Fuera de la ley

En cualquier caso, tras una acalorada discusión, Quen aceptó los planes de Trent y pasó la siguiente media hora intentando convencerlo para que volviera al complejo con él para prepararse. Yo supuse que en realidad quería llevárselo a casa para encerrarlo y no dejarlo salir. Por lo visto Trent también lo sospechó, porque se negó a marcharse y ordenó a Jonathan que le trajera todo lo que aparecía en la lista elaborada por Quen. De ahí la extra?a situación de tener el jardín lleno de elfos comiendo perritos calientes.

 

Quen no estaba nada contento. Ni yo tampoco. Iba a viajar a siempre jamás para robar el ADN de un demonio con un jodido turista como único refuerzo. Desde luego, los planes no podían ser menos apetecibles.

 

Al percibir mi frustración desde la distante mesa, Ivy se dio la vuelta para mirarme. Yo me encogí de hombros y ella volvió a centrarse en lo que quiera que estuviera contando Jenks. El pixie se había pasado el día interrogando a Ceri, y era imposible no darse cuenta de que Trent, que se encontraba al otro lado de la mesa, había estado escuchando embelesado. Al contemplar aquel pu?ado de personas conversando animadamente como si nada, me acordé de las ocasionales reuniones familiares de mi madre. Y allí estaba yo, convertida una vez más en una espectadora ajena a la celebración. Tenía la sensación de que siempre había sido así. Tal vez sabían que era una bastarda.

 

En ese momento relajé el ce?o y me erguí al descubrir que Marshal se acercaba con un plato de comida en la mano. Se había presentado hacía algunas horas intentando encajar en el grupo, y tras su inicial tartamu-deo al descubrir a Trent en mi jardín, había hecho un trabajo excelente. Se había ofrecido a ocuparse de la barbacoa para mantenerse al margen, pero en realidad estaba metido en el meollo como todos los demás. No estaba muy segura de qué pensar. No quería repetir mis viejos patrones de conducta y dejar que lo nuestro se convirtiera en algo más solo porque era guapo, nos divertíamos juntos y, en cierto modo, parecía interesado. Sobre todo si resultaba que Jenks tenía razón y que tenía complejo de caballero andante y pensaba que podía salvarme.

 

—?Tienes hambre? —me preguntó con una sonrisa mientras ponía el plato de papel sobre la desvencijada mesa que tenía al lado y se sentaba junto a mí en la otra silla plegable.

 

Sus incipientes cejas estaban fruncidas y yo me esforcé en sonreír.

 

—Gracias —respondí colocándome el plato en el regazo a pesar de que el olor a comida hizo que se me cerrara el estómago. Era la primera vez en todo el día que nos quedábamos a solas. Sabía que quería hablar, y mi presión sanguínea subió de golpe cuando vi que tomaba aire.

 

—No empieces —le dije.

 

—?También tienes poderes telepáticos? —preguntó tras soltar una breve carcajada y yo empecé a mordisquear una patata frita. El sabor salado en con-tacto con mi lengua hizo que me entrara hambre.

 

—No —respondí viendo por encima de su hombro a Jenks, que nos miraba con los brazos en jarras—, pero ya he oído este mismo discurso antes —a?adí cruzándome de piernas y suspirando cuando Marshal inspiró profundamente. Allá vamos.

 

—?De veras vas a ir a siempre jamás? —preguntó—. ?No puede hacerlo algún otro? ?Por el amor de Dios! Ese tipo tiene pasta de sobra para contratar a alguien que le consiga las muestras para elaborar su mapa genético.

 

Yo me quedé mirando el plato por el cansancio, y no por la mentira que le habíamos contado a Marshal para ocultar que Trent era un elfo y que quería la muestra para revitalizar su especie.

 

—No —respondí quedamente—. No hay nadie. Yo me dedico a esto. A hacer cosas aparentemente estúpidas que provocan que la mayoría de la gente muera en el intento. —Entonces me coloqué un mechón de pelo mientras mi frustración iba en aumento—. ?Crees que no sé que esta es una de las cosas más arriesgadas que he hecho nunca? Agradezco tu preocupación, Marshal, pero necesito esa muestra de tejido demoníaco y Trent puede llevarme hasta ella y traerme de vuelta. Si has decidido convertirte en el adalid del sentido común y decirme que tengo muy pocas posibilidades de salir con vida, será mejor que te marches.

 

Había alzado la voz y exhalé. Era consciente de que Jenks e Ivy podrían oírme si se esforzaban un poco. Marshal parecía ofendido y yo me dejé caer en la silla.

 

—Mira —dije bajando los ojos por los remordimientos—, lo siento mucho. Siento que el simple hecho de conocerme te haya puesto en peligro. —Entonces pensé en Kisten y en que muriera por protegerme y me mordí el labio—. No te lo tomes a mal, pero ni siquiera sé qué estás haciendo aquí.

 

Su rostro adquirió un tono más adusto y se inclinó para evitar que pudiera mirar a la mesa donde estaban los demás.

 

—Estoy aquí porque pensé que podría hacerte entrar en razón —dijo con severidad, y yo le miré a los ojos sorprendida por la frustración que intuí en su voz—. Es muy difícil quedarse de brazos cruzados cuando ves que alguien está a punto de hacer una estupidez tan grande, especialmente si no hay nada que puedas hacer por ayudarlo —a?adió cogiéndome la mano—. No lo hagas, Rachel.

 

Sus dedos, entrelazados con los míos, eran cálidos, y poco a poco empecé a retirar la mano con delicadeza. Esto no me hace ningún bien.

 

—Voy a hacerlo —respondí a punto de perder los papeles.

 

Marshal frunció el ce?o.

 

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