—Si hacemos caso de lo que dice tu madre, desde que te prohibieron volver por golpear…
—?Ya vale! —le interrumpí intentando darle un rodillazo por debajo de la mesa. Desgraciadamente la pieza de madera era tan gruesa que el pixie ni siquiera se inmutó—. ?No tienes nada mejor que hacer? Tal vez podías irte a espiar a la gárgola o algo así —le espeté con las mejillas encendidas. Era impo-sible que todavía se acordaran de mí en Aston's, ?verdad?
—Pues no —respondió Jenks. Tenía el rostro crispado por la irritación y, cuando se dio cuenta de que tanto Marshal como yo lo estábamos mirando, hizo todo lo posible por serenarse—. ?Te importaría ponerme un poco de ese sake que estoy oliendo en mi plato, Marsh-man? —preguntó de pronto. No me fiaba demasiado de aquel repentino cambio de humor, pero decidí seguirle la corriente.
Abochornado, Marshal sacó un termo desgastado del bolsillo de su chaqueta.
—Se suponía que debía ser una sorpresa —admitió secamente dejándolo sobre la mesa.
—Pues yo estoy sorprendida —dije levantándome para coger las tazas de té de cerámica translúcida que solía utilizar Ivy porque no le gustaban mis toscos tazones. No eran los típicos recipientes para el sake, pero me parecieron más apropiadas que los vasos para chupitos.
—Perfecto —dijo Marshal cuando me vio disponerlas sobre la mesa. A continuación las llenó hasta la mitad y, tras coger la suya, la volcó con cuidado sobre el plato de Jenks hasta que la bebida alcanzó el borde.
Kisten nunca hubiera hecho algo así, pensé sintiendo un atisbo de paz interior mientras alzaba la taza para brindar. Jenks nunca se quedaba cuando Kisten y yo estábamos juntos y, aunque me resultaba muy agradable mirar a Marshal, todavía me sentía muy verde para que la cosa se volviera seria. No tener que afrontar el estrés de no saber lo que esperaba de la relación había resultado un inesperado placer.
—?Por los nuevos trabajos! —dijo él. A continuación todos tomamos un trago, y yo tuve que contener la respiración para no ponerme a toser.
—?Uau! ?Está buenísimo! —exclamé intentando contener las lágrimas mientras sentía cómo aquel desagradable brebaje me quemaba el esófago conforme descendía.
Marshal dejó la taza en la mesa con lenta delicadeza, y la sutil relajación de su postura me dio a entender que le bastaba una peque?a cantidad de alcohol para que se le subiera a la cabeza. Aun así, había que reconocer que el sake era realmente fuerte.
Las alas de Jenks empezaron a moverse a toda velocidad y la suave estela de polvo que desprendía cesó.
—Os agradezco mucho que me hayáis invitado —dijo Marshal agarrando un tenedor y disponiéndose a comer—. La verdad es que la habitación del hotel está… vacía. Además, necesitaba un poco de normalidad después de un día tan estresante.
Jenks esbozó una sonrisa y agitó las alas enviándome el aroma del olor del arroz.
—Rachel ha conseguido reducir a un demonio con ayuda de Rynn Cormel. Yo no llamaría a eso ser normal, Marsh-man.
Sus palabras parecían contener una especie de advertencia, y la risa de Mar-shal se detuvo cuando vio mi expresión meditabunda.
—?Rynn Cormel? —preguntó como si no estuviera seguro de si Jenks le estaba tomando el pelo—. Te refieres al vampiro, ?verdad?
Yo me incliné sobre el plato y me metí algo de comida en la boca. Cuando el arroz era de buena calidad, los granos solían mantenerse unidos, pero no pensaba utilizar los palillos si Marshal no lo hacía.
—Eeeeh, sí —reconocí cuando me di cuenta de que estaba esperando una respuesta—. Se hizo con la camarilla de Piscary, lo que significa que se ha con-vertido en el nuevo maestro de mi compa?era de piso, y vino para averiguar cuáles eran mis intenciones respecto a Ivy.
Aunque no le había dicho ninguna mentira, contarle toda la verdad me hubiera resultado demasiado violento.
—?Ah!
Su exclamación dio a entender que empezaba a sentirse incómodo y, al le-vantar la vista, me di cuenta de que sus ojos mostraban cierto recelo, lo que, aparentemente, aumentó la satisfacción de Jenks, puesto que la velocidad de sus alas se incrementó.
—La verdad es que no fue de gran ayuda —dije intentando quitarle impor-tancia—. Para serte sincera, fue más un estorbo que otra cosa.
Cuando terminé, me di cuenta de que aquel comentario no había sido muy afortunado, porque vi que Marshal tragaba de golpe y empezaba a tener mala cara. Entonces me recosté sobre el respaldo con el plato en la mano y estiré la otra para agarrar la taza de sake.
—?Prefieres que nos vayamos a la zona consagrada? Si quieres podemos ver un poco la tele. Tenemos conexión por cable.
Marshal sacudió la cabeza.