—No le hagas caso, Rache. Trent no podría comprar una pista ni aunque tu-viera un millón de dólares en un almacén de billetes. Vi lo que sucedía cuando Minias nos empujó a través de las líneas. Siempre jamás es como una gota de tiempo que hubiera sido eliminada y que hubiera quedado suspendida sin un pasado que la empuje hacia delante ni un futuro que tire de ella. Es como si pendiera de nosotros gracias a las líneas luminosas. Vuestros círculos no están hechos de realidades diferentes entre sí, sino de la sustancia elástica que nos mantiene unidos a siempre jamás y que impide que se desvanezca, como debería haber hecho ya. Pero bueno, me ha parecido oír que alguien se acerca, así que, ?por qué no entramos?
?Una gota de tiempo?, pensé, abriendo la puerta de un empujón y revelando una sosegada oscuridad. Inmediatamente percibí un fuerte olor a engrudo seco, y cuando un aullido gutural rompió el hálito del viento, el miedo descendió hasta el fondo de mi alma y me arrebató hasta el más mínimo soplo de valentía. Procedía de algún lugar lejano, pero no me cabía la menor duda de que había provocado cierta agitación a nuestro alrededor.
—?Vamos! —le susurré a Trent, y el elfo se metió de lleno sin pensárselo dos veces. Yo agarré mi bolsa y lo seguí, moviéndome como si el monstruo de debajo de la cama estuviera a punto de alargar el brazo y agarrarme el tobillo. Trent se había detenido al entrar, y me di de bruces contra él. Ambos caímos al suelo bajo la luz mortecina que entraba por la puerta, y cuando Jenks soltó una maldición y nos dijo que la cerráramos, inspiré llenándome los pulmones de un aire polvoriento e intenté ponerme en pie.
Trent se me adelantó y se encargó de cerrar la puerta de un portazo impidien-do que la luz de la luna siguiera penetrando. La ausencia de viento hacía que la temperatura fuera más agradable. No veía nada, y escuché cómo sus dedos escarbaban en la cerradura mientras respiraba afanosamente. Joder. Lo hemos conseguido. Paralizada, presté atención esperando un golpe seco que nunca llegó.
—No os podéis imaginar la pinta tan ridícula que tenéis ahí de pie —dijo Jenks sacudiéndose hasta que empezó a brillar—. Voy a examinar las puertas. Si es cierto que se trata de la basílica, sé exactamente dónde se encuentran. Enseguida vuelvo.
En cuanto salió disparado, el brillo puro y reluciente que despedía dejó una estela de polvo que poco a poco se desvaneció. Dios. Cuánto me alegraba de que estuviera allí.
En ese momento hizo su aparición un rayo de luz roja que provenía de la linterna de Trent. Tenía el rostro demacrado y cubierto de polvo, mientras que el mono estaba revestido de una cenicienta capa blanca. La luz apenas conseguía iluminar nada más, y nos pusimos en pie. El se?or Elfo tiene una tarjeta para salir sin problemas del encierro y yo no. Francamente, hubiera preferido estar acompa?ada de Jenks.
—Tengo una linterna más potente —sugirió—. ?Quieres que espere a usarla hasta que sepamos algo de… Jenks?
Sus palabras hicieron que relajara el entrecejo y que adoptara una actitud algo más benevolente.
—Me parece una idea excelente —dije deseando que enfocara a nuestro al-rededor con todas las luces de que disponíamos, especialmente hacia arriba. En las películas nadie alzaba la vista hasta que empezaban a caerle gotas de saliva.
Estaba escarbando en la bolsa en busca de mi propia linterna cuando el im-ponente ruido que caracterizaba la activación de la corriente eléctrica retumbó por toda la iglesia. Tanto Trent como yo nos pusimos en cuclillas cuando se hizo la luz. A continuación nos alzamos con los ojos gui?ados y paseamos la mirada por el interior de la peque?a catedral.
Tiempo, pensé de nuevo entreabriendo la boca. ?Siempre jamás es una gota ajena al tiempo? ?Y pende de nosotros gracias a las líneas luminosas sin que podamos deshacernos de él? Entonces, ?a qué obedecen los paralelismos?
No tenía ni idea, pero aquel templo era idéntico a la basílica de la que había sacado a rastras a Trent. Bueno, no del todo. Una mugrienta espuma amarilla cubría el interior de las vidrieras de colores para evitar que cualquier tipo de luz entrara o saliera. Los bancos estaban apilados al fondo del santuario, reducidos a un cúmulo de madera barnizada y medio chamuscada, mientras que las paredes y el techo mostraban los estragos del humo y del fuego. Y en cuanto a la pila bautismal… ?Santo Dios! La habían profanado llenándola de lo que parecía un montón de pelo y de huesos ennegrecidos y estaba rodeada de una espantosa mancha negra. Parecía sangre, pero no pensaba acercarme para comprobarlo.
Finalmente miré hacia arriba con los ojos humedecidos. El hermoso enma-derado seguía allí, y también la lámpara de ara?a, que parpadeaba débilmente. De ella emanaba una nube de polvo, el flujo de electricidad liberaba las motas que aterrizaban sobre las baldosas del suelo, la mayoría de las cuales habían sido arrancadas.
Trent se movió y yo miré hacia el altar, situado detrás de él. Se encontraba sobre una tarima y también estaba cubierto de manchas negras. Allí había ocurrido algo espantoso. Sentí que el rostro se me crispaba y cerré los ojos. Una de dos, o se había roto la santidad, o los brujos y los elfos lo habían profanado. Si nos encontrábamos en un momento cronológico diferente, ?cuánto tiempo faltaría para que se produjeran aquellos hechos?