Ivy asomó la cabeza por detrás del da?ado monitor.
—?Y por qué tiene que ser antes del amanecer?
Los hombros de la hermosa elfa se encorvaron.
—Porque una vez que las líneas queden cerradas a posibles invocaciones, los demonios tomarán una decisión. En este momento lo más probable es que Trent siga esperando, pero en cuanto estén seguros de que no excluirán a nadie de las negociaciones, lo pondrán en venta.
Venta. Era una palabra espantosa, y sentí que mi rostro se crispaba. Al verlo, Ceri se encogió de hombros.
—No sé exactamente qué quieres hacer, pero tendrá que ser antes de que alguien lo compre, de lo contrario no tendrás que enfrentarte a un comité, sino a un único demonio. Los comités son complicados, pero los demonios, por separado, pueden ser muy tenaces. Al comité, en cambio, solo le interesa conseguir algo a cambio.
Todo aquello era un error, un gravísimo error. Yo resoplé y Jenks le dijo algo a Ivy colocándose la mano en el pecho como si estuviera haciendo una promesa para luego dirigirse al cuenco de las galletas.
—Como familiar, Trent no vale gran cosa —explicó Ceri con la cabeza gacha, casi como si estuviera avergonzada—, pero no es habitual que un familiar en potencia se presente en siempre jamás sin que ningún demonio lo haya recla-mado. Muchos de ellos estarían dispuestos a pagar sin importarles tener que esperar un largo periodo de tiempo hasta que estén listos. Así es cómo Al se gana la vida.
Yo titubeé, y de pronto pensé que aquello explicaba que Al hubiera mostrado tanto interés primero por Nick, y luego por mí.
—?Se dedica a entrenar familiares? —le pregunté.
Ceri asintió con la cabeza y retomó el dibujo que estaba garabateando en el papel amarillo. Yo me quedé mirando el par de ojos atormentados que empe-zaban a coger forma detrás de unas líneas azules.
—En cierto modo, sí —respondió—. Primero busca candidatos idóneos, después los instruye lo suficiente para que resulten rentables, y finalmente los embauca para que vayan a siempre jamás. Se le da muy bien, y ha hecho una fortuna vendiéndole gente a aquellos demonios que no tienen ganas de cruzar las líneas para procurarse sus propios familiares.
Jenks batió las alas con fuerza e Ivy apagó el ordenador. Por lo visto se había cansado de fingir que estaba trabajando.
—?Es un traficante de esclavos? —preguntó.
Ceri terminó de dibujar una figura que representaba a un hombre tirado a los pies de una lápida.
—Efectivamente. Esa es la razón por la que le molesta tanto que te hayas apropiado de su nombre. Se necesita mucha astucia para construirse una lista de personas que conocen su nombre y que podrían convertirse en familiares. Por no hablar del esfuerzo que supone la fase previa al robo de sus almas, la pesadez de entrenarlos para incrementar su valor, y la dificultad de mantener un equilibrio entre disponer de suficiente gente que conozca su nombre, y que el número no sea tan alto como para convertirse en un engorro. Además, existe el riesgo de que, después de todas las molestias que supone entrenar a un posible familiar, acaben pagándole menos de lo que esperaba.
Yo solté un bufido, me recliné en la silla y crucé las piernas mientras pensaba en Nick.
—Vamos, que es un jodido proxeneta.
A Tom le convenía andarse con cuidado, o el próximo sería él. Aunque, per-sonalmente, no es que me quitara el sue?o.
Jenks echó a volar despidiendo una columna de chispas plateadas que cayó sobre el cuenco como si fuera escarcha.
—Ivy, su trabajo consiste en raptar personas. Tienes que apoyarme en esto. Rachel no tiene por qué hacerlo. ?Es una estupidez! ?Incluso para ella!
Yo entrecerré los ojos, pero Ivy se desperezó como si nada, dejando al des-cubierto el pirsin del ombligo.
—Si no dejas de darle la lata, voy a estamparte contra la pared con tanta fuerza que te pasarás una semana sin conocimiento —dijo. Jenks perdió altura, e Ivy se le arrimó—. Alguien tiene que salvarle el culo a Kalamack. ?Quién va a hacerlo si no? ?Yo?
—No —protestó el pixie débilmente—. Pero ?por qué tiene que ser Rachel? Trent conocía los riesgos.
Conocía los riesgos y confió en mí para que lo protegiera, pensé, incapaz de mirar a la cara a Ceri.
Ivy apoyó los codos en la isla central y se reclinó.
—?Por qué no dejas de intentar convencerla para que no vaya y empiezas a averiguar la manera de acompa?arla?
—?Porque sé que no me lo permitirá! —gritó.
—Nadie va a acompa?arme —intervine tajante.
Jenks dejó escapar una ráfaga de polvo dorado.
—?Lo ves? —exclamó apuntándome con el dedo.
Yo apreté los dientes e Ivy se aclaró la garganta a modo de advertencia.
—Le dije que lo sacaría de allí —mascullé echando un vistazo al boceto de una ciudad demoníaca subterránea que había dibujado Ceri.