Aquello parecía cada vez más sencillo. Tom tenía motivos más que suficientes para enviarme a Al, después de que el a?o anterior le hubiera dicho dónde podía meterse su club para invocar demonios. También disponía de los conocimien-tos necesarios para hacerlo, ya que tenía un puesto destacado en la división Arcano de la SI. Ese hecho, en sí mismo, habría dificultado seguirle el rastro de su afición de invocar demonios, y habría facilitado el reclutamiento pues, en su afán por hacer un pacto, habría aprendido todo tipo de magia negra de brujas. David todavía estaba examinando todas las reclamaciones que se habían realizado recientemente y, si alguna de ellas apuntaba a Tom, el agente de la SI y yo íbamos a tener unas palabritas. Es más, íbamos a tener unas palabritas de todos modos.
A decir verdad, no creía que fuera Nick el que estaba mandándome a Al para que me matara. Era posible que me hubiera equivocado de lleno al juzgar su carácter pero ?hasta el punto de que estuviera enviando a un demonio para matarme? En ese momento recordé nuestra última conversación y, justo en el mismo instante en que doblaba la esquina, vi que la puerta de uno de los ascensores directos empezaba a cerrarse. Tal vez no debí ser tan mala con él. ?Parecía tan desesperado!
En ese momento eché a correr hacia el ascensor pidiendo a quienquiera que estuviera en el interior que me esperara. Una mano curtida y robusta agarró la puerta en el último momento para evitar que se cerrara. Entonces me precipité en el interior y me giré jadeando hacia la única persona que lo ocupaba para darle las gracias. Sin embargo, las palabras se me atascaron en la garganta y me quedé paralizada.
—?Quen! —exclamé al ver al elfo apoyado en una esquina. él esbozó una sonrisa y la expresión divertida de su rostro plagado de cicatrices me permitió verlo todo con claridad—. ?Maldita sea! —exclamé buscando los botones del ascensor, pero él se me había adelantado colocándose justo delante—. De ma-nera que el se?or Doemoe eras tú. ?Olvídalo! No pienso trabajar para Trent.
El anciano apretó el botón de subida, equilibró el peso de su cuerpo en las dos piernas y entrelazó las manos a la altura de las caderas.
—Quería hablar contigo, y esta era la mejor manera.
—Querrás decir, la única manera, porque sabes de sobra que te diré en qué orificio se puede meter Trent sus problemas.
—Tan profesional como siempre, se?orita Morgan.
Su voz áspera sonaba burlona y, consciente de que estaba atrapada hasta que llegáramos al piso superior, me desplomé en la esquina sin importarme si las cámaras registraban mi abatimiento. Estaba abatida. No iba a utilizar una linea. De la misma manera que no se sacaba una pistola a menos que fueras a usarla, no te conectabas a una línea delante de un maestro de las líneas luminosas a menos que quisieras acabar estrellada contra la pared.
La sonrisa de Quen se desvaneció. Tenía un aspecto bastante inofensivo, con aquella camisa de manga larga y los pantalones negros a juego. Tan inofensivo como una mamba negra. Llevaba zapatos planos de suela blanda y me sacaba tan solo unos centímetros, pero se movía con una soltura y una gracilidad que me ponía los nervios de punta, como si fuera capaz de anticipar mi reacción. Estaba atrapada en una minúscula caja de metal con un elfo experto en artes marciales y en magia negra de líneas luminosas. Quizá debería ser amable. Al menos hasta que se abran las puertas.
Tenía la piel cubierta de las cicatrices con las que algunos inframundanos habían salido de la Revelación, y su rostro oscuro y curtido no hacía más que acentuar su imponente presencia. Tenía el cuello marcado por el mordisco de un vampiro, pero la mayor parte de la cicatriz quedaba oculta tras su collarín negro. Piscary le había clavado los colmillos en un ataque de rabia, y me pregunté cómo llevaba el hecho de llevar un mordisco no reclamado ahora que Piscary estaba realmente muerto. Yo también tenía uno, pero Ivy habría matado a cualquier vampiro que se atreviera a hincarme el diente, y todo Cincy lo sabía. Quen no contaba con esa protección. Tal vez la razón por la que quería hablar conmigo tenía que ver con el mordisco. A no ser que quisiera que trabajara para Trent.