Fuera de la ley

—?No! —exclamé sin entender por qué era la única cosa en contacto con el suelo que no había sido manchada y profanada.

 

Pero Trent la miraba con cara de pocos amigos, y cuando le agarré del hombro para tirar de él, extendió los brazos.

 

El miedo me subió hasta el hombro y se asentó en mi pecho haciendo que los músculos se me agarrotaran como si hubiera sufrido una descarga eléctrica. Trent soltó un grito y debí de perder el conocimiento, porque lo siguiente que recuerdo es estar tumbada bocarriba a más de un metro de distancia con Jenks revoloteando delante de mí.

 

—?Rachel! —gritó. Al oírlo me llevé la mano a la cabeza para aliviar el dolor moviendo el brazo más lentamente de lo normal para apoyarlo en el suelo—. ?Te encuentras bien?

 

Inspiré lentamente dos veces seguidas y mi mirada errante se topó con la ima-gen de Trent, que estaba sentado con las piernas cruzadas sujetándose la cabeza con las manos. La nariz le sangraba.

 

—?Serás imbécil! —mascullé sintiendo que el corazón me seguía latiendo—. ?No eres más que un maldito elfo estúpido! —grité haciendo que Jenks se apartara con una sonrisa aliviada.

 

—?Estás bien! —suspiró mientras las chispas que despedía adquirían una tonalidad plateada.

 

—?Qué co?o te pasa? —grité. Mi voz retumbó contra la lejana techumbre—. ?No se te ha ocurrido pensar que podía estar protegida?

 

Trent alzó la vista.

 

—Jenks estaba sentado encima.

 

—?Jenks es un pixie! —exclamé para liberar un poco de angustia—. Nadie los toma en consideración porque no saben lo peligrosos que pueden llegar a ser, ?estúpido hombre de negocios! No tienes ni idea de los retos a los que nos enfrentamos, así que quédate quietecito de una pu?etera vez, ?de acuerdo? Deja trabajar a los profesionales, de lo contrario tu maldita convicción de que eres más listo que nadie va a conseguir que nos maten a todos. Te dije que te protegería y que te llevaría de vuelta a casa, pero necesito que dejes de hacer tonterías. Y ahora… ?siéntate y no hagas nada!

 

Pronuncié estas últimas palabras a voz en grito, estaba realmente furiosa.

 

—?Maldita sea! —dije levantándome y sacudiendo el brazo para eliminar los restos de la descarga—. ?Ahora me duele la cabeza! ?Muchísimas gracias!

 

Jenks sonreía con malicia y yo fruncí el ce?o al darme cuenta de lo poco profesional que había sido perder los estribos de aquel modo.

 

—Ya era hora de que lo pusieras en su sitio —dijo provocando que mi gesto se agriara aún más.

 

—Tienes razón —farfullé acercándome renqueante a la estatua y situándome frente a la petulante sonrisa de la virgen María con los brazos en jarras—. Pero ?cómo vamos a conseguir las muestras?

 

Las alas de Jenks se empezaron a mover cada vez más deprisa y me quedé mirando su expresión de satisfacción. De inmediato sentí que también mis facciones se relajaban.

 

—?Ya has averiguado cómo entrar? —le pregunté.

 

El pixie asintió con la cabeza.

 

—Hay una grieta en la base lo suficientemente grande como para que pase un ratón. Yo las cogeré.

 

El aire se escapó de mis pulmones emitiendo un suspiro audible. La magia que protegía la estatua no lo reconocía. No lo habían tenido en cuenta. Pero en realidad Jenks sí que contaba. Contaba mucho, e iba a salvarme el culo una vez más.

 

—Gracias —susurré.

 

—?Eh! ?Qué te crees que hago aquí? —dijo antes de desaparecer detrás de la estatua.

 

Todavía podía contar con el pasaje de vuelta. Estaba prácticamente conven-cida. Bueno, tal vez.

 

El templo se quedó en completo silencio y me giré para ver a Trent, que seguía ocupado con su nariz. Aparentemente, el olor a sangre levantó unos susurros que provenían de las sombras que rodeaban la pila bautismal y pensé que era solo mi imaginación y que estaba empezando a desvariar. Entonces me acerqué al borde del terreno consagrado y me senté en el último escalón recordando que había estado justo allí el día de la boda de Trent. Justo antes de arrestarlo. Podía sentir su presencia detrás de mí, pero no me giré. Permaneció inmóvil durante, al menos, seis latidos de mi corazón, y luego se levantó. Al otro lado de la base de la puerta principal se oía un ruido, como de alguien escarbando, que me puso los pelos de punta. De pronto se detuvo, como si tuviera miedo, pero la madera era mucho más gruesa que los cristales de las ventanas.

 

Cuando Trent se colocó a metro y medio de mí y se me quedó mirando, me obligué a mí misma a respirar más despacio. Después tiré de mi ri?onera y me liquidé de un trago el agua que me quedaba. Mi pistola de bolas estaba al lado de la botella; la saqué y apunté a la puerta principal.

 

—?No piensas hacer nada más?

 

El pulso se me aceleró y me quedé mirando a la parte de la puerta de la que provenían los ara?azos.

 

—Si no aparece nada por ahí, es posible que me tome un tentempié.

 

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