Fuera de la ley

—Tú y yo somos iguales, Rachel. Los dos estamos dispuestos a matar para proteger a los que nos importan. La única diferencia es que yo me he visto forzado a hacerlo en más ocasiones. Mataste a un vampiro vivo para proteger tu forma de vida, que él quisiera morir fue solo una excusa para justificarte.

 

—No nos parecemos en nada —le espeté—. Tú matas por negocios y para obtener un beneficio. Yo hice lo que tenía que hacer para mantener el equilibrio entre los vampiros y los hombres lobo —le reproché mirándolo desde lo alto—. ?Pretendes sugerir que no debí hacerlo?

 

—No —respondió con una sonrisa beatífica—. Hiciste lo correcto. Yo hubiera hecho exactamente lo mismo. Lo que intento decir es que el resto de nosotros v agradeceríamos que dejaras de enfrentarte al sistema y que te decidieras a trabajar por él.

 

—?Contigo? —le pregunté mordazmente.

 

él se encogió de hombros.

 

—Tú tienes talento, y yo, contactos. Voy a cambiar el mundo y, si tú quisieras, podrías formar parte de ello.

 

Asqueada, me di la vuelta y me crucé de brazos. Los demonios estaban a punto de hacernos pedacitos, y él seguía intentando persuadirme para que trabajara para él. Y ahí estaba yo, haciendo justo lo que él quería. Dios. ?Cómo podía ser tan imbécil?

 

—Ya formo parte de ello —susurré.

 

—?Rachel? —se oyó gorjear a una vocecita desde la parte posterior de la estatua. El corazón me dio un vuelco—. He encontrado la muestra de Al.

 

Cuando Jenks salió de golpe dejando tras de sí una estela de polvo dorado, di un paso atrás con el pulso acelerado.

 

—He estado buscando una muestra de tu tejido —dijo dejando caer una ampolla de sedimento negro del tama?o de una de sus u?as sobre mi mano—, pero no la había. Imagino que no fuiste familiar de Al el tiempo suficiente. Si alguna vez intentara invertir la maldición, tendría que obtenerla.

 

—Gracias —respondí algo mareada mientras observaba la minúscula mues-tra de Al, que reposaba en la palma de mi mano. Había arriesgado mi vida por aquello. Con el corazón a mil, eché un vistazo al reloj de Ivy. Faltaban solo dos minutos para que saliera el sol. La utilizaría inmediatamente.

 

—Ve a por la muestra de Trent —dije dando tumbos hacia el círculo que había trazado en la madera en el lugar en el que se había quemado el alfom-brado. A menos que nos interrumpieran, no iba a tocar la línea y alzarlo. Sin embargo, si alguien nos descubría, ya no importaría que hiciera saltar todas las alarmas.

 

Trent me siguió y casi me di de morros contra él cuando intentó echar un vistazo a la muestra de Al.

 

—?Es eso? —preguntó alargando la mano y obligándome a apartarme para quitarla de su alcance—. Tiene más de cinco mil a?os. Seguro que no sirve de nada.

 

Jenks apretó las alas con fuerza.

 

—Es mágico, pedazo de imbécil. Si tú puedes leer una muestra de ADN de la repugnante momia de un elfo, no veo por qué Rachel no va a poder utilizar una gota de sangre de cinco mil a?os para hacer una maldición.

 

Yo me puse en cuclillas en el interior del círculo y aparté a un lado la valiosa ampolla para retirar la suciedad de una franja de roble chamuscado.

 

—?Y dónde está la mía? —preguntó Trent con la voz tensa, como si fuéramos a traicionarlo en el último minuto. Tenía los ojos muy verdes y pude ver en ellos cómo se sucedían las emociones.

 

—No he conseguido encontrar ninguna —respondió Jenks descendiendo unos tres centímetros—. No soy capaz de teclear en élfíco antiguo previo a la Revelación. Si tuviera un nombre, facilitaría las cosas.

 

Trent se me quedó mirando con el rostro tenso por los repentinos nervios.

 

—Prueba con Kallasea —dijo.

 

Yo aflojé el ritmo. ?Kallasea? ?Una versión antigua de Kalamack, tal vez?

 

—Dame un segundo —respondió Jenks antes de salir disparado de nuevo.

 

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