Fuera de la ley

Ivy alzó la barbilla mientras los bordes marrones que quedaban alrededor de sus pupilas se reducían aún más.

 

—?Los tiré por el váter!

 

Era evidente que no se arrepentía lo más mínimo y yo empecé a temblar de la rabia.

 

—?Te deshiciste de ellos? —le grité, furiosa—. ?Tienes idea de cuánto tiempo tardé en prepararlos? ?Acaso no viste las horas que pasé modificán-dolos para que pudieras controlarte y fueras capaz de separar tu ansia de sangre del amor? ?Cómo puedes saber qué efecto te harán si no los pruebas ni siquiera una vez?

 

Ivy cerró la tapa de la caja de cereales y se puso en pie, apuntándome con su largo dedo de pianista.

 

—?Y tú cómo puedes saber que no te gustará acostarte conmigo si no lo pruebas ni siquiera una vez? —preguntó en tono burlón remarcando todas y cada una de las palabras.

 

De pronto fue como si sus palabras hubieran desmontado el último de mis argumentos. Entonces me subí la manta, cabreada por tener que mirarla desde abajo por el hecho de que llevara las botas puestas.

 

—Yo no estoy a tu cargo —le reproché. Sentía que el cuello me ardía, pero estaba tan cabreada que no significaba nada—. Soy una persona independiente. No lo olvides nunca. Además, en este momento preferiría mil veces acostarme con alguien como Trent que contigo.

 

Seguidamente me giré con intención de marcharme, pero ella tiró de mí haciéndome soltar un grito ahogado. De pronto sentí un subidón de adrenalina y todo empezó a darme vueltas mientras notaba que mi espalda chocaba con la isla central. El miedo se apoderó de mí, provocando que mi alma prendiera fuego y que me sintiera más viva que nunca. Los ojos de Ivy se habían vuelto negros, de un negro precioso que me impedía moverme de donde estaba. De mi cicatriz surgió una oleada que hizo que mis rodillas amenazaran con ceder. No podía apartar mis ojos de los suyos, e intenté averiguar lo que había sucedido.

 

Estaba… ?Oh, no! ?Había estado discutiendo con Ivy! ?Estúpida vampiresa! Aunque, pensándolo mejor, la estúpida había sido yo.

 

De pronto me quedé fría como una piedra y la miré fijamente. Quería morderme, pero yo no pensaba permitírselo hasta que no estuviera segura de que podía controlarlo. O, para ser más exactos, hasta que estuviera segura de que yo podía controlarlo. Además, estaba el ultimátum que me había dado el a?o anterior: o todo o nada. Sexo y sangre. ?Ah, no! No de aquel modo.

 

—?Quítate! —le dije dándole un empujón para apartarla de mi camino—. No pienso hacerlo.

 

Moviéndose con una provocativa lentitud, Ivy me puso la mano en el hombro y me empujó hacia atrás, sujetándome para ralentizar mi movimiento, hasta que choqué de nuevo con la encimera. Yo sentí un hormigueo y mi antigua cicatriz de vampiro empezó a soltar chispas enviando, a su vez, una pulsión gemela que hizo que prendiera la que me había hecho ella en primavera. Mierda.

 

—Te he dicho que no pienso hacerlo —repetí enfadada y, al mismo tiempo asustada—. Ivy, yo no he empezado esto y no voy a acostarme contigo para compartir sangre. Y ahora, quítate de en medio.

 

—He sido yo la que ha empezado esto, y no tienes que acostarte conmigo para compartir sangre —respondió ella con toda tranquilidad.

 

Yo me quedé helada. ?No tenía que acostarme con ella? En aquel momento levanté la vista y la miré a los ojos, que se habían vuelto de un negro impecable. Ella sonrió dejando entrever los extremos de sus colmillos.

 

—?Qué crees que he estado haciendo con Rynn Cormel durante los últimos dos meses? —preguntó con ternura.

 

En aquel momento mis ojos se dirigieron a su nueva cicatriz y luego la miré a los ojos. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, dejándome helada y sin saber cómo reaccionar. ?Puede separar las dos cosas?

 

—Creía que… —farfullé. Entonces me di cuenta de lo imbécil que había sido. Rynn Cormel quería que lo nuestro funcionara. Y para ello la había estado ayudando a que aprendiera a coger sangre sin necesidad de mezclarlo con el sexo, rompiendo así las viejas costumbres. Me quedé boquiabierta. ?Un ángulo nuevo?, había dicho. ?De manera que no se refería a una postura sexual, sino a una nueva forma de morder? ?Una que la ayudaría a mantener el control?

 

Una vez más me fijé en su nuevo mordisco. Había decidido dejarlo al des-cubierto deliberadamente, como si se tratara de una insignia honorífica. O tal vez como un distintivo de su gran logro. Casi como si hubiera podido oír mis pensamientos, Ivy se acercó aún más.

 

Kim Harrison's books