Tenía las yemas de los dedos llenas de úlceras por haberme quemado cuan-do intenté apoderarme del círculo de Tom, al igual que la palma de la mano, que me la había rasgado en siempre jamás. Hice una mueca de dolor cuando apreté el botón para bajar la ventanilla, pero el sufrimiento mereció la pena porque me permitió oír el vocerío de unos ni?os que jugaban al escondite en la oscuridad, cuyos aullidos y gritos de protesta contribuyeron a que me tranqui-lizara. Con los ojos cerrados, intenté seguir el recorrido del coche guiándome por sus movimientos. Cuando saliera a la luz que un agente de la SI había estado invocando demonios permitiendo que arrasara tiendas de hechizos y aterrorizara a los ciudadanos, la Seguridad del Inframundo se vería obligada a condenarlo públicamente, a rescindirle el contrato y a retirar su nombre de la nómina de empleados para incluirlo en la lista de los criminales más buscados. De puertas para adentro, lo más probable es que se llevara un buen bofetón y que le dieran la patada mientras intentaban encubrir que no habían conseguido incriminarme. Yo no formaba parte de su reserva activa, pero sabía que no les importaría verme tumbada en una mesa de granito. Y al menos ya no tendría que hacerme cargo de los destrozos de la tienda de hechizos.
El chirrido de la ventanilla de Glenn hizo que abriera los ojos de golpe, y el viento, aún más fuerte, hizo que mi pelo, que estaba casi seco, se me pegara a la cara. Mis rizos rojos apestaban y el espacio reducido del coche provocaba que el hedor a ámbar quemado se hiciera aún más evidente. No me extra?aba que Newt fuera calva.
Glenn se aclaró la garganta dando a entender que estaba muy enfadado, y yo volví a cerrar los ojos. Sabía que estaba molesto conmigo porque pensaba que había decidido enfrentarme yo sola a aquella panda de brujos y que ni siquiera se lo había contado a mis compa?eros de piso.
—No fue idea mía —dije apoyando la rodilla contra la puerta cuando tomó una curva—. No tenía intención de hacerlo. Simplemente ocurrió.
Glenn volvió a aclararse la garganta, esta vez con incredulidad, y yo abrí los ojos y me senté recta. La luz de las farolas le iluminaba la cara haciéndole parecer más viejo de lo que en realidad era. Cansado.
—Si hubieras pedido ayuda, las posibilidades de echarle el guante a ese pirado hubieran sido mayores —me reprochó en tono acusador—. Ahora será el doble de difícil encontrarlo.
Yo apreté la mandíbula mientras mis sentimientos de culpa batallaban con el miedo. No podía decirle que había aparecido en el sótano de Tom directamente desde siempre jamás después de que aquellos tipos me invocaran y que creía que era un demonio. Entonces apoyé el codo en la puerta y recliné la barbilla sobre la palma de la mano.
—Fue un accidente —farfullé—. Estaba trabajando en algo con Trent…
—?Con Kalamack?— Por unos instantes, el detective do la AFI apartó la vista de la carretera y se me quedó mirando, mientras sus manos negras asían con fuerza el volante del coche—. Rachel, aléjate de él. Está lleno de resentimiento y tiene mucho dinero.
Mierda. ?Cuánto echo de menos a mi padre! Inspiré profundamente y solté el aire poco a poco. Tal vez podía contarle a Glenn parte de la verdad.
—Estaba ayudándole con un proyecto que está llevando a cabo…
—?El mismo que mató a tu padre? —me preguntó.
Yo me encogí de hombros.
—Más o menos. El caso es que estaba en siempre jamás y, por error, me vi envuelta en la invocación de un demonio. Aparecí en el círculo de Al y, cuando conseguí salir, me limité a darles su merecido. —Inspira: uno, dos, tres. Expira: uno, dos, tres, cuatro—. Trent todavía sigue allí.
—?En siempre jamás? ?Maldita sea, Rachel! —dijo entre dientes. Yo me quedé mirándolo sorprendida. No estaba acostumbrada a oírlo blasfemar—. ?Sabe alguien más que fue allí voluntariamente?
Los destellos intermitentes de la calle me permitieron ver la expresión preocupada de Glenn y de pronto alcé las cejas. No se me había pasado por la cabeza que pudiera parecer que había intentado librarme de Trent. Aunque la prensa daba por hecho que teníamos un romance secreto, todo aquel que llevaba uniforme sabía que no nos podíamos ni ver y les resultaba bastante extra?o que siguiera aceptando su dinero.
—Su guardaespaldas —dije preguntándome cómo reaccionaría Quen cuando lo supiera—. Y también Ivy, Jenks y mis vecinos. Esos que, supuestamente, no existen —concluí secamente.
Glenn soltó una mano del volante. Era evidente que quería coger la radio para dar un aviso.
—Fue un accidente —repetí juntando las rodillas—. ?Qué se suponía que debía hacer? ?Dejar que desangraran a aquella pobre mujer?
—Podrías haber considerado otras opciones… —respondió en un tono algo lisonjero mientras entrábamos en mi calle.
—Tom admitió que había estado invocando a Al para que me matara. Dijo que conseguiría un aumento de sueldo. Pregúntale a la chica. Ella lo oyó.
En ese momento volví a apoyar la barbilla en la palma de la mano y me quedé mirando por la ventana. De repente, se me encogió el corazón. Había una idea que me atormentaba y que no podía sacarme de la cabeza. Había abandonado siempre jamás porque me habían invocado. ?Querría eso decir que volvería apenas saliera el sol?
De pronto sentí un dolor insoportable. Quería llegar a casa, rodearme de la gente que amaba y esconderme, tranquilizando mi subconsciente con el hecho de estar viva a pesar de que existiera la posibilidad de que, en unas pocas horas, me viera arrastrada a una existencia infernal. No ayudaba mucho que Trent estuviera todavía allí, encerrado en una diminuta jaula en espera de un horrible e ignominioso futuro.