Fuera de la ley

—?Serás idiota! —musité. ?No tenía ni idea de lo que había provocado!

 

Entonces arrastré la mirada hacia el reloj y luego hacia las ventanas cubiertas de espuma. En el exterior la luz debía de ser cada vez más oscura y plomiza, y la fuerza del viento habría aumentado. Es posible que las gárgolas hubieran conseguido mantenernos a salvo durante la noche pero, apenas saliera el sol, entrarían en letargo. Y lo que era aún peor, no solo no iba a tener tiempo de hacer el conjuro, sino que lo más probable es que ni siquiera consiguiéramos la muestra. Tenía el presentimiento de que Minias aparecería en cuanto estuviera libre. Vamos, Jenks.

 

Las botas de Trent deshicieron el alfombrado en descomposición dejando al descubierto la madera de debajo.

 

—Lo siento.

 

Sí, claro. Ahora ya me siento mucho mejor.

 

—Si quedara solo un viaje de vuelta, intentaré sacaros de aquí —dijo de repente.

 

Alcé la cabeza de golpe invadida por una sensación de sorpresa que casi me hizo da?o.

 

—?Disculpa?

 

Estaba mirando hacia la puerta con un gesto que parecía que tuviera mal sabor de boca.

 

—Sin la ayuda de Jenks, jamás podríamos haber hecho esto. Si Minia* lo considera una persona, intentaré conseguir otros dos pasajes de vuelta. Si puedo.

 

En ese momento inspiré profundamente porque me había olvidado de respirar.

 

—?Por qué? No nos debes nada.

 

Trent separó levemente los labios y, tras volver a cerrarlos, se encogió de hombros.

 

—Quiero ser más que… más que esto —concluyó se?alándose a sí mismo.

 

?Qué demonios estaba pasando?

 

—No me malinterpretes —dijo lanzándome una mirada furtiva para luego desviarla—. Si tengo que elegir entre salvarte a ti y quedar como un héroe, o comportarme como un cabrón y regresar yo salvando a los de mi especie, elegiré ser un cabrón. Pero intentaré que vuelvas a casa. Si puedo.

 

Mi respiración iba y venía mientras intentaba discernir qué le había hecho cambiar. Tenía que ser Ceri. El menosprecio con que lo trataba estaba empezando a hacer mella en él. No justificaba su comportamiento, y tampoco se dejaba enga?ar por su aparente determinación por hacerse perdonar por su pasado, sino más bien al contrario. Aquella mujer tenía el alma negra, y su pasado es-taba lleno de actos repugnantes, pero se comportaba con una fuerza y nobleza dignas de admiración, consciente de que, a pesar de que había violado la ley con total impunidad, era leal a aquellos a los que amaba y a los que habían hecho algo por ella. Y tal vez, por primera vez, Trent se había dado cuenta de que era una muestra de fortaleza, y no de debilidad.

 

—Nunca se enamorará de ti —le dije.

 

él cerró los ojos.

 

—Lo sé, pero puede que alguna otra lo haga.

 

—Sigues siendo un cabrón y un asesino.

 

Al oír mis palabras, abrió los ojos, poniendo una peque?a mota de color verde en el polvoriento gris que nos rodeaba.

 

—Eso no va a cambiar.

 

No hacía falta que lo jurara. Sentí la necesidad imperiosa de moverme, así que me puse en pie y me situé junto a la estatua.

 

—?Jenks! —grité—. La luna está a punto de desaparecer.

 

Era demasiado tarde para realizar la maldición. La única opción que nos quedaba era hacernos con el botín y salir corriendo.

 

—Tú tampoco eres ninguna santa —me echó en cara Trent—. Deja de se?alar la paja en el ojo ajeno y ocúpate de la viga en el tuyo propio.

 

Yo me puse rígida y me giré de golpe.

 

—Obtuve la mancha demoníaca intentando salvarme el culo. No murió nadie.

 

Trent resopló suavemente, encogió las piernas y se giró hacia mí.

 

—Claro, claro. Una brujita tan agradable que colabora con la AFI para ayudar a las ancianitas a localizar a sus familiares. ?Cuántos cadáveres has ido dejando a tus espaldas, Rachel?

 

El calor me invadió y se me cortó la respiración. Ah, eso. Es cierto que había algunos cadáveres en mi pasado. Convivía con una vampiresa que probable-mente había matado gente, y estaba dispuesta a admitirlo. Y también las manos de Kisten estuvieron manchadas de sangre. Jenks había matado para proteger la vida de sus hijos, y volvería a hacerlo sin dudarlo. Además, yo misma había acabado con la vida de Peter, aunque él deseaba morir.

 

—Peter no cuenta —dije adoptando una actitud desafiante. Trent negó con la cabeza con actitud infantil—. Tú, en cambio, no tienes problemas en cargarte a la gente —le reproché indignada—. El pasado verano mataste a tres hombres lobo por ?negocios?, y estabas dispuesto a permitir que mi amigo cargara con las culpas. Brett solo quería formar parte de algo.

 

Kim Harrison's books