Fuera de la ley

—Solo existen dos brujos a este lado de las líneas cuya sangre permite esta-blecer un vínculo lo suficientemente fuerte, y tú eres uno de ellos.

 

?Oh no! Otra vez la misma la historia de la magia demoniaca. Genial.

 

—Entonces usa a Lee —respondí fríamente—. él sí que es estúpido.

 

Y también agresivo, ambicioso y, últimamente, tras haber sido el familiar de Al durante un par de meses antes de que lo yo lo rescatara, un pirado. En cierto modo. ?Dios! Con razón Al me odiaba de esa manera.

 

Minias suspiró y se cruzó de brazos. En aquel momento un ligero tufillo a azufre hizo que empezara a picarme la nariz.

 

—El vínculo que le une a Al es demasiado estrecho —dijo con la vista puesta en el tazón que sostenía entre sus manos—. Ya se lo he pedido, y ha dicho que no. Es un cobarde.

 

El cuello se me puso rígido.

 

—Y si yo, por puro sentido común, te dijera que no, ?también sería una cobarde?

 

—A ti no te pueden invocar —dijo como si pensara que yo estaba siendo una cabezota—. ?Por qué te muestras tan reacia?

 

—Al sabría mi nombre. —Solo pensar en aquella posibilidad hizo que el pulso se me acelerara.

 

—Tú conoces el suyo.

 

Por un breve instante consideré lo que acaba de decir. Luego el recuerdo de Kisten me cruzó la mente. No podía aprovechar la oportunidad. Esta vez no. No se trataba de un juego y no había ningún botón que me permitiera cancelar la partida.

 

—No —respondí de repente—. Se acabó la conversación.

 

Mi madre relajó los hombros y Jenks se posó sobre la mesa. Yo, sin embargo, me quedé más tiesa que un palo preguntándome si la tregua seguiría en pie ahora que había dicho que no. Al volver a pensar como un demonio, es posible que decidiera terminar de arruinar mi ya maltrecha reputación. Sin embargo, Minias se limitó a acabarse el café de un trago para después levantar la mano e indicar al camarero que le prepara otro para llevar. Por último se levantó, haciendo que yo exhalara aliviada todo el aire que había estado conteniendo hasta ese momento.

 

—Como quieras —dijo agarrando el bote de la canela—. Pero no esperes que venga a rescatarte una segunda vez cuando a ti te convenga.

 

Estuve a punto de decirle dónde se podía meter su conveniencia, pero pensé que Al no tardaría en presentarse de nuevo y, si podía llamar a Minias para que viniera a por él, mis posibilidades de sobrevivir aumentarían. No tenía por qué aceptar su oferta, bastaba con mantenerme con vida hasta que averiguara quién estaba invocando a Al y negociar yo misma con él o con ella. Invocar demonios no era ilegal, pero un par de patadas en el estómago le convencería de que era una mala idea. ?Y si se trataba de Nick? Bueno, en ese caso sería un verdadero placer.

 

—?Y si me tomara algún tiempo para pensarlo? —le dije. Mi madre me sonrió nerviosa y me dio una palmadita en la espalda. ?Has visto? También sé usar el cerebro.

 

Minias sonrió como si supiera lo que estaba tramando.

 

—De acuerdo, pero no te lo pienses demasiado —dijo aceptando el vaso de papel que Júnior le entregaba—. Me han dicho que lo cogieron en la Costa Oeste intentando montarse en la sombra de la noche para ma?ana. El cambio de hábitos indica que ya tiene todo lo que necesita, y que solo le queda ponerlo en práctica.

 

Me negué a mostrar mi miedo intentando no tragar saliva, a pesar de que tenía la boca seca.

 

Minias se inclinó hacia mí, acercándose tanto que incluso me pareció percibir un fuerte olor a ámbar quemado cuando su aliento agitó suavemente mis cabellos.

 

—Estarás a salvo hasta ma?ana, cuando el sol se ponga. Rachel Mariana Morgan, será mejor que te des prisa en tu cacería.

 

Jenks se alzó agitando sus alas de libélula, claramente frustrado, mientras intentaba mantenerse fuera del alcance del demonio.

 

—?Y por qué no matáis a Al?

 

Minias se encogió de hombros, metiéndose en el bolsillo de la chaqueta el bote entero de canela.

 

—Porque hace más de cinco mil a?os que no nace ningún demonio. —Segui-damente, tras dudar unos instantes, sacudió el brazo haciendo que un amuleto se deslizara por la manga y aterrizara en sus dedos—. Gracias por dejarme utilizar tu amuleto, Alice. Si tu hija es la mitad de buena en la cocina que tú, podría convertirse en un familiar estupendo.

 

?Mamá lo hizo ella sólita?, pensé. Creí que lo había mangado y se había limitado a invocarlo.

 

Entonces me asaltó un empalagoso olor a ámbar quemado y mi madre se ruborizó. A juzgar por las protestas del resto de clientes, era obvio que también habían notado el hedor. Minias esbozó un gui?o indiferente por detrás de sus gafas oscuras.

 

—?Te importaría hacerme desaparecer?

 

?Oh, no! ?Me había olvidado por completo!

 

—Sí, claro —farfullé mientras la gente que estaba detrás de él se tapaba la nariz a modo de protesta—. ?Oh, demonio, te exijo que abandones este lugar, que regreses directamente a siempre jamás y que no vuelvas a molestarnos esta noche!

 

En ese mismo instante, con una leve inclinación de cabeza, Minias desapareció.

 

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