En ese preciso instante apareció Rex junto a mis pies, que había llegado desde las profundidades de la iglesia atraída por el olor a vampiro, algo que asociaba con Ivy. La muy estúpida empezó a restregarse contra mí por error para luego enroscarse alrededor de las piernas de Cormel. Estremecida por mis pensamientos, hice amago de agarrarla y, cuando ella me respondió con un bufido, el se?or Cormel la cogió en sus brazos, empezó a hacerle caranto?as y me miró por entre las orejas del animal.
Rynn Cormel había gobernado el mundo entero durante la Revelación y, en cierto modo, su carisma había traspasado las fronteras de la muerte consiguiendo imitar de forma extraordinaria la vida, a pesar de tratarse de un no vivo. Era algo extremadamente inusual que un vampiro no vivo tan joven fuera capaz de fingir tan bien el tener un alma. Me imaginé que se debía al hecho de que era un político, lo que le había permitido practicar durante largo tiempo antes de morir.
—En realidad —dijo—, es con usted con quien quería hablar. ?La pillo en mal momento?
Yo me atraganté y las comisuras de sus labios se alzaron divertidas. ?Qué podía querer de mí el maestro vampiro de Ivy?
—Ummm… —susurré retrocediendo hacia el oscuro vestíbulo. él era un no vivo. Me podía pedir lo que quisiera… y le habría bastado insistir un poco para conseguir cualquier cosa de mí. ?Oh, Dios! Regla 6.1. ?Habría…? ?Qué tonta!, si había podido escribir algo así, era porque lo había probado.
—Solo la entretendré un par de minutos.
Mi respiración se volvió más fluida. Cualquiera de las prácticas que aparecían en su libro necesitaba al menos de unos veinte minutos. A menos que estu-viera preparando una segunda parte: ?Cómo enganchar a tu sombra y dejarla suplicando y sin aliento en tan solo dos minutos?.
En aquel momento dejó que la gata se deslizara de entre sus brazos y se sacudió su inmaculado abrigo. Rex siguió ronroneando y enroscándose. En-tonces miró por encima de mí justo en el momento en que el batir de alas se hacía más evidente.
—Rachel, se está haciendo tarde —gritó Jenks en tono de preocupación—. Voy a llevarme a todo el mundo al tocón para pasar la noche.
Sin embargo, su actitud cambió por completo cuando se posó sobre mi hombro.
—?Joder! ?Qué fuerte! —exclamó despidiendo un polvo de pixie que pro-vocó unos rayos tan potentes que iluminaron mis pies—. ?Rynn Cormel! ?La madre que te parió, Rachel! —a?adió mientras revoloteaba de forma errática a mi alrededor—. ?Te das cuenta? ?Es Rynn Cormel! —De repente, como si alguien lo hubiera clavado al aire, se detuvo en seco—. Se lo advierto, se?or Cormel, como se le ocurra embaucar a Rachel, le partiré la cabeza en dos para que el sol penetre hasta lo más hondo de su ser.
Yo deseé que la tierra me tragara, pero Cormel, adoptando una actitud digna, se agarró las manos delante de él y le hizo una peque?a reverencia con la cabeza.
—No tiene por qué preocuparse. Solo quiero hablar un momento con la se-?orita Morgan. Eso es todo. —Seguidamente, vaciló y yo me ruboricé cuando bajó la vista hacia mis pies descalzos—. ?Hay algún lugar más cómodo donde podamos…?
Oh, Dios. Qué rabia me daba cuando pasaba algo así.
—Ummm —mascullé sin saber por dónde salir. A continuación, con una mueca de disculpa, pregunté—: ?Le importaría dirigirse a la parte posterior de la iglesia, se?or presidente? Disponemos de dos salas para nuestros clientes no vivos. Siento mucho pedirle que entre por la puerta trasera, pero la mayoría de nuestros clientes están vivos.
—Puede llamarme Rynn —dijo con una sonrisa de papá Noel—. En realidad nunca llegué a jurar el cargo. —Seguidamente, tras girarse hacia su guardaes-paldas, a?adió—: Nos encantará reunimos con usted al otro lado. ?Se va por aquí? —inquirió inclinándose hacia la derecha.
Yo asentí con la cabeza alegrándome de que Ivy hubiera instalado un ca-mino de pizarra, y luego me pregunté si habríamos sacado la basura semanal. ?Mierda! Esperaba que así fuera.
—Jenks, si no hace demasiado frío para ti, ?te importaría acompa?ar al se?or Cormel?
El soltó un breve resplandor y salió despedido hacia el exterior.
—?Faltaría más! —dijo volando hasta el final de las escaleras y regresando de inmediato a la parte superior—. Sígame, por favor.
Su diminuta voz tenía un tono sarcástico, y a mí no me hubiera sorprendido que aprovechara la oportunidad para amenazarlo de nuevo. A él no le impre-sionaban ni los títulos, ni las leyes, ni ninguna otra cosa salvo las espadas de pixies, y se tomaba muy en serio su trabajo de protegerme el culo.
Tras lanzarme una sonrisa que hubiera hecho perder la cabeza al mismísimo Gengis Kan, el vampiro bajó las escaleras. Yo contemplé cómo se dirigía con decisión hacia el sendero lateral mientras sus zapatos taconeaban con elegancia escuchándolo todo, observándolo todo. Un vampiro maestro. El maestro de nuestra ciudad. ?Qué podía querer de mí si no se trataba de sangre?
Yo me escabullí hacia el interior y cerré la puerta de un golpe, aliviada de que Cormel hubiera ordenado con un gesto al chófer y a su guardaes-paldas que se quedaran donde estaban. No los quería dentro de mi iglesia, independientemente de que estuviera Jenks. La presencia de tres vampiros podía dar pie a numerosos malentendidos.