. También dibujó circulitos para se?alar todos los puntos de interés turístico.
A continuación, le alquiló una bici a Gordo Charlie.