Fuera de la ley

—Está en tu mente —dijo—. Bastará con que pronuncies las palabras de invocación y tú y quienquiera que esté contigo cruzaréis las líneas. Y ahora háblame del padre de Rachel. Si considerara que la información no vale cuatro viajes, aumentaré la categoría de tu marca y trazaré una segunda línea.

 

Yo me removí y mi madre se sacudió para zafarse de Marshal. Maldita sea, Takata. Lo siento. Trent era un cabrón y me iba a encargar de que pagara por lo que nos estaba haciendo.

 

—El hombre que la crió era un humano —dijo mirando fijamente a Mi-nias—. Lo descubrí cuando recurrió a mi padre para que le encontrara una cura. Tengo su historial médico, pero no aparece ningún nombre. No tengo ni idea de quién es.

 

Keasley y Marshal parecían sorprendidos al descubrir que mi padre no era un brujo, pero yo entreabrí la boca maravillada. ?Trent había… mentido? Mi madre dejó caer los brazos aliviada y yo me eché atrás hasta tocar el muro de siempre jamás y apoyé la mano intentando sobreponerme. No se lo había dicho. Trent había mentido a Minias.

 

El demonio me miró y luego apretó con más fuerza la mu?eca de Trent.

 

—?Y quién es su verdadero padre? —preguntó.

 

La mirada de Trent se volvió aún más desafiante.

 

—Pregúntale a ella —dijo haciendo que mi corazón volviera a latir de nue-vo—. Ella lo sabe.

 

—No es suficiente —dijo Minias consciente de que mentía—. O me lo di-ces… o serás mío.

 

Mi miedo se duplicó. ?Esperaba que lo soltara así como así solo para salvarle el culo?

 

—Ese tipo está vivo —dijo Trent con el mismo brillo desafiante en sus ojos—. Y la madre de Rachel también. Los hijos de Morgan sobrevivirán llevando en sus genes la habilidad para prender magia demoníaca. Y yo puedo hacer más como ella. —En ese momento esbozó una desagradable sonrisa—. Y ahora suéltame.

 

Minias se me quedó mirando, soltó la mu?eca de Trent y dio un paso atrás.

 

—La marca se queda como está.

 

Ceri lloraba en silencio y mientras las lágrimas recorrían lentamente sus mejillas observó como Trent recuperaba la compostura. ?Acababa de asegurarlo Trent que en unas pocas generaciones dispondrían de una cosecha de brujos altamente deseables para utilizarlos como familiares? ?Unos que podrían invocar sus maldiciones para no tener que hacerlo ellos mismos? Que Dios me ayude. Era un canalla. Un maldito canalla. Había puesto marcas demoníacas en mis hijos potenciales incluso antes de que nacieran.

 

Sin moverme de donde estaba, intenté reprimir mis ganas de estrangularlo. Había salvado a Takata solo porque había descubierto una manera mejor de hacerme da?o.

 

—?Podemos irnos ya? —pregunté odiándolo con toda mi alma.

 

Minias asintió y Trent dio un paso atrás. El elfo colocó el círculo interior para atraparlo y, cuando Ceri bajó el suyo, se retiró y se situó junto a nosotras. El olor a ámbar quemado se me pegó a la garganta y Trent apestaba. Consciente de que el círculo de Trent desaparecería apenas nos marcháramos, Ceri restableció el segundo círculo alrededor de Minias.

 

El subir y bajar de las franjas de energía estaba haciendo que me mareara. Minias sonrió desde detrás de los dos arcos de realidad, como si no le importara quedar atrapado en un peque?o círculo durante trece horas hasta que el sol del amanecer lo liberara. Las palabras de Trent le debían haber producido una satisfacción infinita.

 

Recogí mi macuto y me preparé. Miré alternativamente a Ivy y a mi madre, y sentí que el corazón iba a salírseme del pecho. De un modo u otro, iba a estar de vuelta muy pronto. Después, Trent y yo íbamos a tener unas palabritas.

 

—Ten cuidado —dijo mi madre. Yo asentí con la cabeza y agarré con fuerza las asas de la bolsa de tela.

 

Y entonces Trent tocó una línea y pronunció una palabra en latín.

 

Mis pulmones se vaciaron de golpe y sentí que me caía. Parecía como si la maldición me hubiese reducido a un pu?ado de pensamientos cortados en mi-núsculos pedacitos y que se mantenían unidos entre sí gracias a mi alma. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo y mis pulmones se recuperaron y se llenaron de un aire áspero y arenoso.

 

Solté un grito ahogado justo en el momento en que mis manos y mis rodillas golpeaban el suelo cubierto de hierba y la gorra se me caía. A mi lado pude oír a Trent dando arcadas.

 

Tambaleándome, me puse en pie, tragué saliva para librarme de la sensación de náusea, y miré el cielo rojizo y la hierba larga por entre mis rizos ondean-tes. Deseaba darle una patada a Trent por haber puesto a mis futuros hijos en el radar de los demonios, pero supuse que podía esperar hasta estar segura de tener un futuro.

 

—Bienvenido a la madre patria, Trent —susurré rezando porque todos es-tuviéramos de vuelta en casa antes del amanecer.

 

 

 

 

 

26.

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