Fuera de la ley

—?Jack! —se oyó gritar a Matalina. Seguidamente, salió como una flecha del escritorio, y fue tras ellos. Jenks la interceptó y los dos tuvieron una discusión en el pasillo, a toda velocidad, llena de sonidos agudos, salpicada por algún que otro pico de ultrasonidos que hizo que me doliera la cabeza.

 

—Cari?o —intervino Jenks con voz persuasiva cuando ella aminoró la velo-cidad lo suficiente como para volver a oírlos—, los chicos son así. Hablaré con ellos y haré que se disculpen.

 

—?Qué hubiera pasado si lo hubieran hecho cuando entró tu gata? —chi-lló—. ?Qué me dices? ?Eh?

 

—Pero no lo hicieron —la tranquilizó Jenks—. Esperaron hasta que estaba controlada.

 

Con la mano temblorosa mientras se?alaba a la parte trasera de la iglesia, la pixie inspiró hondo con intención de empezar de nuevo, pero tuvo que tra-gárselo de nuevo cuando Jenks le dio un beso sonoro mientras rodeaba con sus brazos su delicado cuerpo y evitaba, de alguna manera, que sus alas se enredaran mientras sobrevolaban el pasillo.

 

—Ya me ocupo yo de todo, cari?o —le dijo al separarse. Sus sentimientos eran tan auténticos que bajé la mirada, avergonzada. Matalina voló hasta el escritorio dejando a su paso un rastro de polvo rojo de la vergüenza y, tras sonreímos haciendo un masculino alarde de… masculinidad, Jenks voló hacia la parte trasera de la iglesia.

 

—?Jack! —gritó desprendiendo un polvo de color oro brillante—. Tú sabes comportarte mucho mejor. Coge a tus hermanos y sal de ahí inmediatamente. Como tenga que ir yo, voy a cortaros las alas.

 

—?Uau! —exclamó Ivy cogiendo una galleta salada con sus delgados dedos—. Tengo que probar eso.

 

—?El qué? —le pregunté volviendo a colocar el portapapeles sobre mi regazo.

 

Ivy parpadeó lentamente.

 

—Besar a alguien hasta conseguir que sus nervios se trasformen en felicidad.

 

Su sonrisa se amplió hasta mostrar parte de sus colmillos y una especie de astilla helada recorrió mi espina dorsal. El miedo, mezclado con las expectativas, era tan difícil de evitar como apartar la mano de una llama. Ivy lo percibió con la misma facilidad con la que vio el rubor de mis mejillas.

 

A continuación se irguió y se puso en pie. Yo pesta?eé sin apartar la vista de ella y, tras pasar delante de mí dejando una oleada de incienso vampírico, se oyó el ruido de la campana.

 

—Ya abro yo —dijo contoneándose de forma provocativa—. David se ha dejado el sombrero.

 

Yo liberé lentamente el aire acumulado en mis pulmones. Maldita sea. Yo no era una yonqui de la adrenalina. E Ivy sabía que no íbamos a cambiar el rumbo de nuestra relación. Aun así… El potencial estaba ahí, y yo odiaba que su atracción por mí fuera tan voluble como la mía por ella. Solo porque puedas hacer algo, no quiere decir que debas hacerlo. ?No?

 

Exasperada conmigo misma, agarré el plato vacío y me dirigí a la cocina. Tal vez yo también necesitaba salir de cacería para liberar mi cabeza de todas las feromonas vampíricas que había allí.

 

—?Atentos todos! ?La gata ha vuelto a entrar! —advirtió Ivy. A continuación se oyó una voz diferente que hizo que me detuviera en seco.

 

—?Hola! Soy Marshal.

 

Si la voz atractiva y melodiosa no me hubiera obligado a detenerme en mitad del pasillo, sin duda el nombre lo habría hecho. Entonces me giré.

 

—Tú debes de ser Ivy —a?adió el hombre—. ?Está Rachel?

 

 

 

 

 

4.

 

 

—?Marshal? —exclamé mientras ordenaba mis pensamientos y caía en la cuenta de quién estaba en el umbral de nuestra puerta—. ?Qué estás haciendo aquí? —a?adí dirigiéndome de nuevo hacia la entrada.

 

él se encogió de hombros y sonrió, y casi se me cae el plato cuando se lo entregué a una Ivy a la defensiva para pasarle el brazo por encima del hom-bro. A continuación di un paso atrás, sin poder ocultar mi entusiasmo. ?Qué demonios! Me alegraba mucho de verlo. Me había sentido muy culpable al ver cómo volvía a nado hasta su barco la primavera anterior. Posteriormente, supe que había llegado sano y salvo, y que los hombres lobo de Mackinaw lo habían dejado en paz. Pero no contactarlo había sido lo más sensato para asegurar su anonimato y su seguridad.

 

El hombre alto y de hombros anchos siguió sonriendo.

 

—Jenks se dejó el sombrero en mi bote —dijo tendiéndome la gorra de cuero roja.

 

—No habrás venido hasta aquí solo por eso —dije mientras la cogía, y en ese momento percibí un asomo de barba en su mandíbula—. ?Tienes pelo! ?Desde cuándo?

 

A continuación, se quitó el gorro de lana y agachó la cabeza para mostrar su pelusilla.

 

—Desde la semana pasada. Traje el bote para la temporada y, cuando no llevo el ba?ador mojado, puedo dejar que vuelva a crecer. —A continuación, fingiendo angustia con los ojos marrones, a?adió—: ?No veas si pica! ?Por todas partes!

 

Ivy había dado un paso atrás y había puesto el plato en la mesa que había junto a la puerta. Yo, por mi parte, lo agarré del brazo y tiré de él hacia el interior. El aroma de su corto abrigo de lana era fuerte, y aspiré profundamente pensando que se percibía un olor a gasolina mezclado con el fuerte olor a secuoya que caracterizaba a los brujos.

 

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