Fuera de la ley

Newt se giró desplegando su túnica.

 

—él es mi familiar. Pagué por él y puedo reclamar cualquier cosa que le pertenezca. Incluso su vida.

 

Al se aclaró la garganta nerviosamente.

 

—Bueno es saberlo —dijo con ligereza—. Es un buen consejo de seguridad. Rachel, toma buena nota. Está será la lección número uno.

 

Con los labios fruncidos, Newt desvió la vista del falso horizonte y se concentró en mí. Sentí como si me cubriera una capa de hielo y mi rostro perdía el color.

 

Tenía todo lo que había ido a buscar. Había logrado librarme de la marca de Newt o, al menos, lo haría cuando le devolviera el nombre a Al. Y también había salvado a Trent, o eso creía. Entonces, ?por qué tenía la sensación de que estaba a punto de armarse una buena?

 

—?La vas a instruir? —quiso saber Newt observándome con sus negros ojos.

 

Al asintió con la cabeza, me acercó a él y yo se lo permití.

 

—Como si fuera hija mía.

 

Newt dio un paso atrás, entrelazó las manos a la altura de la cadera e inclinó la cabeza. Era una actitud extra?a, y me dio la impresión de que estaban cerrando un trato que no alcanzaba a comprender.

 

—Eres un buen maestro —dijo finalmente, alzando la vista—. Ceri era muy diestra.

 

—Lo sé. Y la echo de menos.

 

Después movió la cabeza de arriba abajo y se giró hacia mí.

 

—Cuando estés lista, búscame. Tal vez, para entonces, habré recuperado la memoria y sabré qué demonios está pasando.

 

Yo entrelacé los dedos para que no se dieran cuenta de que estaban temblando, pero cuando cogí aire para responderle, se desvaneció.

 

Dali soltó un largo y sonoro suspiro.

 

—Minias tiene las horas contadas. Le doy dos días.

 

Al relajó los hombros.

 

—Está acostumbrado a rehuirla. Yo le doy… siete. —Luego se removió intran-quilo y se quedó mirando los destellos que despedían las olas—. Rachel, recoge a tu elfo. Estoy cansado y me gustaría deshacerme de este maldito olor a celda.

 

Yo me quedé donde estaba y él me empujó hacia Trent, antes de girarse hacia Dali.

 

—Doy por hecho que se retirarán los cargos por estupidez supina…

 

—Sí, sí —respondió Dali con una sonrisa—. Puedes coger al familiar de tu discípula y largarte. ?Vas a cumplir tu palabra de recordárselo a Newt?

 

Al esbozó una sonrisa.

 

—Sí. Todos los días hasta que se lo cargue.

 

Insegura, eché un vistazo a Trent, que me miraba como si quisiera matarme, y luego a Al.

 

—Ummm… ?Al? —le instigué.

 

—Llévate a tu elfo, bruja piruja —dijo entre dientes—. Quiero salir de aquí antes de que a Newt le venga a la mente alguna ley o algo parecido y decida presentarse de nuevo.

 

Sin embargo, Trent seguía mirándome como si quisiera clavarme un bolígrafo en el ojo. Temblorosa, tomé aire, y me dirigí a él dando grandes zancadas. A continuación me agaché y le tendí la mano para ayudarle a salir del inestable bote. él emitió un sonido grave y yo me quedé mirándolo, petrificada, cuando se abalanzó sobre mí.

 

—?Trent! —acerté a decir antes de que me echara las manos al cuello. Caí de espaldas y él aterrizó encima, obligándome a expulsar todo el aire de los pulmones. Estaba sentando a horcajadas sobre mí, intentando estrangularme y, de pronto, desapareció y pude respirar de nuevo. Entonces oí un fuerte golpe y, cuando alcé la vista, descubrí que había sido Al el que me lo había quitado de encima.

 

Trent cayó sobre el muelle, con una pierna colgando y a punto de acabar en el agua. Estupefacta, me quedé mirando cómo rodaba sobre sí mismo y le empezaban a dar arcadas.

 

—Lección numero dos —dijo Al ofreciéndome su mano enguantada para que me pusiera en pie—. Nunca te fíes de tu familiar.

 

—?Qué co?o te pasa? —le grité a Trent sin poder dejar de temblar—. Ya podrás matarme después pero, en este momento, me gustaría salir de aquí.

 

Seguidamente, volví a tenderle la mano, y esta vez no hizo nada cuando le empujé hacia Al. Yo no sabía cómo viajar por las líneas, pero daba por hecho que el demonio nos ayudaría a saltarlas, teniendo en cuenta que acababa de salvarle el culo.

 

—Gracias —farfullé, consciente de que Dali nos observaba con expresión intrigante.

 

—Ya me lo agradecerás en otro momento, bruja piruja —dijo Al nerviosa-mente—. Ahora te mandaré de vuelta a tu iglesia con tu familiar, pero dentro de quince minutos, espero verte en tu línea luminosa con un buen surtido de hechizos y un trozo de tiza magnética. Necesito un poco de tiempo para, ummm, alquilar una habitación.

 

Yo cerré los ojos en un lento parpadeo. Al estaba realmente arruinado. Genial.

 

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