Fuera de la ley

Ofendida, no pude contener un bufido.

 

—Yo no acepto dinero a no ser que haya concluido una misión —dije—. A diferencia de otros. —Por un instante, el rostro de Trent dejó entrever un breve asomo de irritación. A continuación me crucé de brazos y a?adí—: Además, no he venido porque vaya a trabajar para ti. Estoy aquí porque quería decirte a la cara que eres un cabrón, un delincuente y un manipulador. Ya te dije que, si hacías da?o a Ceri, me cabrearía. Considéralo una advertencia.

 

La rabia me hacía sentirme bien. El dolor por la pérdida de Kisten desaparecía cuando estaba enfadada, y en ese preciso momento, estaba más cabreada que una mona.

 

El brujo que le había estado ayudando emitió un grito ahogado y Sylvia salió disparada hacia mí, pero se detuvo cuando Trent levantó la mano para indicarle que lo dejara. ?Aquello era demasiado! Parecía como si me estu-viera dando permiso para insultarlo. Cabreada, ladeé la cabeza en espera de una respuesta.

 

—?Me está amenazando? —preguntó Trent sin inmutarse.

 

Entonces miré a Jon, que sonreía como si deseara con todas sus fuerzas que dijera que sí. Quen, por su parte, tenía una expresión sombría. Sabía que estaba furioso conmigo, pero ?qué esperaba que hiciera? Aun así quería salir de allí por mi propio pie, y no al final de una incursión de la SI arrestada por acoso… o lo que a Trent se le pasara por la cabeza. Era posible que, tras la desaparición de Piscary, se hubiera convertido en el due?o de la SI.

 

—Puedes interpretarlo como te parezca —dije—. No eres más que un maldito canalla, y el mundo sería mejor sin ti. —No estaba del todo convencida de mis palabras, pero me sentía mejor diciéndolo.

 

Trent se quedó pensando unos tres segundos.

 

—Sylvia, ?os importaría dejarnos solos?

 

Yo me quedé allí de pie, con aire de suficiencia mientras la habitación se vaciaba entre murmullos de disculpas y palabras tranquilizadoras.

 

—Jon —a?adió mientras Sylvia se dirigía a la salida—, encárgate de que nadie nos moleste.

 

Sylvia se quedó dubitativa junto a la entrada y luego desapareció por el pa-sillo dejando la puerta abierta. El rostro curtido del hombre mayor palideció. Estaban librándose de él, y era consciente de ello.

 

—Sa'han… —comenzó a decir, pero se interrumpió al ver la mirada desa-fiante de Trent. Menudo cagón.

 

Antes de marcharse, Jon apretó con fuerza los pu?os y me atravesó con la mirada. Una vez cerró la puerta me giré hacia Trent, decidida a ponerlo de vuelta y media. Nunca hubiera aireado los trapos sucios de Ceri delante de un montón de gente arriesgándome a que acabara en la prensa sensacionalista, pero en ese momento podía decir todo lo que pensaba.

 

—?No puedo creer que hayas dejado pre?ada a Ceri! ?Dios, Trent! ?Eres increíble! ?Justo ahora que estaba empezando a rehacer su vida! No le faltaba nada más que esto.

 

Trent echó un vistazo a Quen. El agente de seguridad se había situado a medio metro de la puerta cerrada con los brazos extendidos a los lados y una expresión impasible. Al ver su despreocupación, Trent so subió de nuevo a la tarima y empezó a toquetear los hechizos.

 

—Esto no es asunto tuyo, Morgan.

 

—Se convirtió en asunto mío en el momento en que sedujiste a mi amiga para sacarle información, la dejaste embarazada y me pediste que hiciera algo que a ti te da miedo —le espeté ofendida por su actitud caballerosa.

 

Trent se inclinó sobre los amuletos metálicos de líneas luminosas mientras me miraba a través del espejo.

 

—?Y qué se supone que te he pedido que hagas? —preguntó con una voz que subía y bajaba como una ráfaga de lluvia.

 

Mi presión sanguínea se disparó y di un paso delante, aunque me detuve cuando Quen se aclaró la garganta.

 

—Eres un ser despreciable —dije—. Sabes que tienes cien veces más posi-bilidades de que vaya a siempre jamás para ayudar a Ceri que para ayudarte a ti. Y yo te odio por eso. ?Cómo puedes ser tan cobarde! Manipular a alguien para que haga algo que tú no te atreves a hacer. Eres un apestoso cobarde que no está dispuesto a ayudar a alguien de su propia sangre salvo cuando estás en la seguridad de tus peque?os laboratorios subterráneos. Eres una hamburguesa de ratón.

 

Trent se irguió, sorprendido.

 

—?Una hamburguesa de ratón?

 

—Sí, una hamburguesa de ratón —repetí ladeando la cadera con los brazos cruzados—. Un hombre insignificante con el valor de un ratón.

 

Una tenue sonrisa asomó a las comisuras de sus labios.

 

—Tiene gracia viniendo de una mujer que estuvo saliendo con una rata.

 

—Cuando estábamos saliendo no era una rata —le espeté con las mejillas encendidas.

 

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