Eché a rodar, porque la intuición me decía que estaba a punto de llegar otro.
—?Idiota! —grité poniéndome en pie de un salto y maldiciendo mi costumbre de hablar sin parar durante las peleas y las relaciones sexuales—. ?Quieres un trozo de mí? ?Quieres un trozo de esto? ?Pues yo misma te lo voy a meter a empujones por tu jodida garganta!
En un imperdonable acto de cobardía, Tom empujó hacia mí al último de sus acólitos. El hombre cayó a mis pies suplicando clemencia y yo le disparé una poción que lo dejó dormido. Era toda la clemencia de que disponía en aquel momento.
Cabreada, me giré hacia Tom.
—Y ahora te toca a ti —le espeté apuntándole con la pistola. A continua-ción apreté el gatillo y una capa de siempre jamás de color verdoso se alzó a su alrededor.
Salté hacia delante, pero me detuve en seco cuando me di cuenta de que era demasiado tarde. Tom había vuelto a alzar el círculo que habían utilizado para invocarme y se había colocado en el centro. Una de las velas se había volcado, y echó a rodar hasta caer de la tarima dejando un rastro de cera fundida y una delgada columna de humo.
El despreciable gusano jadeó, confundido, mientras apoyaba las manos en las rodillas para recobrar el aliento.
—?Has faltado a tu palabra! —dijo resollando con sus ojos marrones brillando con fiereza—. ?No puedes hacer algo así! ?Eres mío! —Seguidamente esbozó una sonrisa y a?adió—: Para siempre.
Con los brazos en jarras, me enfrenté a él.
—Cuando uno se dedica a invocar demonios, apestoso pedazo de mierda, antes de liberarlo, le conviene asegurarse de que se ha presentado el correcto.
Con el rostro demudado, se giró hacia la tarima.
—Tú no eres Al.
—?Riiiiiing! ?Premio para el caballero! —me burlé. En mi interior estaba temblando, pero ver cómo Tom descubría que su vida se veía reducida a un montón de mierda demoníaca del tama?o de Manhattan, me producía un pla-cer infinito—. Tienes derecho a permanecer en silencio —a?adí—. Cualquier cosa que digas aparecerá en un jodido informe que contribuirá a que te frían mucho más deprisa.
El rostro de Tom adquirió un precioso color verde.
—Tienes derecho a un abogado, pero a menos que tengas muchísima más pasta de lo que demuestra este sótano, lo tienes realmente crudo.
Su boca se abrió y se cerró, y dirigió una rápida ojeada a la mujer de la puerta.
—?Quién eres? Yo invoqué a Algaliarept —dijo en un susurro.
En ese momento cogí aire con los dientes apretados emitiendo un siseo.
—?Cierra la boca! —le grité propinando una patada lateral a su burbuja—. ?No pronuncies ese nombre!
De pronto caí en la cuenta de que ahora ese nombre era el mío. ?Oh, Dios! Era mi nombre, y todo el que lo conociera tenía la capacidad de encerrarme en un círculo. No quería imaginar lo que sucedería cuando saliera el sol.
Tom se me quedó mirando fijamente.
—?Morgan? ?Cómo has…? ?Has matado a Algaliarept! ?Has matado a un demonio y te has apoderado de su nombre!
No exactamente, pensé. Me he apoderado del nombre de un demonio y me he matado a mí misma. Quizás Ivy tenía razón y debería haberme limitado a intentar dejarlo KO. De ese modo, mi muerte hubiera sido más rápida. No hubiera tenido que enfrentarme a todo aquel caos que parecía no acabar nunca.
—Sin la varita no eres tan gallito, ?eh? —dije escuchando el zumbido de un intercomunicador, que apenas se oía por culpa de los sollozos de la mujer que estaba en la puerta. Tom se había puesto derecho. Presioné su burbuja y descubrí que no me quemaba—. Genial —dije.
A continuación, frustrada, volví a golpear la barrera con el pie. El hombre se tambaleó y estuvo a punto de golpear el círculo y hacerlo descender. Yo comencé a caminar alrededor de él, con paso renqueante, mientras el intercomunicador seguía zumbando.
—Vete acostumbrando, Tom. Te vas a pasar mucho tiempo en una jaula.
No obstante, la mirada de Tom se tornó picara, recordándome que sabía cómo viajar por las líneas. Me quedé mirándolo y su sonrisa se hizo más evidente. No lo haría. Al era su contacto demoníaco, ?no? No se arriesgaría. Al podría sentirlo y abalanzarse sobre él en un abrir y cerrar de ojos. Pero Al estaba en la cárcel, así que, tal vez no importaba.
—?No! —grité desesperada por evitar que saltara. Armándome de valor, apoyé la mano en la barrera y empujé. Sabía lo que era ahora. Había cogido su círculo antes, y al faltar una vela, este estaba comprometido. Podía hacerlo. ?Cómo voy a hacer esto?
Mi aura se prendió y, con la mandíbula apretada, me quedé mirándolo fija-mente a través de los lacios mechones de mi pelo, jadeando mientras intentaba absorber su energía. Controlar la línea que había contactado. Toda ella.