Fuera de la ley

Ceri se apartó de Trent. El miedo que intentaba ocultar le producía un dolor mayor del que le hubiera causado una reacción sincera por su parte.

 

—Estaba segura de que ella lo conseguiría —dijo mirándome con una sonrisa mientras se secaba las lágrimas.

 

Independientemente de que esa fuera su intención, Trent se lo tomó como una reprimenda y dio un paso atrás. Una fuerte animadversión empezó a apo-derarse de mí. Trent era un canalla absolutamente patético. No tenía tiempo para él y decidí que tenía que largarse. Estaba demasiado ocupada.

 

—De nada, Trent —le dije con acritud—. Y ahora vete.

 

El elfo se mostró reacio. Sabía que se sentía indefenso sin sus lacayos, y me pregunté por qué había venido solo. Entonces Ivy se puso en pie para acompa?arlo hasta la puerta y él reculó.

 

—Morgan, tenemos que hablar —dijo intentando zafarse de Ivy, que lo sujetaba por el brazo sin apretar demasiado.

 

—Ya hemos hablado —le respondí mientras la amargura de la frustración se cernía sobre mí—. No tengo tiempo de volver sobre el mismo tema. Tengo que idear la manera de mantener con vida a las personas que amo y solo dispongo de seis horas. Si no quieres convertirte en pasto de un demonio, te sugiero que te marches. Lo siento, Marshal. Nunca debí dejar que entraras en mi vida.

 

Ivy me miró para que le diera instrucciones, y yo negué con la cabeza. No quería que lo tocara. Mi amiga tenía mucho dinero, pero Trent disponía de mejores abogados. Con los labios apretados, dejó que sus pupilas se dilataran para dejarle claro que era el momento de irse. él dio un paso atrás, pero luego se envalentonó y su expresión adquirió una mirada peligrosa.

 

Ignorándonos, Ceri se había acercado a los hornillos para rellenar la tetera como si no nos encontráramos en medio de una discusión.

 

—Deberías intercambiarte el nombre con el de Al —dijo consciente de que aquella afirmación haría que Trent le tuviera aún más miedo, pero dejando claro que no le importaba lo más mínimo. Tal vez incluso estaba orgullosa de ello.

 

—Ya lo he intentado —dije dando un nuevo empujón al espejo para después rodear con las manos la cálida taza de café y disfrutar de la agradable sensación en mis dedos—. Al ha hecho un trato. Le han concedido la libertad condicional y me matará antes del treinta y seis, que es la fecha prevista para el juicio. El a?o treinta y seis.

 

Cuando se giró hacia mí, advertí que los ojos húmedos de Ivy, brillantes al saber que Quen seguía vivo, tenían un hermoso color verde. Nada podría empa?ar su sosegada felicidad.

 

—Aun así, todavía puedes modificar la maldición —dijo. A continuación apretó las mandíbulas al darse cuenta de la expresión horrorizada de Trent al oírla hablar de esos temas con total tranquilidad—. Te dije que te ayudaría y lo haré. Solo necesitas un objeto de Al que te sirva como foco. La mácula es casi inexistente. La naturaleza no asigna nombres, así que no pasa nada si se intercambian.

 

Yo tragué saliva y la miré con gratitud. Hasta aquel momento, y después de que la hubiera censurado por haber trabajado para Al, no estaba segura de que quisiera ayudarme. Ella me devolvió la sonrisa dándome a entender que era lo suficientemente juiciosa para dejar a un lado las diferencias cuando estaban en juego asuntos realmente serios. Yo había salvado al hombre que amaba, y ella me ayudaría a salvar a mi familia y a mis amigos.

 

Trent estaba pálido y yo me quedé mirándolo hasta que bajó la cabeza. Quizás entendía de una vez por todas por qué hacía invocaciones demoníacas. Nadie más iba a salvarme, y tenía que combatirles con sus mismas armas. Pero entonces caí en la cuenta de que quizá también él tenía motivos para hacer lo que hacía. ?Maldita sea! Estaba demasiado ocupada para aprender otra jodida ?lección de vida?.

 

De pronto Ivy se levantó, sobresaltándonos a todos. Con expresión tensa, sacó la basura de debajo del fregadero y empezó a revolver en su interior.

 

—?Ivy? —exclamé avergonzada.

 

—?Recuerdas el mechón de pelo que le arrancaste a Al? —preguntó.

 

Yo me acerqué a toda prisa y, de un codazo, la obligué a dejarme sitio.

 

—?Rachel, espera! —me detuvo Ceri—. Eso no funcionará. El pelo de Al no es una muestra fiable de su ADN. Ha sido modificado.

 

Ivy colocó la basura en su lugar de origen con un empujón y cerró el armario de un portazo. Con una serie de movimientos bruscos por culpa de la frustración, abrió el grifo a tope y se lavó las manos.

 

Yo me apoyé en la mesa, deprimida. ?Hubiera sido tan sencillo!

 

—Tendría que haberlo matado —farfullé.

 

—No puedes —dijo Ceri poniéndome la mano en el hombro haciendo que la certeza de su voz me llegara a lo más profundo—. Hasta ahora, la única persona que ha conseguido matar a un demonio ha sido Newt, y aquello provocó que perdiera la razón.

 

Tiene bastante sentido, pensé irguiéndome. De acuerdo. La siguiente opción…

 

Ceri me apretó con más fuerza.

 

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