Fuera de la ley

—?No podríamos empezar la semana que viene? —pregunté. Desgraciada-mente, era demasiado tarde y justo en ese instante sentí que Trent me agarraba con fuerza mientras el tiempo hacía trizas mi cuerpo para luego volver a darle forma. Estaba tan cansada que solo tenía ganas de echarme a llorar.

 

Esta vez ni siquiera me mareé cuando el hedor a siempre jamás se desvane-ció. El aroma ácido de la hierba recién cortada se abatió sobre mí e, intentando mantener el equilibrio, abrí los ojos y descubrí los tonos grises y verdes de mi jardín. En ese momento me derrumbé. Estaba en casa.

 

—?Papá! —gritó una vocecilla. Yo di un respingo y encontré a uno de los hijos de Jenks mirándome fijamente—. ?Ha vuelto! ?Y se ha traído al se?or Kalamack!

 

Entonces parpadeé para contener las lágrimas, inspiré hondo y miré hacia la iglesia, ba?ada por el sol matutino. No era posible que fuera tan temprano. Me sentía como si hubiera transcurrido toda una vida. Al ver a Trent en el suelo, le tendí la mano para ayudarlo a ponerse en pie.

 

—Ya hemos llegado —dije dándole un peque?o tirón—. Será mejor que te levantes. ?No querrás que Ceri te vea de esa guisa?

 

Sin moverse del suelo, Trent me tiró del brazo con fuerza. Yo contuve la respiración e intenté caer de frente, pero él me hizo perder el equilibrio y aterricé sobre el costado.

 

—?Trent…! —empecé a decir, pero él me puso en pie de un tirón y me gol-peó la cabeza contra una tumba, de manera que solo pude soltar un alarido—. ?Eh! —acerté a decirle, pero entonces aullé de nuevo, porque Trent empezó a retorcerme el brazo.

 

Antes de que pudiera darme cuenta, volvió a estamparme la cabeza contra la lápida, provocándome un dolor lacerante. La vista se me nubló y, mientras intentaba averiguar qué demonios estaba pasando, permití, como una imbécil, que me rodeara la garganta con un brazo y empezara a apretar.

 

—Trent… —farfullé. Entonces solté un grito ahogado y sentí que la cara se me hinchaba.

 

—?No pienso permitírtelo! —me gru?ó al oído—. ?Antes te mataré!

 

?Permitirme qué?, me pregunté luchando por respirar. ?Pero si acabo de salvarle el culo!Seguidamente clavé los talones en el suelo y empujé hacia atrás, pero solo conseguí que ambos cayéramos al suelo. Trent aflojó levemente la presión, permitiéndome recuperar el aliento, pero enseguida volvió a apretar.

 

—?Emparentada con los demonios! —exclamó con una voz ronca que no se parecía en nada a la suya—. ?Lo tenía ahí, delante de mis narices, pero no podía creerlo! Mi padre… ?Maldito sea!

 

—?Trenton! —oí gritar a Ceri, cuya voz me llegaba débilmente desde el otro lado del jardín justo cuando empezaba a perder el conocimiento—. ?Basta! ?Suéltala!

 

A continuación sentí que sus dedos intentaban interponerse entre mi piel y los brazos de Trent y solté un grito ahogado cuando la presión disminuyó de nuevo. No conseguía liberarme de él, y sentía como si mis músculos, a falta de oxígeno, se hubieran convertido en papel mojado.

 

—?Tiene que morir! —dijo Trent ara?ándome el oído con su voz—. Los oí. Mi padre… mi padre la curó —farfulló angustiado, apretando aún más—. ?Podría volver a empezarlo todo! ?Pero ahora no! ?No se lo permitiré!

 

El músculo de su brazo se contrajo, y mientras el dolor me invadía, oí que mi garganta emitía un último estertor.

 

—?Déjala! —suplicó Ceri, y yo atisbé su vestido—. ?Basta ya, Trent!

 

—?La llamaron pariente! —gritó Trent—. ?Se apoderó del nombre de un demonio y la invocaron! ?Lo vi con mis propios ojos!

 

—?Rachel no es una diablesa! —gritó Ceri, categórica—. ?Suéltala!— En-tonces se agachó para agarrarle los dedos y su delantal me golpeó la cara—. ?Trenton! ?Salvó a Quen! ?Nos salvó a todos nosotros!

 

El elfo aflojó la presión y, mientras boqueaba, intentando recuperar la res-piración, me alejó de él de un empujón.

 

Choqué con la lápida contra la que había estado golpeándome la cabeza y me agarré a ella, con los dedos temblorosos, mientras inspiraba profundamente una y otra vez, sujetándome la garganta e intentando buscar la manera de respirar sin que me doliera.

 

—Tal vez no sea un demonio —dijo Trent desde detrás de mí, haciendo que me girara—, pero sus hijos lo serán.

 

Al oír sus palabras me derrumbé sobre la lápida, sintiendo que se me helaba la sangre. Mis hijos…

 

Ceri se había arrodillado junto a él, y le tenía puesta las manos encima como si estuviera evaluando los da?os, dispuesta a sujetarlo si intentaba acabar su trabajo. Yo, sin embargo, no pude hacer otra cosa que sentarme al sol y que-darme mirando.

 

—?Qué? —pregunté con voz áspera, y él se echó a reír con crueldad.

 

—Eres la única hembra que mi padre curó —me reprochó arrancándose el lazo rojo del cuello y tirándolo al suelo—. Lee no puede someterse a la cura. Está en la mitocondria. Solo tú podrías iniciarlo todo de nuevo. ?Pero antes te mataré!

 

—?Trenton! ?No! —exclamó Ceri, pero estaba demasiado débil para hacer nada.

 

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