Fuera de la ley

—He venido a Cincinnati porque quería verte —dijo—. Me enteré de que Ivy y tú estabais viviendo juntas en esta iglesia y de lo que ella esperaba de ti —a?adió haciendo que las mejillas se me encendieran—. Si consigues salvar su alma después de su primera muerte —continuó—, sería el hallazgo más significativo de la historia de los vampiros desde la alimentación en directo por medio del vídeo.

 

?Ah!… Era eso, me dije a mi misma, avergonzada. No tenía nada que ver con lo que había imaginado.

 

El maestro vampírico sonrió.

 

—La carencia de alma es la razón por la que la mayoría de los vampiros no pasan del trigésimo aniversario de su muerte —explicó—. A esas alturas, la gente que los amaba y que había estado dándoles su sangre o bien ha fallecido, o se ha convertido a su vez en no muerta. La sangre de alguien que no te ama es un alimento muy pobre y, al no tener alma, les resulta muy difícil convencer a alguien de que su amor es sincero. Reduce las posibilidades de establecer lazos emocionales reales y no artificiales. —En aquel momento cambió de posición inundándome con el aroma a incienso típico de los vampiros—. Se puede con-seguir, pero requiere una buena dosis de astucia.

 

Por alguna razón, no creía que Rynn Cormel tuviera ese problema.

 

—O sea que, si consigo salvar el alma de Ivy… —apunté, a pesar de que sabía que no me iba a gustar lo que venía después.

 

—… los no muertos continuarán formando lazos de aura con gente nueva, lo que permitirá que su existencia se prolongue eternamente.

 

Yo me apoyé en la encimera y crucé los tobillos. Mientras daba algunos sorbos al café pensé en todo aquello, recordé que, cuando Ivy me había mordido, además de mi sangre se había apoderado también de una parte de mi aura. Todo aquello concordaba perfectamente con mi teoría, según la cual los vampiros no muertos necesitaban de la ilusión de tener un alma o un aura, de lo contrario el cerebro se daría cuenta de que estaba muerto y los obligaría a exponerse a la luz del sol para matarlos y que la mente, el cuerpo y el alma recuperaran el equilibrio.

 

—Lo siento —dije pensando que al papa le daría un síncope si supiera lo que estaba pensando—. No puedo hacerlo. No tengo ni idea de cómo salvar el alma de Ivy cuando muera.

 

Rynn Cormel se quedó mirando las hierbas aplastadas que estaban desperdi-gadas por el suelo, y yo, más animada, me pregunté si sabría que había estado experimentando para frenar de forma segura las ansias de sangre de Ivy.

 

—Fuiste tú la que rompió el equilibrio de poder entre los vampiros y los hombres lobo —me dijo a modo de reproche, haciendo que me diera un esca-lofrío—. Encontraste el foco.

 

—No fui yo, fue mi novio. Mejor dicho, mi exnovio.

 

—Es una mera cuestión de matices —dijo agitando una mano—. Tú lo sa-caste a la luz.

 

—Y también lo enterré.

 

—Lo sé. En el cuerpo de un hombre lobo —exclamó mostrando cierto enojo.

 

Es posible que pretendiera intimidarme, pero sus palabras habían surtido el efecto contrario. ?Joder! Aquella misma noche me las había arreglado yo sólita para inmovilizar a un demonio. Me sentía como en una nube.

 

—Como se te ocurra tocar a David… —dije apartando mi taza a un lado.

 

Sin embargo, Rynn Cormel se limitó a arquear las cejas y su enfado desapa-reció por lo divertida que le pareció mi amenaza.

 

—No te pongas chula conmigo, Rachel. Resultas bastante ridícula. Te estoy diciendo que rompiste el equilibrio. La maquinaria ya se ha puesto en marcha y el poder se está traspasando. Lo hace lentamente, siguiendo el suave ritmo de las generaciones, pero pasará a los hombres lobo.

 

A continuación se levantó. Yo aparté la vista de mi pistola de bolas, aunque era consciente de que, desgraciadamente, estaba demasiado lejos.

 

—Si consiguieras descubrir la manera de que los no muertos conserven su alma, su número crecería aproximadamente al mismo ritmo. —A continuación sonrió mientras empezaba a abotonarse el abrigo—. El equilibrio se mantendría y nadie moriría. ?No es eso lo que quieres?

 

Yo me puse una mano en la cadera. Tendría que habérmelo imaginado. Antes o después, el que se mete a redentor, acaba crucificado y todo ese rollo.

 

—?Y qué me dices de los brujos y de los humanos? —pregunté.

 

Cormel miró por la ventana de la cocina hacia la oscuridad de la noche.

 

—Es posible que también eso dependa de ti.

 

Yo sabía que, en realidad, quería decir ??Y a quién le importa??.

 

—Ya te he dicho que no sé cómo hacerlo —dije deseosa de poner fin a todo aquello—. Te has equivocado de bruja.

 

En ese momento Rynn Cormel encontró su sombrero y, con una graciosa inclinación, lo levantó del suelo.

 

—Pues yo pienso que eres la única bruja capaz de hacerlo —dijo sacu-diendo de la superficie las semillas de diente de león—. De todos modos, aunque no encontraras la manera de hacerlo, otros verían todo lo que has conseguido y partirían de ahí. Mientras tanto, yo no pierdo nada declarando tu sangre prohibida para todos menos para Ivy, ni asegurándome de que tengáis la oportunidad de desarrollar un lazo de sangre libre de estrés y de complicaciones.

 

En ese momento sentí un escalofrío y me llevé la mano al cuello.

 

—No te preocupes. No ha sido ninguna molestia —dijo poniéndose el som-brero.

 

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