Fuera de la ley

—Rache —dijo Jenks a modo de saludo mientras se dirigía a toda velocidad hacia mi hombro. No obstante, cuando vio mi expresión avinagrada, se detuvo en seco. Entonces se colocó delante de mí y empezó a volar hacia atrás. ?Dios! Cuánto odiaba que hiciera aquello.

 

—Te ha llamado Ivy, ?verdad? —me preguntó muy serio con expresión de agravio—. Está en la cornisa delantera. No hay manera de despertarlo. Parece que tendrás que usar un hechizo.

 

Yo lo miré desconcertada. ?En la cornisa?

 

—?Qué es lo que está en la cornisa?

 

—La gárgola —respondió enojado. Mi inquietud se desvaneció en un segun-do—. Una estúpida y torpe gárgola con los pies grandes y la cara llena de granos.

 

—?En serio? —pregunté parándome en seco. A continuación miré hacia el campanario, pero no había ni rastro de ella—. ?Cuánto tiempo lleva ahí?

 

—?Y yo qué co?o sé! —gritó. Entonces comprendí de dónde provenía tanta rabia. Alguien había invadido su espacio, y aquello no le gustaba ni un pelo. Al ver mi sonrisa, Jenks puso los brazos en jarras y voló hacia atrás—. ?Se puede saber qué te hace tanta gracia?

 

—Nada —respondí echando a andar de nuevo y girando en dirección a la casa de Keasley en vez de dirigirme a la iglesia—. Hablaré con ella esta noche, ?de acuerdo? —dije pensando que tenía que tener una conversación con Ivy antes de tomar una decisión drástica—. Si es joven, tal vez está buscando un lugar donde posarse.

 

—Las gárgolas no se posan, acechan —farfulló batiendo las alas enérgica-mente—. Aquí hay algo que no va, de lo contrario estaría con los de su especie. Las gárgolas no se mueven, Rachel, a no ser que hayan hecho algo verdade-ramente grave.

 

—Tal vez es una rebelde como tú —dije. El pixie soltó un peque?o bufido.

 

—?Adonde vamos? —preguntó, de repente, girándose hacia la iglesia que había quedado a nuestras espaldas. Inmediatamente volví a ponerme de mal humor.

 

—A hablar con Ceri. Me he topado con Trent. Estaba probándose disfraces.

 

—?Y eso qué tiene que ver con Ceri? —interrumpió Jenks, que se mostraba tan protector con aquella peque?a pero determinada mujer como yo.

 

Entonces me detuve con las puntas de los pies en el bordillo para poder observar su expresión.

 

—La ha dejado embarazada.

 

—?Embarazada!

 

El agudo grito fue acompa?ado por un destello de polvo que era visible incluso bajo la influencia de la fuerte luz vespertina.

 

—Y eso no es lo mejor —a?adí poniendo el pie en la desierta calzada y diri-giéndome a la vieja y destartalada casa de más de sesenta a?os que Ceri y Keasley compartían—. Quiere que vaya a siempre jamás para conseguir una muestra que permitiría que su hijo naciera sin los efectos de la maldición. Intentó hacerme sentir culpable. Y casi lo consigue.

 

—?Embarazada? —repitió Jenks. Su anguloso rostro evidenciaba la fuerte impresión que le había causado la noticia—. Tengo que olería.

 

—?Puedes notar si alguien está embarazada solo por su olor? —pregunté algo consternada.

 

Jenks se encogió de hombros.

 

—A veces. Aunque no sé si funciona con los elfos. —Seguidamente cruzó a toda velocidad hacia la acera y se giró de nuevo hacia mí—. ?Te importaría ir un poco más deprisa? Me gustaría volver antes de que se ponga el sol y de que esa maldita gárgola se despierte.

 

Yo miré tres casas más abajo y divisé a Keasley, que estaba recogiendo hojas secas con un rastrillo y disfrutando del clima oto?al.

 

—Una cosa, Jenks —dije de repente—. Soy yo la que tiene que hablar con ellos. No tú.

 

—Vaaaale —respondió el pixie arrastrando las vocales. Yo lo miré con ex-presión amenazante.

 

—Lo digo muy en serio. Es posible que Keasley todavía no lo sepa.

 

El zumbido de sus alas se paró de golpe pero, aun así, no perdió ni un milí-metro de altura.

 

—De acuerdo —accedió dubitativo.

 

Comencé a caminar por la acera mientras el dibujo estampado de los últimos rayos de sol atravesando las hojas coloreadas todavía impregnaba las oscuras ramas. ?Keasley es León Bairn?, pensé, dirigiendo la mirada hacia él. Sin contarme a mí, León era la única persona que había sobrevivido después de abandonar la SI, aunque, por lo visto, tuvo que fingir su muerte para conseguirlo. Imaginé que la razón por la que Trent lo sabía era porque lo había ayudado. Por aquel entonces debía de tener unos quince a?os, pero empezaba a ocuparse del legado de sus padres y estaba ansioso por mostrar su valía.

 

De pronto miré a Jenks y recordé lo furioso que se había puesto cuando supo que le había ocultado que Trent era un elfo. Si Keasley era León, entonces era un cazarrecompensas, y Jenks no lo traicionaría por nada del mundo.

 

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