Yo miré a través del cristal alargado del lateral de la puerta para intentar adivinar la hora. Al menos tenía la seguridad de poder preparar los hechizos en casa.
—Llévamela a la iglesia unas horas después del crepúsculo —dije—. Si yo no estuviera, estará Marshal. Siempre que consiga localizarlo. Ahora se ha convertido en un objetivo, y probablemente, también tú. Lo siento mucho. No pretendía poner tu vida en peligro.
No me extra?aba que no me hubiera dicho que era hija suya. No era algo que contribuyera a alargar su vida.
—No te preocupes —respondió.
Yo vacilé, jugueteando con los pies descalzos en la alfombra.
—?Te importa que coja tu coche? Lo más probable es que la SI esté buscando el de Trent.
Una débil sonrisa asomó a sus delgados labios y, sin levantarse del suelo, se metió la mano en el bolsillo, sacó un juego de llaves y me las entregó.
—Nunca imaginé que fuera a oírte pidiéndome las llaves del coche —dijo—. Es de Ripley, así que procura no saltarte ningún semáforo en rojo.
Tras juguetear un poco más, solté el pomo de la puerta y me agaché para mirarlo cara a cara.
—Gracias —le dije de todo corazón—, pero esto no significa que te haya perdonado o algo así —a?adí. Seguidamente le di un abrazo indeciso. Tenía los hombros huesudos y olía a metal. Estaba demasiado sobresaltado como para responder, así que me levanté y salí de la casa cerrando la puerta con cuidado.
24.
El claro resplandor del sol del mediodía inundaba la cocina, y yo estaba sentada con el codo apoyado en la mesa con la mano sujetándome la frente. La otra mano, la que tenía la marca demoníaca, asía con fuerza el frío cristal del espejo adivinatorio. A través de la ventana abierta entraban los gritos de los pixies jugando. Prácticamente no había dormido nada en toda la noche, y me sentía exhausta. Y Minias, el demonio del tribunal infernal, no se estaba mostrando muy colaborador.
—?A qué te refieres con que no harás la maldición? —pregunté en voz alta y provocando que Ivy, que estaba sentada en la encimera junto al fregadero, pudiera oír, al menos, el final de la conversación—. ?Pero si fue idea tuya!
Un pensamiento te?ido de irritación se deslizó por mi mente, seguido de la sensación sobrecogedora de oír unas palabras ajenas en mi mente. Al cerró un trato hace dos días. Accedió a someterse a un juicio, de manera que se encuentra en libertad bajo fianza.
—?Un juicio? —grité, e Ivy descruzó las piernas mostrando preocupación. Sin embargo, que Al llevara dos días campando a sus anchas explicaba el hecho de que hubiera tenido tiempo para crear un disfraz para hacerse pasar por mi padre. En realidad no me hacía ninguna gracia tener que recurrir a los demonios, pero si Ceri modificaba la maldición, si es que todavía estaba dispuesta a hacerlo, una de nosotras tendría que cargar con la mancha, y hacerlo a través de ellos me permitiría negociar la manera de que me la quitaran. Me sacaba de quicio que Minias incumpliera el acuerdo que no habíamos llegado a concluir—. ?Y cuándo se celebrará el juicio? —pregunté intentando no perder los estribos.
La presencia de Minias pareció desvanecerse mientras, supuestamente, buscaba la respuesta, y yo apreté con fuerza el espejo. Estaba encantada de que el glifo de invocación funcionara tan bien cuando era de día. De hecho, era el mejor momento para usarlo, porque Minias no podía seguir la conexión y… presentarse así como así.
Aquí lo tengo, me dijo la voz de Minias con desgana, zambulléndose en mis vanas cavilaciones como un chorro de agua helada. Está previsto que se celebre alrededor del treinta y seis.
Yo cerré los ojos intentando recobrar fuerzas.
—?El treinta y seis? ?Y cuándo sería eso? ?Este mes? —Nuestros meses no tenían más de treinta y un días, pero ellos eran demonios.
No. Estamos hablando del a?o.
—?Cómo? ?El a?o treinta y seis? —grité, y el rostro de Ivy se ti?ó de preocu-pación—. ?Pero eso no es justo! ?Fuiste tú el que recurrió a mí! Te dije que me lo pensaría y lo he hecho. ?Quiero hacerlo! ?Está aterrorizando a mi madre!
No es problema mío. Al está actuando conforme a la ley, y todo el mundo está contento. Después de que declare en el juicio, tendrás ocasión de exponer tus quejas. Si el tribunal decide que faltó a su palabra, Newt lo meterá en una botella y todo habrá acabado.
—No sobreviviré veinte a?os esperando a que le llegue el turno de subir al estrado.
Tendrás que esperar. No se trata de un caso importante, dijo. Estoy ocupado. ?Tienes alguna otra queja?
—No eres más que el insignificante fuego fatuo que queda después de un pedo de fantasma —le espeté tomando prestado uno de los exabruptos favori-tos de Jenks—. Sé quién lo está invocando, pero no puedo hacerle nada porque invocar demonios no es ilegal.