Fuera de la ley

—Adelante —le invité esperando a que terminara de limpiarse las botas en el felpudo.

 

—Ivy, este es Marshal —dije una vez en el interior de la nave. Ella te-nía los brazos cruzados y todavía sujetaba el sombrero de David—. Es el tipo que me sacó de la isla en Mackinaw y me prestó su equipo de buceo para que pudiera huir. ?Te acuerdas? —Era consciente de lo estúpido que sonaba, pero Ivy todavía no había abierto la boca, y estaba empezando a ponerme nerviosa.

 

—Por supuesto —respondió. El párpado le temblaba ligeramente—. Pero Jenks y yo no pudimos verlo cuando fuimos al instituto a devolverle sus cosas, así que todavía no nos conocíamos. Encantada ——dijo extendiendo la mano tras haber dejado sobre la mesa el sombrero de David.

 

Marshal la cogió y, a pesar de que la sonrisa no se había borrado de su cara, sí que había perdido intensidad.

 

—Bueno, pues aquí la tienes —dije indicando la nave central y el resto de la iglesia—. Esta es la prueba de que no estoy l<oca. ?Quieres sentarte? Espero que no tengas prisa. Estoy segura de que Jenks querrá saludarte.

 

Estaba hablando demasiado, pero Ivy no estaba siendo muy amable, y ya había conseguido que un hombre huyera despavorido de la iglesia aquella noche.

 

—Claro. Aunque no puedo entretenerme demasiado.

 

Marshal se quitó el abrigo y me siguió hasta la zona amueblada de la esquina. En ese momento me di cuenta de que inspiraba profundamente para disfrutar del olor a chili y me pregunté si accedería a quedarse a cenar si se lo ofrecía. Tras sentarme de golpe en una silla, le eché un vistazo mientras acomodaba su estilizado cuerpo de nadador en el borde del sofá. Era evidente que todavía no estaba preparado para relajarse, pues se había sentado en el borde con los brazos reposando sobre los muslos.

 

Marshal llevaba pantalones vaqueros y un jersey verde oscuro que le daba un aspecto rústico y cuyo tono combinaba perfectamente con su piel de color miel. Tenía un aspecto estupendo, a pesar de que las cejas todavía no le habían crecido y de que se había cortado afeitándose. Recordé la seguridad con la que manejaba su bote, y la confianza que inspiraba con su ba?ador y su imper-meable rojo sin abrochar que mostraba una piel suave y resplandeciente y unos abdominales de vértigo. ?Oh, Dios! ?Qué torso! Lo más seguro es que se debiera a la natación.

 

De repente, escandalizada, me paré en seco. La culpa hizo que se me helara la sangre y me vi obligada a sentarme en una silla con mi dolorido corazón, que apenas un instante antes rebosaba entusiasmo, latiendo a toda velocidad. Yo había amado locamente a Kisten. De hecho, todavía lo amaba. Y haberlo borrado de mi mente con tanta facilidad resultaba sorprendente y doloroso. Había escuchado lo suficiente a Ivy y a Jenks como para saber que este tipo de comportamiento formaba parte de mi forma de ser. Cuando salía herida de una relación, siempre buscaba a alguien con quien acallar el dolor, pero yo ya no era ese tipo de persona. No podía permitírmelo. Y si era capaz de darme cuenta, podría evitarlo.

 

No obstante, me alegraba mucho de ver a Marshal. él era la prueba de que yo no acababa matando a todas las personas que entraban en contacto conmigo, y eso era un gran alivio.

 

—?Oh! —balbuceé al darme cuenta de que nadie hablaba—. Creo que mi antiguo novio robó parte de tu equipo antes de tirarse por el puente.

 

La atención errática de Marshal se tropezó con las magulladuras de mi cuello y, tras detenerse unos instantes en ellas, levantó la vista y me miró a los ojos. Creo que se dio cuenta de que algo había cambiado, pero prefirió no preguntar.

 

—No te preocupes, la AFI encontró mis cosas en la orilla una semana después.

 

—No tenía ni idea de que fuera a hacer algo así —me disculpé—. Lo siento muchísimo.

 

—Lo sé —respondió con una leve sonrisa—. Lo vi en las noticias. Por cierto, te quedan muy bien las esposas.

 

Ivy se apoyó en la pared del pasillo, desde donde podía vernos a los dos. Parecía excluida, pero era solo culpa suya. Nada le impedía sentarse y unirse a nosotros. Le eché una miradita, pero ella la ignoró. Luego, volviéndose hacia Marshal, preguntó:

 

—Imagino que no habrás venido hasta aquí solo para devolverle el gorro a Jenks, ?verdad?

 

—No… —respondió Marshal bajando la cabeza—. He venido porque tengo una entrevista en la universidad y quería comprobar si me habías tomado el pelo o si era verdad que tenías un trabajo que te permitía pensar que podías enfrentarte tú sola a toda una manada de hombres lobo.

 

—No estaba sola —dije, nerviosa—. Jenks estaba conmigo.

 

Ivy descruzó las piernas y se apartó de la pared un segundo antes de que Jenks entrara como una flecha batiendo las alas con fuerza.

 

—?Marshal! —gritó el eufórico pixie desprendiendo una hilera de polvo que dibujó un rayo de luz en el suelo—. ?Qué sorpresa!

 

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