No obstante, cuando averiguara la identidad del asesino de Kisten y lo hiciera pedacitos, sería mucho más feliz. Tal vez Al conocía algún hechizo de Pandora. Tal vez tenía algún libro que podría ojear cuando se quedara dormido.
Desde el santuario me llegó el saludo de una voz masculina y el tintineo del parloteo excitado de un pu?ado de pixies. Había llegado Quen, lo que significaba que la fiesta estaba a punto de disolverse. Mientras le pasaba a mi madre el último plato, me puse todavía más melancólica. Había conseguido salvar a Trent, pero no a mi padre.
Mi madre debió de adivinar mis pensamientos, porque me dio un abrazo de costado. Instantes después me soltó, pero el tacto de sus manos húmedas dejó en mí una sensación perdurable.
—No te pongas triste, Rachel. Yo quería mucho a tu padre, pero he sufrido durante tanto tiempo que me olvidé de lo que era la felicidad. Necesito…
Yo asentí, consciente de lo que estaba intentando decirme.
—?Reemplazarlo con algo bueno para poder pensar en él sin dolor?
Ella confirmó mis palabras con un gesto con la cabeza y volvió a abrazarme con fuerza como si intentara transmitirme un poco de su felicidad.
—Me gustaría ayudar a Ceri a llevarse las cosas —dijo.
Yo me sequé las manos y, juntas, abandonamos la cocina. Ella todavía me tenía cogida por los hombros, haciéndome sentir de nuevo como una ni?a. Protegida. Amada.
No obstante, apenas entramos en el santuario, el brazo que rodeaba la cintura de mi madre se me cayó de golpe. ?Takata también está aquí?
El brujo, que se encontraba junto al piano, con los dedos en la pasta de azúcar y sus delgados hombros llenos de pixies, me saludó torpemente con la mano. Yo sentí una punzada en el estómago cuando vi que mi madre cambiaba com-pletamente de actitud y se dirigía a él, encantada. Parecía mucho más joven, gracias, principalmente, a su nuevo corte de pelo. Que se hubiera descubierto la verdad le había quitado un peso de encima, y en ese momento lamenté que hubiera tenido que cargar con ello durante tanto tiempo.
Ceri ya se había puesto el impermeable pero, al verme allí sola, agarró a Quen por el brazo y cruzó la habitación. Aquella felicidad contenida la hacía aún más hermosa, y en aquel momento miré a Ivy. La vampiresa la observaba con una voracidad que entendí perfectamente. No se trataba de deseo vampírico, sino del ansia de ver a alguien que tiene algo que tú anhelas, a sabiendas de que, si lo consiguieras, te destrozaría el corazón, la vida y el alma.
Ninguna de las dos sería madre. Era como si Ceri fuera a tener un hijo en nombre de todos nosotros. La pobre criatura iba a tener tantas tías que se pasaría la vida entre algodones.
—Rachel —dijo Ceri cogiéndome las manos con una sonrisa radiante—. Muchísimas gracias por la fiesta. Nunca… —De pronto, la expresión de su rostro cambió y sus maravillosos ojos verdes se llenaron de lágrimas. Quen le tocó el hombro, y ella se irguió, sonriendo de nuevo—. Nunca pensé que fuera a hacer algo así —prosiguió—. Estaba convencida de que moriría, sin ninguna capacidad de discernir, en siempre jamás. Y ahora puedo disfrutar del sol, del amor y de la oportunidad de dar un sentido a mi vida. —Por un momento apretó las manos con fuerza, intentando dar profundidad a las palabras que estaba a punto de decir—. Gracias.
—De nada —respondí sintiendo que los ojos se me humedecían por la muerte de mis propios sue?os—. Y ahora, basta; que me vas a hacer llorar.
A continuación, secándome el rabillo del ojo, miré a Quen, que se mantenía estoico, dejando que los estrógenos fluyeran a su alrededor como si no pudieran tocarlo.
Ceri le echó un vistazo y luego volvió a mirarme.
—Si es ni?a, la llamaremos Ray, y si es ni?o, Raymond.
—Gracias —respondí con un nudo en la garganta que me impedía tragar.
Entonces se acercó y me dio un rápido abrazo.
—Tengo que irme. Trenton quiere martirizarme con más pruebas —dijo poniendo los ojos en blanco.
—Entonces será mejor que os marchéis —dije retirando la mano. Aparen-temente, Trent había decidido dejarme en paz, pero no me fiaba de su silencio.
De repente su rostro se tensó y me dijo en un susurro:
—Ten mucho cuidado con Al. Si eres honesta con él, es menos probable que te… haga da?o. Y si se enfada, prueba a cantar.
Luego se retiró, y yo miré a Quen preguntándome hasta qué punto aquella conversación iba a llegar a oídos de Trent.
—De acuerdo. Gracias. Intentaré acordarme.
No tenía ni idea de en qué podría mejorar las cosas que me pusiera a cantar Satisfaction, pero lo de ser honesta, eso podía hacerlo.
Entonces agucé la mirada y ella asintió.
—Me gustaría despedirme de Ivy y de la se?ora Morgan —dijo Ceri, tocando el brazo de Quen—. ?Me das un momento?
El elfo se limitó a responder con un ?sí? aunque, en realidad, sus ojos parecían decir: ?Te daría el mundo entero si me lo pidieras?.
Ceri sonrió y nos dejó a solas.