—No lo sé —respondí sintiendo que mi vida había acabado—. Siento mu-cho endilgarte este asunto, pero no puedo recurrir a la SI. Sospecho que Tom está haciendo esto con su beneplácito. —Seguidamente miré al lugar en el que lo había visto por última vez y, por un momento, el odio se impuso sobre las lágrimas causadas por el brusco descenso de adrenalina.
—Está viva —dijo Glenn apartándose del teléfono—. No. Estoy hablando con ella. ?Tienes el número de la casa? —A continuación se quedó en silencio por unos segundos y volvió a dirigirse a mí—. Estaremos allí en cinco minutos —dijo suavizando el tono áspero de su voz—. Siéntate y no te muevas a menos que sea absolutamente necesario.
Me dejé caer bruscamente con el teléfono apoyado en la oreja. Me sentía aún peor que la mujer, que estaba intentando romperla cinta aislante con los dientes.
—Vale —dije lánguidamente—, pero Tom ha logrado escapar. Tened cuidado con Betty. Puede parecer tonta, pero probablemente conoce muchos trucos su-cios. —En ese momento sentí un leve mareo—. Nos podemos esperar cualquier cosa de una persona capaz de patear a su perro.
Glenn suspiró por el cansancio y la frustración.
—Voy para allá. Maldita sea. Voy a tener que dejar el teléfono. Habla con Rose hasta que llegue, ?de acuerdo?
Yo sacudí la cabeza y encogí las piernas.
—No. Tengo que llamar a Ivy.
—Rachel… —me advirtió—. Ni se te ocurra colgar.
Pero lo hice. Las lágrimas descendieron por mis mejillas, limpiando los restos de arenilla de siempre jamás. Sin embargo, no había nada que pudiera limpiar mi mente de la vergüenza que sentía. Un demonio. ?El padre de Trent me había convertido en un maldito demonio?
Hundida, me quedé allí sentada, con las rodillas a la altura de la barbilla. Entonces, tras sentir un ligero toque en el hombro, levanté la cabeza de golpe provocando que la chica diera un salto hacia atrás. Tenía los ojos muy abiertos y no paraba de temblar.
—Creía que los habías matado —dijo dirigiendo la mirada al caos—. ?Están dormidos?
Yo asentí, y por primera vez me di cuenta de la impresión que había causado mi ataque. Ella respiró aliviada y se dejó caer delante de mí. Parecía que nece-sitara un hombro sobre el que llorar, pero tuviera miedo de volver a tocarme.
—Gracias —dijo con un escalofrío—. Te pareces a mí.
Yo me sorbí las lágrimas y me pasé la mano por la cara.
—Esa es la razón por la que te secuestraron.
Ella inclinó la cabeza.
—Pero tú eres más fuerte —a?adió con una sonrisa mientras doblaba el brazo para mostrar sus bíceps. Luego se puso seria de nuevo y se llevó las piernas hacia el pecho—. ?Cómo hiciste para entrar en ese círculo? Tienes que ser una bruja muy poderosa. —Vaciló unos instantes y concluyó—: Porque eres una bruja, ?verdad?
Cerré los ojos y apreté la mandíbula.
—No lo sé —dije abriendo de nuevo los ojos y sintiendo que estaban húmedos por las lágrimas—. De verdad que no lo sé.
30.
A pesar de que no era mi estilo, el coche de Glenn, negro y muy del gusto de los agentes de la AFI, no estaba del todo mal. La parte trasera estaba llena de cajas de cartón llenas de informes, lo que dificultaba que pudiera reclinar el asiento lo suficiente como para cerrar los ojos y echar un sue?ecito mientras me llevaba a casa. Aquel desorden no era habitual, pues Glenn solía mantener su coche tan limpio y aseado como él mismo, y a mí siempre me había sacado de quicio su enfermiza pulcritud.
Estaba agotada, pero no podía dormirme. Tom había conseguido escapar, y ahora tenía un interés creado en verme muerta. Mi doble se encontraba a salvo bajo la tutela de los hombres de la AFI, que la llevarían a casa apenas terminara la revisión médica. Me había dicho que iba a recibir clases de artes marciales para que Tom no pudiera volver a hacerle da?o, y entre eso, y que la había visto marchar en la parte trasera de un vehículo policial con Sampson en su regazo, me confirmó que no tenía que preocuparme por ella.