Fuera de la ley

—Estoy segura de que Trent no tendría ningún inconveniente en tener a unos cuantos pixies en su jardín —respondí con una sonrisita mientras me lo imaginaba cubierto por un montón de ellos—. De hecho, Quen está intentando convencerlo de lo útiles que pueden ser para detectar posibles intrusos. Como por ejemplo, una gárgola nueva en la cornisa lateral. Además, Trent está inten-tando impresionarte, aunque no tenga ni la menor idea de lo que está diciendo. —Ceri levantó las cejas como si intentara adivinar a qué me refería—. Insiste en ir personalmente a siempre jamás para coger la muestra de tejido.

 

—Resulta mucho más útil desde su laboratorio —dijo mordaz.

 

—No podría estar más de acuerdo contigo —admití—. Esa hamburguesa de ratón debería limitarse a lo que realmente sabe hacer.

 

Ceri alzó las cejas y perdió su actitud rígida y formal.

 

—Aquí estoy a salvo —reiteró—. Nada ni nadie nos hará da?o. Ni a mí ni a Keasley. Dispongo de armas suficientes para defenderme.

 

No lo dudaba, pero los demonios eran capaces de presentarse por sorpresa en cualquier lugar salvo en tierra consagrada.

 

—Deberías pensar en Al —a?adí—. Se ha vuelto un granuja solitario. Ima-gino que Ivy te lo ha contado, ?verdad?

 

Ella asintió con los ojos puestos en la enredadera y yo sentí que empezaba a enfurecerme.

 

—Alguien está sacándolo de su reclusión y, desde hace tres noches, se pasea por ahí con toda libertad —le conté con amargura—. David está revisando todas las denuncias que han recibido para ver si se trata de alguien de aquí que va a por mí o si Al está concediendo un deseo a algún idiota desconocido para que lo ponga en libertad. —A continuación apreté los labios con fuerza y pensé en Nick. Mi instinto me decía que no era él, y estaba decidida a fiarme.

 

—Anoche mismo intentó matarme —dije—, mientras estaba de compras con mi madre.

 

—?Ma… matarte?

 

En ese momento me di cuenta de que había empezado a tartamudear lige-ramente.

 

—Dice que no tiene nada que perder, de manera que no piensa cumplir el acuerdo de dejarme en paz a mí y a mis parientes. —Tras un instante de vacilación, a?adí—: ?Quiere eso decir que puedo ense?arle a cualquiera cómo manipular energía lineal? El acuerdo consistía en que tendría inmunidad de-moníaca a cambio de que mantuviéramos la boca cerrada.

 

—Dijo que no te haría da?o —manifestó Ceri con expresión aterrorizada—. Quiero decir, no le permitirán que salga de rositas después de incumplir su palabra, ?verdad? ?Has hablado con Minias?

 

Yo resoplé pensando en cuánto tardaría en llegarme la factura de los des-perfectos de la tienda.

 

—No hizo falta. Se presentó y lo obligó a marcharse —respondí preguntándo-me si accedería a venir a dormir al santuario hasta que averiguaran la manera de contener a Al—. A Minias le importa bien poco que Al no cumpla su palabra. Lo único que le molesta es que se escape de la celda. Le relevaron de su obligación de hacerle de canguro a Newt y le encargaron que le diera caza.

 

En ese momento levanté la vista y descubrí que su rostro estaba desfigurado por el pánico.

 

—Lo que realmente les saca de quicio no es que Al falte a su palabra —acla-ré—, sino que se escape. Minias espera que yo intercambie mi nombre con Al para que no puedan invocarlo permitiéndole salir de prisión.

 

—?No, Rachel! —gritó apoyándose sobre la mesa para acercarse más a mí—. ?No lo hagas!

 

Su reacción me resultó bastante desconcertante y parpadeé sorprendida.

 

—No pensaba hacerlo, pero si no averiguo quién está invocando a Al, no tendré más remedio. Es la única manera de recuperar mi vida nocturna.

 

Ceri se echó atrás, y, sentada muy erguida, reposó las manos sobre su regazo.

 

—?Por qué narices iba a tomar el nombre de Al si lo único que tengo que hacer es darle una buena paliza a un estúpido invocador de demonios? —farfullé.

 

—Así me gusta —dijo Ceri relajando los hombros y aparentemente aver-gonzada por su repentino arrebato—. No necesitas hacer tratos con ellos. Si te hiciera falta, yo puedo ayudarte. No recurras a los demonios, aunque tengas que intercambiar tu nombre con el de Al. Yo te encontraré la maldición que necesites.

 

La maldición. Sí, necesitaría una maldición para volver a salvarme el pes-cuezo. Realmente iba a tener que esforzarme al máximo si quería alejar de Al a la persona que le estaba dando carta libre para salir de la cárcel.

 

—No puedo creer que lo metieran en la cárcel solo porque te dejara vivir sabiendo cómo almacenar energía linear —cavilé tomando un sorbo de té y sorprendida de que no fuera café—. Lo han despojado de todas las pociones que había acumulado. No me extra?a que quiera verme muerta.

 

—Si llegara a saberse, eso limitaría su reserva de familiares —farfulló Ceri. Era obvio que intentaba zanjar la cuestión.

 

—Tal vez, pero el caso es que tiene a alguien que se dedica a cocinarle hechi-zos. Se presentó con su habitual apariencia aristocrática y su traje de terciopelo verde. Te lo juro, si me entero de que es Nick, le voy a dar una patada en el culo que lo voy a mandar de vuelta al puente de Mackinaw. Eso si Al no lo ha despedazado antes con sus dientes. Si no me ando con cuidado, ese demonio me matará.

 

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