—Y yo querría arrancarte tu puta cabeza de cuajo pero, por lo visto, ni uno ni otro se saldrá con la suya —canturreó con sorna.
Sentí que mi respiración se agitaba y espiré. Luego miré en dirección este y el pulso se me aceleró. Había estado torturando a mi madre, pero no por despecho, sino para llegar hasta mí. No podía permitir que volviera a pasar.
—?Cuánto serías capaz de pagar si te dijera que, no solo estoy en condiciones de sacarte de la cárcel, sino que puedo conseguir que la persona que te encerró te pida disculpas?
Al adoptó un aire despectivo.
—Si no tienes nada constructivo que decir, deberías dejarme volver a siempre jamás, a mi celda. Lo tenía todo bajo control hasta que le demostraste a Minias que podías almacenar energía luminosa.
—Y eso, precisamente, es lo que te va a salvar el culo —le solté con actitud beligerante—. Tengo una idea que nos beneficiará a los dos. ?Quieres oírla?
Al se cruzó de brazos, mientras las cintas de los pu?os de su camisa ondeaban al viento.
—?De qué se trata? ?Has decidido vender tu alma a cambio de un viaje para salvar a Trent? —Se estaba burlando de mí, y sentí que las mejillas se me encendían—. No merece la pena —a?adió—. En apenas unas horas, me des-terrarán a la superficie, subastarán todas mis pertenencias como si fueran una novedad, y le entregarán mi espacio vital a otro, destruyendo mi reputación. En este preciso momento de mi gloriosa carrera, preferiría tu cabeza a tu alma.
—Me alegra saberlo —respondí—, porque no vas a conseguirla.
El corazón me latía con fuerza mientras esperaba que acabara de lamentarse de sus desgracias. Cuando se sintió lo suficientemente seguro, después de unos cinco segundos de incómodo silencio, se giró hacia mí.
—?Hay algún sistema organizado que permita que un demonio pueda ense?ar a otro? —le pregunté en voz baja—. ?Como una especie de mentor? ?Dios mío! ?Ayúdame! Dime que estoy viendo las cosas con claridad y que no me ciega el orgullo.
Al echó la cabeza hacia atrás y soltó una sonora carcajada. En ese momento llegó a mis oídos el susurro de las aguas que nos rodeaban y que retumbaba en los modernos edificios del otro lado de la calle.
—?Hace cinco mil a?os que no ha hecho falta instruir a ningún demonio! —exclamó—. ?Están a punto de exiliarme a la superficie y tú quieres que te acepte como alumna? ?Que te ense?e todo lo que sé, así, sin más? ?A cambio de nada?
Yo no dije nada, esperando que asimilara la pregunta y dedujera por sí mis-mo el razonamiento que se escondía detrás. De pronto su rostro rubicundo se relajó y se me quedó mirando por encima de sus malditas gafas haciendo que el pulso se me volviera a acelerar.
—Sí —respondió quedamente, casi en un susurro—. Lo hay.
Las manos me temblaban y me rodeé la cintura con los brazos bajo el abrigo de mi chaqueta.
—Tal vez, si utilizaras el hecho de que puedo modificar la magia demoníaca para decir que me adoptaste como alumna en vez de como familiar, no podrían reprocharte que me permitieras aprender a almacenar energía luminosa en mis pensamientos.
Al apretó la mandíbula e hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, prác-ticamente imperceptible.
—Podrías argumentar que me ense?aste y que luego me dejaste aquí por-que estaba aprendiendo más a luchar contra ti de lo que podría haber hecho en siempre jamás.
—Pero no fue así.
Su voz no mostraba ninguna emoción, sonaba casi muerta.
—Ellos no lo saben —argüí.
El pecho de Al se infló y se desinfló dejando escapar un fuerte suspiro. Per-cibía en él una sensación de alivio, y me pregunté cómo debía de sentirse un demonio cuando estaba asustado, y cuánto tiempo me dejaría vivir sabiendo que no solo lo había visto, sino que tenía la solución para salvarlo.
—?Por qué? —preguntó.
Yo me pasé la lengua por encima de los labios.
—Quiero a Trent, e imagino que, como alumna tuya, tendría derecho a un familiar. ?Maldita sea! ?Si incluso convertí a uno de mis novios en mi familiar antes de que rompieras el vínculo! —dije apartando la vista mientras intentaba esconder la vergüenza que sentía, a pesar de que sabía que nunca más volvería a utilizar a una persona de ese modo. Al menos, no deliberadamente—. Trent cargó con una mácula que debería haber llevado yo —a?adí—. Y lo hizo vo-luntariamente. Eso es algo que hacen los familiares.
—Trenton Aloysius Kalamack lleva la marca de Minias —dijo rápidamente.
—Pero lleva mi mancha porque así lo decidió, sin que nadie lo obligara —sugerí.
Al frunció los labios y se echó atrás hasta que chocó con la burbuja y dio un respingo.
—Tendría que comprarle a Minias tu marca de familiar —caviló en voz alta. Luego alzó las cejas y agitó la mano como si diera a entender que existía una posibilidad—, pero puedo hacerlo.
—De ese modo Trent y yo podríamos regresar y todo volvería a la normalidad.
Al soltó una risotada.