Los Hijos de Anansi

—Yo lo resolveré —decía Gordo Charlie—. Lo arreglaré todo.

 

—?Del mismo modo que has arreglado el resto de tu vida? —Ara?a sonrió, pero en su sonrisa no había alegría.

 

—Lo siento.

 

—No. Yo lo siento. —Ara?a suspiró—. Cuéntame, ?tienes un plan?

 

—?Un plan?

 

—Entenderé eso como un no. Tú haz lo que tengas que hacer. Sácame de aquí.

 

—?Estás en el Infierno?

 

—No sé dónde estoy. De ser, será el Infierno de los Pájaros. Tienes que sacarme de aquí.

 

—?Cómo?

 

—Eres hijo de papá, ?no? Eres mi hermano. Piensa en algo. Pero sácame de aquí.

 

Gordo Charlie se despertó temblando. La azafata le trajo café y se lo bebió con fruición. Ya estaba completamente despierto y no quería volver a dormirse, así que se puso a leer la revista de Caribbeair y descubrió una serie de datos muy útiles acerca de Saint Andrews.

 

Se enteró de que Saint Andrews no es la más peque?a de las islas del Caribe, pero sí es frecuente que la gente se olvide de mencionarla cuando enumera los nombres de todas ellas.

 

Fue descubierta por los espa?oles en 1500, y es de origen volcánico; tiene una fauna muy variada, por no mencionar la variedad de su flora. Antiguamente se decía que cualquier cosa que uno plantara en Saint Andrews, prosperaría.

 

Estuvo bajo el dominio de los espa?oles y, posteriormente, de los ingleses, de los holandeses y, de nuevo, de los ingleses. A continuación, durante un breve periodo, antes de declararse independiente en 1962, perteneció al coronel F .E. Garrett, que dio un golpe de Estado, rompió las relaciones diplomáticas con todos los demás países —excepto el Congo y Albania— y gobernó la isla con mano de hierro durante a?os hasta que se cayó de la cama y murió. La caída fue tan grave que se fracturó varios huesos; aunque tenía a un pelotón de soldados en su dormitorio velando por su seguridad, éstos declararon que todoshabían intentado frenar la caída del coronel, pero ninguno lo consiguió y, a pesar de sus esfuerzos, el coronel llegó muerto al único hospital de la isla. Desde entonces, la isla contaba con un gobierno democráticamente elegido que desempe?aba sus funciones con eficacia y magnanimidad, siempre cercano a sus ciudadanos.

 

Tenía muchos kilómetros de playas de fina arena y una selva tropical muy peque?a justo en el centro; producía plátanos y ca?a de azúcar, estaba dotada de un sistema bancario abierto a las inversiones extranjeras y no había firmado tratado de extradición con ningún país extranjero, a excepción, seguramente, del Congo y Albania.

 

Si había algo por lo que Saint Andrews era conocida en todo el mundo era por su gastronomía: sus habitantes afirman que el pollo asado con especias es una creación suya, y no de los jamaicanos, como vulgarmente se cree, y también reivindican la originalidad de su cabrito al curry, frente al de Trinidad, y de su pez volador frito, frente al de las Barbados.

 

Había dos ciudades en Saint Andrews: Williamstown, al sudeste, y Newcastle, al norte. Había mercados callejeros en los que se podían comprar toda clase de productos de la tierra, y varios supermercados en los que se podían comprar esos mismos productos sólo que al doble de precio. Algún día, Saint Andrews tendría un verdadero aeropuerto internacional.

 

Había diversidad de opiniones en cuanto a si el gran puerto de Williamstown era una buena idea o no. Indiscutiblemente, el puerto atraía a los cruceros, verdaderas islas flotantes llenas de turistas, que estaban cambiando la economía y la naturaleza de Saint Andrews del mismo modo que estaban cambiando la economía de muchas otras islas del Caribe. En temporada alta, había más de media docena de cruceros en la Bahía de Williamstown, y miles de personas esperando para desembarcar, estirar las piernas, ir de compras. Y los habitantes de Saint Andrews se quejaban, pero recibían de buen grado la visita de los turistas, les vendían sus mercancías, les daban de comer hasta que ya no podían más y, luego, los mandaban de vuelta a sus respectivos barcos.

 

El avión de Caribbeair aterrizó de forma tan brusca que a Gordo Charlie se le cayó la revista de las manos. La volvió a dejar en el revistero del asiento de delante, bajó por la escalera y cruzó la pista.

 

Era ya media tarde.

 

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