Fuera de la ley

En aquel momento se oyó a lo lejos la voz de Jenks, que sonaba apagada.

 

—He encontrado un terminal —gritó—. Está en el interior de una cámara de cemento sin puertas. He conseguido colarme por el cableado, pero me he rasgado un ala. ?Por el consolador de Campanilla! Estoy perdiendo tanto polvo que parezco un pararrayos. Tardaré un rato en piratearlo e introducirme en el sistema, pero puedo hacerlo.

 

Yo tiré de la bolsa para tener los hechizos más a mano. Si Jenks estaba usando el nombre de Campanilla en vano, quería decir que estaba bien. El sol saldría a las siete y Minias estaría libre. Si no lográbamos escapar de allí antes de esa hora, las cosas se iban a poner mucho más feas, independientemente de que estuviéramos en terreno consagrado. Una puerta de madera y una posible gárgola no iban a detener a un verdadero demonio. ?Ya me gustaría a mí!

 

Trent suspiró y se sentó en los escalones con las rodillas casi a la altura de la barbilla.

 

Y ahora toca esperar.

 

 

 

 

 

27.

 

 

Me saqué la pistola de bolas de la cinturilla del pantalón y, antes de apuntar a la lejana puerta, la hice girar como si fuera un revólver. Los rasgu?os habían cesado hacía varias horas, poco después de que el estruendo de una roca al gol-pear el pavimento sacudiera el polvo del techo. Por lo visto las gárgolas todavía merodeaban por allí. Aquello me hizo sentir lo suficientemente segura como para dar una cabezadita un par de horas antes mientras Trent hacía guardia.

 

El reloj de pulsera que me había prestado Ivy indicaba que faltaban veinte minutos para el amanecer. Veinte minutos para que se armara un revuelo de mil demonios, y allí estaba yo, jugando a los pistoleros. Si la situación se complicaba, Trent desaparecería en un abrir y cerrar de ojos gracias a su jodida ?palabra mágica?, pero yo había tenido que dibujar un círculo junto al altar para refugiarme con Jenks en el caso de que las cosas se pusieran realmente feas. Tendría que resistir hasta que se presentara Newt. En su interior estaban los complementos necesarios para apoderarme del nombre de Al en espera del foco. Tenía previsto realizar la maldición en cuanto Jenks encontrara el ADN de demonio. Si no lograba salir con vida, al menos las personas que me importaban estarían a salvo. Date prisa, Jenks.

 

—Bang —susurré. A continuación retiré la pistola y me la volví a meter en la parte trasera del pantalón. Me moría de ganas de salir y averiguar lo que había golpeado el suelo delante de la puerta principal. Cansada, eché un vistazo a la estatua y luego me quedé mirando a Trent, que estaba sentado en el suelo con la espada apoyada en el altar profanado. él también se había quedado dor-mido alrededor de la medianoche, confiando en que yo lo protegiera. Nuestra aventura estaba llegando a su fin, si dábamos por hecho que yo dispondría de un viaje de vuelta. Mierda. Estaba cansada de todo aquello. La supuesta tienda de hechizos, con la que a menudo bromeaba Jenks, estaba empezando a parecerme una opción nada desde?able. A pesar de que me había mostrado indignadísima y con tajante rotundidad cuando le había dicho a Trent que Jenks no había utilizado mi viaje de vuelta al presentarse en siempre jamás, las horas previas al amanecer habían minado mi alma y me temía que estaba viviendo en un cuento de hadas si esperaba que Minias aceptara que Jenks era como un mechón de pelo encrespado y que mereciera un viaje gratis.

 

Trent sintió que lo miraba y se despertó. Tenía los párpados hinchados por culpa de la arenilla, y su rostro reflejaba cansancio y tensión. Aparté la vista, estiré el brazo para coger la gorra y me la calé para no verlo. Luego exhalé para liberar el estrés. Tal vez podría idear la forma de utilizar las líneas luminosas para salir de ella si no sintiera en mi nuca el aliento de un montón de demo-nios al igual que la última vez. Hasta que no apareciera Jenks con la muestra de células de Al, no podía hacer nada. Me había pasado la noche buscándola manera de resolverlo.

 

Con los ojos cerrados, intenté relajar los músculos. Si Jenks tenía razón, las líneas luminosas eran lo que permitía que siempre jamás estuviera conectado con la realidad. Si conseguía averiguar cómo utilizarlas, Jenks y yo volveríamos a casa sanos y salvos. Claro, como si fuera tan sencillo.

 

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