Fuera de la ley

—Será mejor que alguien me explique lo que está pasando o voy a empezar a pixearos a todos.

 

Parpadeando rápidamente, Ivy se giró con un brazo rodeándole la cintura y el otro sujetándole la cabeza.

 

—Tú dijiste que Rachel había conseguido invertir la maldición. Ahora posee el nombre de invocación de Al —dijo mirando al suelo—. No tuvo que com-prar un viaje de vuelta, ni tampoco averiguó cómo saltar las líneas. Regresó al mundo real porque Tom invocó a Al.

 

—?Y? —preguntó en tono socarrón. A continuación, se quedó pensativo y cayó sobre la mesa—. ?Oh, mierda!

 

El miedo me invadió de nuevo, pero esta vez iba acompa?ado de la vergüenza que me causaba haber sido invocada en el círculo de otro.

 

—Rachel no es un demonio —dijo Ceri. En ese momento Glenn finalmente lo entendió todo, y tras girar sus anchos hombros hacia mí, se me quedó mi-rando boquiabierto.

 

—No —dije amargamente volviéndome en mi silla para no tener que mirar a nadie—. Soy una bruja cuya sangre es capaz de controlar la magia demonía-ca y que se ha integrado de tal manera en su sistema que está sometida a sus reglas de invocación.

 

—No, no lo eres.

 

Quería creer a Ceri, pero tenía miedo de hacerlo.

 

—Entonces, ?qué soy? —pregunté en un susurro.

 

Ella tenía que saberlo. Había estado conviviendo con ellos.

 

—Eres lo que eres —respondió con expresión asustada.

 

Busqué la mirada de Ivy y descubrí que ella también tenía miedo.

 

No podía soportarlo más. Me levanté y eché a correr hacia el ba?o, cerré de un portazo y me dejé caer sobre la tapa cerrada del inodoro sintiéndome como un trapo. En el pasillo se levantó un gran revuelo con voces preocupadas y frustradas acusaciones. Entonces solté una lágrima y la dejé correr. Tenía que llorar. Debía llorar hasta la extenuación. De pronto, pensé que mi padre también lo sabía. ?Por qué, si no, le habría pedido al mejor instructor de líneas luminosas de Cincinnati que me suspendiera y después habría recopilado para mí toda una colección de textos demoníacos?

 

—?Rachel? —oí decir a Jenks entre un ruidoso aleteo de pixie.

 

—?Lárgate! —le grité levantando la cabeza espantándolo de un manotazo para que no se posara en mi hombro—. ?Sal de aquí, estúpido pixie!

 

—?No me da la gana! —exclamó acercándose a mi cara—. Escúchame, Rachel. Tú hueles a bruja. Bueno, en realidad, ahora mismo, apestas a siempre jamás, pero cuando te laves un poco, olerás como una bruja. Y cuando salga el sol, seguirás aquí. No regresarás a siempre jamás. ?No lo permitiré!

 

La expresión de su rostro era de desesperación, y yo extendí la mano con des-gana para que pudiera posarse. Luego contuve la respiración e intenté suprimir mi malestar tragando saliva con tal ímpetu que me hice da?o en la garganta.

 

él apoyó los pies, pero volvió a quedarse suspendido en el aire durante unos segundos cuando Ivy irrumpió en la estancia golpeando la puerta contra la pared.

 

—?Por el amor de Dios! —exclamé dando un respingo—. ?He cerrado la puerta porque quería estar sola!

 

Las facciones de Ivy, generalmente serenas, estaban contraídas por la preocu-pación. Tenía los hombros encogidos y la brusquedad con que se sujetó los mechones de pelo corto detrás de las orejas dejaba bien clara la tensión que sentía.

 

—Estás en el interior de una iglesia. Ningún demonio puede hacer algo así. Glenn dice que mentiste para salir del círculo y no te pasó nada. No te detuvieron por incumplir la ley. No eres una diablesa y no te verás arrastrada a siempre jamás cuando salga el sol.

 

—Eso espero —respondí consciente de que no les iba a gustar un pelo lo que estaba a punto de decir—, pero si lo fuera, me resultaría más sencillo rescatar a Trent.

 

 

 

 

 

31.

 

 

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