Fuera de la ley

Yo asentí y volví a concentrarme en la nota, sin quitarme de la cabeza a Matalina, pero satisfecha de que Ivy y yo hubiéramos conseguido que Jenks dejara de contestar al teléfono sin dejar urna nota. Según lo que había escrito, habían aplazado la entrevista de Marshal Hasta esta ma?ana, y quería saber si podíamos vernos a las tres. Aquello me permitiría hacer muchas cosas antes. Al había empezado a perseguirme después del crepúsculo. Había un número, y no pude evitar sonreír. Debajo había escrito un segundo número, acompa?ado tan solo de la palabra ?trabajo?, y una frase para recordarme que había que pagar el alquiler el jueves uno, y no el vienes dos o el lunes cinco.

 

—Deberá irme a casa —dijo David poniéndose en pie y tomando un último trago de café. A continuación, con el sombrero en la mano, a?adió—: Gracias por el café. Les diré a Serena y a Kally que te ha gustado la idea.

 

—Ummm… Una cosa más, David —dije notando que su frente se arrugaba al oír que Ivy empezaba a removerse—. ?Crees que tendrían algún inconveniente en que las acompa?ara cuando vayan a hacerse los tatuajes?

 

Su rostro bronceado se iluminó con una sonrisa y la felicidad hizo que las leves arrugas que rodeaban sus ojos se hicieran ligeramente más profundas.

 

—Les preguntaré, pero estoy seguro de que les encantará.

 

—Gracias —le dije. Justo en ese momento dio un respingo al oír un golpe en la habitación de Ivy—. Será mejor que te vayas, a no ser que quieras estar aquí cuando se levante.

 

David no respondió a mi comentario, pero su rostro se ruborizó.

 

—Más tarde me pasaré por el trabajo y echaré un vistazo a las posibles recla-maciones por da?os ocasionados por demonios. No tendré que dar explicaciones a nadie porque, teniendo en cuenta que faltan solo dos días para Halloween, la oficina estará vacía.

 

—No será ilegal, ?verdad? —le pregunté de repente—. Ya te has metido en demasiados líos por mi culpa.

 

David esbozó una sonrisa tranquilizadora, aunque con un punto de picardía.

 

—No —dijo encogiéndose de hombros—, pero ?qué necesidad hay de lla-mar la atención sobre ti? No te preocupes. Si alguien de Cincy está invocando demonios, las reclamaciones serán lo suficientemente extra?as como para jus-tificar una investigación. Al menos, si se trata de una amenaza local, lo sabrás. Te ayudará a descartar a algunos de tus sospechosos.

 

Acerqué un poco más mi café y me dejé caer sobre la rígida silla.

 

—Gracias, David. Eres muy amable. Si consigo detener al tipo que está invo-cando a Al, no tendré que aceptar la oferta de Minias. —No quería el nombre de invocación de ningún demonio, y mucho menos el de Al. Independientemente de que fuera inservible.

 

Una astilla de preocupación se deslizó entre mis pensamientos y mi razón y, a pesar de que intenté que mi sonrisa resultara despreocupada, David lo percibió. Luego se acercó y posó una de sus peque?as pero poderosas manos sobre mi hombro.

 

—Lo cogeremos. Pero prométeme que no harás nada con ese demonio.

 

Mi boca se contrajo en una mueca de dolor, pero no dije nada. David sus-piró, pero justo en ese instante se oyó el chirrido de una puerta y, con un respingo, farfulló:

 

—Ummm, ya te devolveré el chándal de Jenks, ?vale? —Seguidamente agarró el sombrero y salió disparado hacia la puerta de atrás, rojo como un tomate.

 

Casi sin poder contener la risa, me acerqué al teléfono con el número del cliente potencial en la mano. No pensaba trabajar hasta que pasara Halloween, pero no me venía mal tener algo apalabrado para el primer día del mes. Además, aquella tarde no tenía nada mejor que hacer aparte de surfear por la red en busca de avistamientos de demonios y molestar a Glenn para saber qué había averiguado.

 

Y eso, pensé mientras agarraba el teléfono, no haría más que entorpecer su trabajo.

 

 

 

 

 

6.

 

 

Al entrar en la Carew Tower, el sonido apagado de la puerta giratoria dejó atrás el bullicio de la calle y dio paso a las conversaciones esporádicas del interior. La temperatura había subido considerablemente, así que había dejado el abrigo en el coche convencida de que los vaqueros y el jersey me bastarían hasta el cre-púsculo, y por entonces ya estaría de vuelta en la iglesia. Esperando no perder la se?al, intenté captar lo que Marshal me estaba diciendo mientras sujetaba el móvil junto a la oreja y esperaba a que mis ojos se acostumbraran a la penumbra.

 

—Lo siento muchísimo, Rachel —dijo Marshal, claramente avergonzado—. Por lo visto alguien canceló su entrevista y me preguntaron si podía venir antes. No pude decir que no.

 

—No te preocupes —respondí alegrándome de ser mi propio jefe, a pesar de que, en ocasiones, también mi jefe se comportaba como un imbécil. Una vez dentro, me aparté a un lado para no estorbar al resto de personas y me quité las gafas de sol—. Casi mejor así, porque tengo algunos recados que hacer. ?Qué te parece si nos tomamos un café en Fountain Square?

 

Las tres es la hora perfecta. Ni desayuno, ni comida. Una hora segura, que no creaba expectativas.

 

—El único problema es que tengo que estar de vuelta en terreno consagrado antes del anochecer —a?adí, recordando mi situación personal—. Tengo un demonio pisándome los talones y no puedo relajarme hasta que no averigüe quién lo manda para matarme y le dé una buena paliza para ver si entra en razón.

 

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