—Sí —dijo remarcando la ese como solo ella sabía hacerlo—. Llevamos todo el mes practicando, y esta madrugada por fin lo conseguí. Sin hechizos, sin drogas, sin nada. Ha sido la cosa más frustrante que jamás haya hecho. Una parte de mí se ha quedado satisfecha, mientras que la otra… se ha sentido dolorosamente vacía.
Yo parpadeé varias veces intentando comprender lo que me quería decir. Todo había cambiado y yo contuve la respiración cuando empecé a tener miedo por otra razón. Me resultaba demasiado fácil dejarme embriagar por las sensaciones y hacer algo por lo que me odiaría al día siguiente, pero aquello era algo que ambas queríamos. No podía haber nada de malo.
Ivy inclinó la cabeza y, sonriendo, deslizó por mi fuello sus ojos de un peca-minoso color negro dejando claras sus intenciones. Y<0 sentí un intenso deseo y, con un escalofrío, supe que estaba perdida. O encontrada. A punto de romperlo todo o de terminar de completarlo. A escasos centímetros de mí, Ivy cerró los ojos e inspiró para sentir mi olor, lo que la puso al rojo vivo, volviéndose loca ante la posibilidad de que la rechazara, a pesar de que me encontraba justo delante de ella.
—Puedo hacerlo, Rachel.
Yo deseaba que pasara. Quería sentirme bien. Ansiaba la sensación de intimi-dad con Ivy que me podía proporcionar uno de sus mordiscos. Quería rellenar el vacío que las dos sentíamos por la muerte de Kisten con algo real. Y no había ninguna razón por la que no debiéramos hacerlo.
Yo me estremecí con el simple roce de sus dedos cuando me retiró la manta de los hombros y la dejó caer a mis pies. Sentí un escalofrío provocado por el contraste entre el aire frío que rozaba mi piel y el calor que brotaba de mi interior. El incienso vampírico me llenó con una lenta inspiración, se introdujo en mi alma, haciendo que, por un breve instante, su ligero tacto pareciera una descarga eléctrica.
—Espera —le dije haciendo que mi instinto de supervivencia prevaleciera sobre el recuerdo de la sensación extasiante que me podía proporcionar, una recompensa de mil a?os de antigüedad con la que la evolución nos había pre-miado a cambio de dar voluntariamente lo que el alma de un vampiro necesitaba para sobrevivir.
Y ella esperó.
Entonces cerré los ojos y pude sentir su respiración sobre mi piel, el calor de su cuerpo contra el mío, aunque en realidad no estuvieran en contacto, y la tensión que hacía que el aire vibrara contra mí. Intenté evaluar su evidente deseo fijándome en sus lentos movimientos y en el hecho de que se hubiera detenido cuando yo se lo había pedido. Tenía que estar completamente segura. Ella había dicho que podía hacerlo, pero no quería cometer otro de mis estúpidos errores. ?Realmente podía? ?Y yo?
—?Estás segura? —le pregunté abriendo los ojos y buscando su expresión.
Ella se acercó aún más pero, justo cuando entreabrió los labios para decir algo, arrugó la frente y se puso rígida. Entonces me soltó el hombro y se giró. El ruido de las alas de un pixie rompió el silencio.
—?Ivy! —gritó Jenks y a mí me pareció oírla gru?ir—. ?No lo hagas! ?Es demasiado pronto!
Yo inspiré profundamente, esforzándome por mantenerme en pie. Había olvidado el efecto soporífero que tenían las feromonas vampíricas y mi corazón empezó a latir con fuerza cuando conseguí recuperar la compostura. Entonces me apoyé en la encimera mientras inspiraba de nuevo para tranquilizarme.
—No pasa nada, Jenks —le dije sin levantar la vista de mis dedos, ligeramente temblorosos—. Ivy lo tiene todo controlado.
—?Y qué me dices de ti? —gritó dejando de mirarla a ella para concentrarse en mí. Su rostro mostraba una expresión preocupada y en ese momento descubrí una hilera de peque?as caras observándonos hasta que Ivy corrió las cortinas haciendo que la cocina se inundara de un relajante color azul.
—?Mírate! —dijo mientras el polvo que desprendía adquiría un tono verde pálido—. Apenas te puedes mantener en pie y ni siquiera te ha tocado.
Ivy estaba apoyada en el fregadero con los brazos cruzados y la cabeza gacha. No quería que la cosa acabara así.
—?No puedo mantenerme en pie, porque me siento genial! —le grité a Jenks. él voló hacia atrás sorprendido—. Estoy bien, así que ya puedes mover tu peque?o culo de pixie y largarte de aquí. Le he pedido que parara y lo ha hecho. ?No lo ves? Ahora mismo está ahí quieta y no… —En ese momento vacilé, sintiendo que me invadía una oleada de deseo al pensar en lo que podría llegar a pasar—. Y no abriéndome el cuello en canal.
Ivy levantó la cabeza y contrajo los brazos alrededor de su cuerpo. Sus ojos estaban completamente negros y la adrenalina descendió, quemándome desde el cuello hasta la cintura. ?Oh, Dios! Si las dos lo deseábamos tanto, no podía ser una decisión equivocada. ?Por favor! ?Que no sea una decisión equivocada!
—He aplacado mi deseo de sangre hace tres horas —dijo ella con una voz suave que contrastaba con su brusco lenguaje corporal—. Puedo hacerlo. Si en algún momento una de las dos sintiera que se le está escapando de las manos, puedo parar.