Fuera de la ley

De repente, el pixie se dio cuenta de que los dos nos habíamos quedado callados y, después de que yo le hiciera un gesto con los ojos, se alzó por los aires.

 

—Si querías que me fuera, solo tenías que decirlo —dijo con resentimiento. A continuación salió disparado dejando un rastro de polvo de pixie que poco a poco se desvaneció. Mi presión sanguínea descendió y sonreí a Marshal.

 

—Jamás había visto un hechizo tan impresionante —comentó. Sus ojos se habían vuelto más oscuros debido a la limitada iluminación de la entrada—. Me refiero al hecho de que le dieras el tama?o de un humano y que volvieras a restituirle su altura normal.

 

—No es ni la mitad de impresionante que la persona que lo fabricó para mí —dije pensando que era justo reconocer el mérito de Ceri—. Yo solo lo invoqué.

 

Marshal sacó el sombrero de su amplio bolsillo y se lo puso. Cuando se acer-có a la puerta, me sentí aliviada, y luego culpable por el placer que me había producido volver a verlo. ?Dios! ?Cuánto tiempo tendría que vivir con aquello? Marshal vaciló. Luego se dio la vuelta y buscó mi mirada. Yo esperé en silencio, preguntándome qué era lo que estaba a punto de decir.

 

—Ummm, espero que mi visita no haya interferido en algo —dijo—. Me refiero a la relación con la chica que vive contigo.

 

Yo hice una mueca de desesperación, maldiciendo tanto a Ivy por sus celos, como a Jenks por su actitud protectora. ?De verdad su comportamiento había sido tan descarado?

 

—?No! —respondí rápidamente. A continuación, bajando la vista, a?adí—: No es eso. Se trata de mi novio… —En aquel momento inspiré hondo y bajé la voz intentando que no se me quebrara—. Acabo de perder a mi novio, y tanto Ivy como Jenks tienen miedo de que me líe con el primero que entre en la iglesia solo para liberarme del dolor de su pérdida. Un miedo comprensible, pero al mismo tiempo innecesario.

 

Marshal se irguió.

 

—?Te refieres al chico que se tiró del puente? —preguntó socarronamente—. Creí que no te gustaba.

 

—No, no estaba hablando de él —dije mirándole brevemente a los ojos. A continuación, observando de nuevo el vacío, continué—: Se trata de una relación posterior. Kisten era… era una persona muy importante en mi vida, y también en la de Ivy. Murió intentando evitar que un vampiro no muerto me ligara a él… Y todavía… —Cerré los ojos y sentí un nudo en la garganta—. Todavía lo echo de menos —concluí, profundamente abatida.

 

Después miré a Marshal. Necesitaba saber lo que estaba pensando, pero él hacía todo lo posible por ocultar sus sentimientos.

 

—?Murió? —me preguntó.

 

Yo asentí con la cabeza y aparté la vista de nuevo.

 

—Entiendo —dijo colocándome la mano en el hombro. El apoyo y la compren-sión que irradiaba hicieron que el sentimiento de culpa volviera a invadirme—. Siento mucho lo que le pasó a tu novio. No lo sabía… Debería haber llamado antes de venir a visitaros. Umm. Será mejor que me vaya. —Entonces retiró la mano y yo levanté la cabeza.

 

—Marshal —dije agarrándolo de la manga y provocando que se detuviera. Entonces lo solté, dirigí la vista hacia atrás, en dirección a la iglesia vacía, y finalmente lo miré. Amaba a Kisten, pero había llegado el momento de retomar mi vida. La única manera de mitigar el dolor era sustituirlo con algo bueno. Marshal esperó pacientemente y yo inspiré.

 

—Me gustaría volver a verte —dije de manera lamentable—. Si tú quieres, claro está. Quiero decir… Ahora mismo no estoy preparada para empezar una relación, pero necesito salir de esta iglesia. No sé. Hacer algo—. él me miró sin dar crédito a lo que estaba oyendo y yo solté: —Déjalo. No importa.

 

—?No, no! —replicó—. Me parece genial. —Luego, tras vacilar unos instantes, se encogió de hombros—. Para serte sincero, yo tampoco estoy buscando novia.

 

A decir verdad, no me lo creí del todo, pero asentí con la cabeza agradecida por su fingida comprensión.

 

—Hace a?os había un lugar cerca de la playa donde hacían unas pizzas buenísimas —sugirió.

 

—?El Piscary's? —pregunté intentando no dejarme llevar por el pánico. La antigua discoteca de Kisten no—. Ummm, está cerrado —dije. En realidad no estaba mintiendo. El nuevo propietario de los lujosos apartamentos subterrá-neos era Rynn Cormel, y dado que no era precisamente un juerguista, había tirado abajo las habitaciones de la planta superior y las había convertido en una residencia de día para sus invitados vivos y para el personal. Aun así, seguían sirviendo comidas. O, al menos, eso decía Ivy.

 

Marshal cambió el peso de una pierna a otra y frunció el ce?o con aire pensativo.

 

—?No jugaban los Howlers un partido de exhibición esta semana? Hace a?os que no voy a verlos.

 

—Lo siento, pero me han prohibido la entrada.

 

—?Quiénes? ?Los Howlers? —preguntó—. Bueno, entonces podríamos quedar para comer algún día.

 

—De acuerdo —respondí, aunque no estaba del todo segura de poder hacerlo.

 

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