Fuera de la ley

No lo sabían. No tenían ni idea de que lo habíamos logrado, y la sensación de triunfo hizo que notara un peque?o atisbo de esperanza. Al se iba a cabrear de lo lindo, pero si conseguía escapar, todo se arreglaría. Podía interceptar una línea y utilizarla para golpear a Minias, pero probablemente conseguiría arrebatármela y mi alma todavía estaba sufriendo los efectos de su primera incursión. Si quería huir de allí, tendría que hacerlo físicamente.

 

Reuniendo todas mis fuerzas, intenté liberarme, pero el demonio sabía lo que estaba a punto de hacer antes de que quisiera llevarlo a cabo. Apenas apoyé los pies en el suelo, tiró de mí con fuerza, me rodeó con uno de sus brazos y apretó hasta que casi no pude respirar.

 

Al menos ahora puedo ver algo, pensé retirándome un mechón de pelo de la boca. Desde que había salido el sol, el viento soplaba con más fuerza, en-crespándome el pelo y dejándome un repugnante sabor a ámbar en los labios. La intensa luz roja me hacía da?o en los ojos. No me extra?aba que los brujos hubieran abandonado aquel lugar para vivir en un mundo no contaminado, escapando de un siempre jamás agonizante y comenzando una nueva existencia entre los humanos. Sigue escondido, Jenks. Dondequiera que estés.

 

Al había abandonado la arboleda y caminaba a grandes zancadas hacia no-sotros con los pu?os cerrados.

 

—?Esa bruja es mía! —bramó—. Estoy dispuesto a luchar por ella en los tribunales.

 

—Newt es la due?a y se?ora de los tribunales —respondió Minias fríamen-te—. Si la quieres, tendrás que comprarla, como todo el mundo.

 

?Iban a ponerme en venta?

 

Al se detuvo al pie de las escaleras, frustrado.

 

—?Yo la marqué primero!

 

—?Y eso qué significa? —Minias inhaló por la nariz y un par de gafas ajus-tadas apareció en su rostro—. Dame permiso para mandarte bajo tierra a través de las líneas —me dijo—. Este sitio da asco.

 

Me dolía el pecho y me pregunté si los hechizos terrenales de mi pistola todavía funcionarían.

 

—No.

 

—?Nunca! —gritó una voz ronca que provenía del bulto grisáceo al que había quedado reducido Trent.

 

Uno de los demonios le propinó una patada y el elfo soltó un estremecedor aullido que reprimió rápidamente hasta quedar reducido a un grito ahogado. La compasión me invadió al recordar el tormento que sufrí cuando Al me obligó a retener más siempre jamás de lo que podía soportar. Era como tener el alma en llamas. Los ojos se me llenaron de lágrimas y los cerré cuando Trent se desmayó y los horribles ruidos cesaron.

 

—Este, por lo menos, es mío —dijo Minias—. Ponle una etiqueta que lo identifique como novedad, e invéntate una breve historia que consiga despertar el interés de los coleccionistas. Pero no hace falta que te entretengas demasiado. El artículo estrella será ?Rachel Mariana Morgan?.

 

—No puedes sacarla a subasta. ?Es mía! ?Llevo un a?o preparándola! —ad-virtió Al mientras subía las escaleras con los faldones de su levita de terciopelo verde ondeando al viento. Su rostro cincelado estaba contraído y tenía los ojos gui?ados como si los cristales ahumados de sus gafas no le hicieran ningún efecto—. Yo la marqué primero. La reclamación de Newt fue posterior. He sido yo el que se la ha trabajado.

 

Apreté los dientes con fuerza, pero no pude hacer nada cuando Trent y el demonio que lo había golpeado hasta dejarlo inconsciente se desvanecieron.

 

—El tribunal decidirá —concluyó Minias tirando de mí para alejarme del alcance de Al.

 

Este presionó la mandíbula y apretó los pu?os con fuerza. A mí tampoco me hacía ninguna gracia lo que Minias pensaba hacer conmigo, y cuando me pidió de nuevo que le permitiera mandarme bajo tierra por las líneas, empecé a forcejear con todas mis fuerzas.

 

Sacudí la cabeza y él se encogió de hombros y entró en contacto con una línea. Tenía intención de dejarme inconsciente al igual que había hecho con Trent. Lo sentí llegar, y abrí mi mente para apoderarme de él, dando un grito ahogado cuando la energía de siempre jamás entró en mí con un gran estruendo, y yo la hice rotar, jadeando por el esfuerzo.

 

Minias frunció el ce?o y se giró hacia Al.

 

—?Serás imbécil! —gritó—. ?También le ense?aste a una bruja cómo rotar una línea luminosa? ?Mentiste al tribunal? Esta vez Dali no podrá ayudarte.

 

Al dio un paso atrás, sorprendido.

 

—No fui yo —respondió indignado—. Además, en ningún momento me lo preguntaron. La até a mí con una condición tan severa como la del elfo. ?Cuál es el problema? ?Lo tengo todo bajo control!

 

Tenía a dos demonios peleándose por mí. Tal vez disponía de algunos segundos. Entonces intenté interceptar una línea, pero Minias lo percibió.

 

—?Por todos los demonios! —exclamó—. ?Está intentando saltar! —gritó sacudiéndome—. Y ahora, ?cómo la contenemos?

 

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