Fuera de la ley

Al inspiró preocupado. Su rostro permaneció inmutable, pero me encon-traba tan cerca de él que pude sentirlo. Y, en cierto modo, aquello resultaba inquietante. Entonces expulsó el aire e inclinó la cabeza, como hubiera hecho un alumno con su maestro. Era la primera vez que mostraba una se?al de respeto, y aquello me asustó aún más. Entonces miró a la mujer del espejo adivinatorio y Dali alzó las cejas.

 

El demonio de mayor edad apretó los labios e hizo un gesto a la mujer para que se marchara. Ella se puso en pie en silencio, dejó el espejo sobre la mesa con evidente desagrado y desapareció de golpe con un leve estallido que se perdió en el sonido del viento contra el agua.

 

—Espero que sea bueno —rezongó Dali—. Le pago por horas.

 

Al tragó saliva, y yo hubiera jurado que era capaz de oler hasta el más mí-nimo rastro de sudor en su piel.

 

—Esta bruja puede ser invocada —dijo quedamente, con un brazo delante y otro detrás—. Puede viajar a través de las líneas, se la invoca con una palabra clave. —Dali resopló y Al a?adió alzando ligeramente la voz—: Lo sé porque me robó la mía y la invocaron en mi lugar.

 

Dali se inclinó hacia delante.

 

—?Fue así como logró escapar? —A continuación se giró hacia mí—. ?Robaste el nombre de invocación de Al? ?Voluntariamente? —me preguntó. Yo abrí la boca para decirle que lo había hecho para que Al dejara en paz a mi familia, pero Dali había vuelto a concentrarse en Al—. ?La invocaron? Y entonces, ?tú cómo conseguiste salir?

 

—Porque, a cambio, ella me invocó a mí —explicó Al bajando el tono de voz—. Eso, precisamente, es lo que estoy intentando decirte. Integró su contrase?a lo suficientemente bien en nuestro sistema como para que pudiera servir para invocar. Es capaz de utilizar la magia demoníaca, e incluso convirtió a su novio en un familiar accidentalmente.

 

—Exnovio —puntualicé entre dientes, a pesar de que nadie me estaba es-cuchando.

 

—Y ahora, ?vas a entregarme una pala para que pueda excavar un túnel por el que escapar? —preguntó Al—, ?o me expulsarás a la superficie y desperdiciarás esta magnífica oportunidad arrojando esta pelotita contra el muro de mierda élfica para quedarte mirando cómo se hace a?icos? Ninguno de vosotros tiene la astucia suficiente para manejar esto. Quizá Newt, si estuviera sana… pero no es el caso. Además, ?tú te fiarías de que no la matara? Yo no.

 

Dali entrecerró los ojos.

 

—?Crees que…? —caviló.

 

—Lo sé —respondió Al. Solo de pensar en lo que podría haber dicho, sentí que se me helaba la sangre en la venas. Entonces miré a Trent, que escuchaba desde el bote. ?Maldita sea! Ceri había insistido en que yo no era un demonio, pero aquello… aquello tenía muy mala pinta.

 

—Es mi discípula —declaró Al en voz alta—. Hemos cerrado el trato y ya es mía. Pero quiero liberarla de la marca de Newt para evitar posibles… malentendidos. Solo te pido que actúes de testigo y que establezcas un lugar seguro para que pueda pactar con ella.

 

El miedo hizo que me pusiera derecha de golpe. ?Va a negociar ahora? ?Estando yo presente?

 

—?Eh, chicos! ?Un momento! —exclamé reculando hasta que Al me fulmi-nó con la mirada—. Es de Newt de quien estamos hablando, ?verdad? Pues lo siento mucho, pero no lo acepto. ?De ninguna manera!

 

Ignorándome, el demonio de detrás de la mesa se mostró algo dubitativo. A continuación colocó ambas manos delante del estampado floral de su camisa uniendo las yemas de los dedos, mientras el viento le alborotaba los cabellos. De pronto me acordé de que, apenas un a?o antes, yo le había pedido a Edden que me arrojara un conservante para poder salir de mi propia fiesta de mierda. ?Maldita sea! ?Tanto nos parecíamos Al y yo? Al fin y al cabo, ambos éramos capaces de cualquier cosa con tal de salvarnos el pellejo.

 

—Llámala —dijo Al sacando una peque?a cajita para esnifar del bolsillo in-terior de su chaqueta. A continuación se acercó un peque?o pellizco a la nariz y yo percibí un ligero tufillo a azufre.

 

—Newt no recuerda una mierda de Morgan, pero sabe que ha olvidado algo. Aceptará darme la marca de la bruja a cambio de sus recuerdos y, cuando se entere de que fue Minias el que la hizo olvidar, independientemente de que fuera un accidente, lo matará. De ese modo, solo lo sabremos tres personas —dijo con una sonrisa taimada—. Y tres es un número muy estable.

 

—?Y qué pasa con Trent? —pregunté pensando que la cosa se estaba vol-viendo mucho más compleja de lo que jamás hubiera so?ado—. El trato era que lo conseguiría.

 

—Paciencia, bruja piruja —masculló sin dejar de sonreír a Dali mientras me pasaba el brazo por encima de los hombros. Yo le obligué a soltarme y miré a Trent. Tenía que saber que estaba haciendo todo aquello para liberarlo y que no era cierto que fuera a convertirlo en mi familiar. Sin embargo, su mirada estaba cargada de odio.

 

El mayor de los demonios se removió en su silla y, cuando nuestras miradas se cruzaron, tuve que reprimir un escalofrío. De pronto, Dali agarró el espejo adivinatorio. Luego lo colocó delante de él y sonrió a Al con malicia.

 

—Déjame ver qué tal anda de la cabeza esta ma?ana.

 

Kim Harrison's books