Fuera de la ley

—Esta ma?ana tengo que ir a ver algunos apartamentos más, pero creo que bastarán unas pocas horas para visitar todos los de la lista. ?Te apetece quedar luego?

 

Yo sentí una punzada de ilusión, amortiguada por la falta de sue?o, aunque no pude evitar preguntarme adonde nos llevaría todo aquello. Aquella noche lo habíamos pasado bien. Se podía decir que nos habíamos sentido a gusto. Haciendo honor a lo que él había dicho anteriormente acerca de tomarse un descanso de las mujeres, nos limitamos a sentarnos en el sofá y ver la televi-sión. Le había revelado mis instintos de cazarrecompensas y, aunque hubiera sido muy ingenuo por mi parte creer que no le preocuparían más adelante, en aquel momento parecía disfrutar de mi compa?ía. Y bien sabía Dios que yo me sentía igual.

 

—?Claro! —dije con cautela—. Pero primero tengo que ir con David a la casa de ese brujo o bruja.

 

El hecho de que fuera tan temprano hacía que me sintiera cansada y torpe y que no me apeteciera nada moverme. Me había resultado extra?o que se quedara dormido en la silla durante las noticias de medianoche pero, si se había acostumbrado al horario de los humanos, era normal que le hubiera entrado sue?o.

 

Mi intención había sido dejarle dormir hasta que acabara la película, visto que resultaba muy agradable poder verla en compa?ía sin tener que preocuparme de provocar instintos sanguinarios cuando me emocionaba con las escenas en las que había una persecución. En ningún momento se me pasó por la cabeza la posibilidad de quedarme dormida durante los anuncios, pero alguien había bajado el volumen. Lo más probable era que se hubiera despertado en algún momento y decidiera dejarme dormir. Tenía que reconocer que había sido todo un detalle por su parte.

 

—?Vais a necesitar ayuda? Con la casa, quiero decir —preguntó Marshal.

 

—No gracias —le contesté con una sonrisa.

 

—Entonces me voy —dijo poniéndose en cuclillas junto a mí. Se había acer-cado demasiado y yo me eché atrás con los ojos muy abiertos.

 

—?Qué graciosa eres! —comentó poniéndose a gatas y mirando debajo del sofá—. No pretendía besarte. Eres demasiado complicada para ser mi novia. Los costes de mantenimiento saldrían demasiado caros. Tan solo intentaba coger mis botas.

 

Yo esbocé una sonrisa avergonzada mientras él se apartaba con las botas en la mano.

 

En ese momento se oyó el ruido de la puerta delantera. Marshal se puso en pie y se giró lentamente hacia la entrada, mientras que yo me erguí de golpe.

 

—?Ivy? —pregunté al reconocer el sonido de sus botas.

 

Caminando erguida y con expresión apacible pasó por delante de Marshal y de mí.

 

—Buenos días —dijo mientras desaparecía en la oscuridad de la entrada sin ninguna pista en su voz que diera a entender su estado de ánimo. Llevaba el cuello de la chaqueta levantado y yo pensé que había dejado que le mordieran en un lugar evidente a propósito. Entonces recordé a Rynn Cormel y sentí que la rabia crecía dentro de mí. Se la había llevado la noche anterior mostrando de forma evidente e indiscutible sus derechos sobre ella. Yo sabía que tenía que pasar, e Ivy decía que era lo que se esperaba de ella, pero eso no quitaba para que me pareciera degradante.

 

Marshal se removió incómodo y yo dirigí de nuevo mi atención hacia él. Estaba justo por encima de mí y de pronto me di cuenta de la impresión que debía haberse llevado Ivy. No estaba allí para darme un beso, pero estaba en el lugar exacto para hacerlo.

 

Ivy cerró uno de los armarios de la cocina con un portazo y Marshal dio un respingo.

 

—Ummm… Creo que será mejor que me vaya.

 

Yo me coloqué la manta sobre los hombros mientras él se dirigía hacia la puerta principal. Entonces me desperecé y, sintiendo que me dolía todo el cuerpo por culpa de haber dormido en el sofá, me fui tras él. En el exterior se oía el jaleo de los pixies y, por la forma en que se movían las sombras de sus alas, supuse que estaban retirando las telas de ara?a del exterior de las ventanas para evitar que las hadas pudieran ins-talarse. Mientras rodeaba la mesa estuve a punto de perder el equilibrio y Marshal me agarró por el codo.

 

—Gracias —farfullé mirando hacia arriba y dándome cuenta de que era con-siderablemente alto. Yo debía estar horrible teniendo en cuenta la hora que era, pero él tenía un aspecto estupendo con su camisa arrugada y su barba incipiente.

 

—Te veo un poco torpe esta ma?ana —dijo soltándome el codo cuando oyó el taconeo de Ivy por el pasillo. Luego se apartó un poco y yo intenté no po-nerle cara de enfadada a mi compa?era de piso. Llevaba en la mano el abrigo de Marshal, que se había quedado en la cocina, y lo apoyó en el respaldo de la silla de mi escritorio.

 

—?Te apetece un poco de café antes de irte? —preguntó. Sonaba sincera, pero haber traído el abrigo lo contradecía.

 

Marshal dobló el cuello hasta hacerlo crujir echándole un vistazo al abrigo y luego volvió la vista hacia Ivy, que estaba en el borde del pasillo con la cadera ladeada y un aspecto depredador con aquellos brillantes pantalones de cuero y el abrigo.

 

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